-Mansión Hyūga-
El día apenas empezaba a emerger acompañado del canto de las últimas aves que avisaban el adiós. Las aves se marchaban en búsqueda de más calor, algo que comenzaba a escasear en el país del Fuego.
Los últimos trinos eran acompañados de leves copos de nieve que comenzaron a caer cubriendo de un leve tono blanquecino, todo rincón sin protección.
Incluso el cabello de cierta kunoichi de oscuro cabello con reflejos azules había quedado cubierto de esos pequeños y helados copos.
Hinata alzó los ojos al cielo, observando a los libres copos, disfrutando del aire frío, intentando mantener su mente y su cuerpo ocupados. Sus manos se movían con tranquilidad y destreza, arrancando los hierbajos que habían crecido en el jardín que gustaba cuidar, y que muy a su pesar, había dejado muy descuidado últimamente.
Una espina enterrada cruelmente contra su mano la hizo girar el rostro observando la sangre caer. No dolía en absoluto, su vida cómo una ninja le había hecho padecer dolores peores, además, ningún dolor jamás se asemejaría al sonido de su propio corazón rompiéndose en miles y miles de pedazos.
Con cuidado limpió su sangre, y usó el jutsu palma recuperadora para que la herida cerrara. Cuando volvió a levantar la vista, vio a una mujer de aspecto joven, prominente busto y fiera mirada dirigiéndose hacia el sector de juntas.
Trató de no poner atención, Tsunade-sama tendría sus motivos para llegar y querer hablar con su otō-san, y ella no quería meterse en esos asuntos. Estaba pensando en que hacer desde ese momento en adelante. Estaba llegando el momento de dejar de llorar por aquello que jamás tuvo y centrarse un poco en si misma.
— Ohayōgozaimasu Tsunade-sama— Hizo una reverencia al sentir la fija mirada de la godaime.
— Ohayōgozaimasu Hinata-chan, me alegra haber escuchado que al fin lograste ascender de rango y ahora eres una jōnin.
La quinta extendió una sonrisa, era raro verle hacerlo. Quizá estaba de muy buen humor.
Hinata hizo otra reverencia— Arigatō gozaimasu.
La godaime poco a poco se alejó, junto con los guardias del bōke que le escoltaban, dejando a Hinata volver a sus labores cotidianas.
Un poco alejada de ese lado de la mansión, la menor de las hermanas caminaba de un lado a otro en su habitación, con el ceño muy fruncido.
Por una parte estaba insegura, conocía a su oneesan, ella estaba metida en una insana obsesión por el rubio Uzumaki, obsesión que parecía haber nublado todos sus sentidos, haciendo imposible que mirase otras opciones.
Por otro lado, su niisan daba miedo. Quizá jamás lo admitiría, pero que una persona lograse estar callada casi las veinticuatro horas del día, sin emitir más palabra que las justas y necesarias, era tétrico.
Sabía que todo Hyūga, sin importar de que rama provenía, poseía un aire de enigmática majestuosidad a su alrededor, sellado con broche de oro, con el estoico y apartado carácter que poseían. Ella misma estaba comenzando a ser víctima de ciertos comentarios, que la catalogaban cómo la próxima gran belleza de Konoha.
Eso no le molestaba en absoluto, a su parecer, provenir del más antiguo linaje entre los clanes que conformaban la aldea oculta tenía ciertas ventajas, pero...también los hacia misteriosos, incluso entre ellos mismos. Neji-niisan era el peor, con un carácter tan esquivo que sólo transmitía un mensaje, peligro.
Por un sólo momento cerró los ojos casi derrotada, la misión que su otō-san asignó era imposible, su idea absurda...ella no estaba para estar jugando.
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Fate
Hayran KurguReconocimiento. La única palabra que importaba, y que buscó por mucho tiempo, mas sin embargo jamas recibió, ni de sus parientes, ni de los que amaba...pero un evento cambiaría todo... ¿Qué pasaría si el destino insistiera en unir a dos personas ta...