#22- Yūjō.

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Correr, era lo único que alejaba al genio Hyūga del hospital, en medio de la espesa y fría noche de invierno. La nieve caía cada segundo más fuerte, cubriendo cada rincón de un manto blanco y frío, el aire incluso llegó a sus pulmones, mientras por la respiración, su nariz empezaba a congelarse haciéndole más difícil el respirar.

Pero eso no era lo peor, sino el terrible dolor de cabeza producto a mantener los ojos abiertos sin cerrarlos un momento, el dolor era intenso, más no tan horrible, cómo el convocado por el sello maldito cuando destruye las células cerebrales del portador. Sus pies trastabillaron en más de una ocasión, y sólo sus reflejos lo salvaron de caer en la nieve.

Con una mano en el pecho, se recostó en un frío tronco de árbol, observando el movimiento, y procurando no ser visto por los guardias de la aldea, que gustosamente lo devolverían al encierro. Luego siguió su camino, entre las sombras, con la idea de llegar a la mansión, y alistar su equipo shinobi. Necesitaba llegar, entre más pronto, mejor.

Por fortuna, logró hacerlo, consiguiendo contrariadas miradas de los guardias del bōke que vigilaban la entrada principal. Estos se preguntaban, qué hacia Neji en ese lugar, y porque caminaba tan lento.

Uno de los mayores del bōke, Hyūga Hiroki, fue el primero en acercarse al joven que caminaba tambaleante, sosteniendo el hombro de este y ayudándole a entrar, llevándole paso a paso hasta la sección de la segunda rama del clan, pidiendo a alguien que fuera a la zona de cocinas del bōke, por algo de agua.

— ¡Neji!— dijo el anciano, enfocando sus ojos blancos en el chico— Deberías seguir en el hospital.

La sorpresa para los que rodeaban al chico, fue cuando este abrió los ojos, llenos de luz y vida en ellos. El pasillo sur se lleno de curiosos, que expresaban alegría de ver al genio casi recuperado. Casi.

Neji se puso de pie, agradeció la ayuda, y se dedicó a explicar los motivos que le sacaron del hospital, el estado de Hyūga Hiashi, y el inminente peligro que se vivía en la aldea.

— El viejo...con razón nos pidió que reforzáramos la seguridad— se acercó uno de los guardias más jóvenes, su voz grave llena de desprecio— Hoy, los diferentes líderes de los clanes se presentaron con Hokage-sama, y al no estar Hiashi-sama, él, junto al consejo del sōke, fueron los que representaron a nuestro clan.

— ¡Siempre dejándonos fuera, cómo simples basuras!— alzó la voz una mujer, de avanzada edad, cabellos canos, y arrugas cruzando su piel pálida. Sus ojos cansados miraban con cariño a cada uno de los presentes, cosa que cambiaba a medida que hablaba del Viejo Hyūga— Fue realmente impresionante lo acontecido el día de ayer, debo añadir. Ya era hora que pusieran a ese adefesio arrogante en su sitio.

Neji ajeno a los comentarios de la anciana, y la risa de los jóvenes, se puso en pie, hizo una reverencia a Hiroki y Harumi Hyūga, agradeciendo sus atenciones, mientras se encaminaba a la sección del sōke, donde estaban sus habitaciones.

Deslizó el shoji, y revisó la habitación con el tacto, prefería el dejar descansar la vista lo más posible.

Sin perder el tiempo, se cambió de ropas, colocándose el uniforme estándar usado por los jōnin de Konoha, terminó de colocar el chaleco táctico color verde encima, se ajustó las botas y por último, encontró su Hitai-ate, colocandolo encima de la marca del sello maldito.

Su porta armas tenía ciertos pergaminos, variadas shuriken y kunai, su equipaje llevaría lo esencial, tienda de campaña, algo de comida y agua. Recogió todo, y se colocó la mochila a las espaldas, todavía tenía que ir a algunos sitios más para lograr su objetivo.

- En el bosque-

Oscuridad y frío daban la gentil bienvenida al equipo de rescate, liderado por Shikamaru Nara. El joven maestro de las sombras abrió la palma de su mano, observando detenidamente el reloj que le brindó el Rokudaime Hokage. El ingenioso aparatejo, mostraba sin retraso alguno, los días restantes para la destrucción de la humanidad, y la aguja seguía moviéndose en retroceso.

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