# 23- Kibō-teki kansoku

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- Sunagakure-

Temari sostenía entre manos la carta que el halcón le había llevado desde Konoha. la carta que Shikamaru le había enviado, leyéndola una y otra vez, y rogando en silencio que el remitente de la misma, regresara con vida de esa misión tan peligrosa.

Matsuri mientras tanto le seguía en silencio, llevando al ave rapaz en el brazo, brindando trozos de carne fresca al ave mensajera. También hacia comentarios de lo útil que sería implementar las técnicas de Ino Yamanaka en la sección de enfermería, por las hierbas que se tenían que cultivar para crear medicina.

— Esa será una grandiosa idea, cuando salgamos con vida de esto— la joven ingresó en el despacho del Kazekage, donde su hermano menor permanecía en silencio, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada llena de determinación, viendo con rencor hacia el cielo.

— Temari...

— Los heridos ya fueron dados de alta, fue una suerte alertar de la caída de los meteoritos y la manera de contrarestar la amenaza— La rubia estaba orgullosa del pequeño Gaara y de la manera en que había dado un gran cambio a su vida, llenandola de valor y cariño, y eso era en gran parte, gracias a Naruto.

Por el momento, era la paz en la aldea, la tranquilidad era escalofríante, los guardias se movían con impaciencia, siempre observando al cielo, decepcionados de que la amenaza no fuera algo conocido.

Un extraño y suave aroma inundó el despacho, llenando de una extraña y agradable paz a los tres presentes, mientras Matsuri terminaba de colocar una pequeña maceta con tres hermosas flores en el escritorio del pelirrojo.

La joven se retiró luego de una reverencia, esperando que su regalo levantara los decaídos ánimos del líder de la aldea. mientras seguía conversando de manera animada, con el ave mensajera.

— ¿Alguna otra noticia, Temari?

— Ninguna— dijo esta dándose media vuelta— Te avisaré cuando comiencen a caer más.

Sólo los pasos y el sonido de la puerta al cerrarse fue lo que quedó, junto al aroma que despedían las flores, tomando posesión de cada rincón. Ahora sólo quedaba otro dilema, uno que empezó a cuestionarse de inmediato...¿Qué tan fuerte es la costumbre hacia otras personas?... No podía reconocerlo abiertamente, pero extrañaba un poquito a Ino y sus interrupciones llenas de ruido y ganas de molestarle...pero sólo era un poquito y lo asociaba a la gran necesidad de un agente distractor, que desviara su atención del problema principal aunque fuera un momento.

Fijo la mirada turquesa en las tres flores de color amarillo pálido, y luego volteó el rostro, llegando a la conclusión que su extraño estado, era culpa era de las flores, claro que él no extrañaba a esa kunoichi escandalosa y que se le va la olla a cada segundo...

Temari por otro lado encontró a su hermano menor, Kankurō, de muy mal humor. El joven shinobi tenía la cara totalmente limpia, el ceño fruncido y una expresión nada amigable en el rostro... La rubia lo obligó a detenerse, pidiéndole explicaciones por su actitud tan cortante.

— ¡Esa maldita rubia se quedó con Karasu!— casi gritó, lanzando la acusación— Llevo buscándole desde que llegamos, no aparece por ninguna parte.

Una carcajada se escuchó de parte de la rubia, y negó, su querido Otōto-chan había perdido la razón, o al menos no podía recordar que "Karasu" estaba en su porta pergaminos en el momento que habían marchado...lo que llevaba a otra interrogante. ¿Cómo rayos se cayó?

— Nos podemos encargar de su búsqueda cuando la amenaza termine...— cruzó los brazos tras las espalda, observando al joven renegar insatisfecho.

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