-Sunagakure-
En la cima del edificio del Kazekage, una joven kunoichi rubia y de ojos azules, peinaba con lentitud y delicadeza su enorme cabello dorado.
La parte inferior de su enorme traje de un violeta oscuro ondeaba con cada brisa que el desierto traía, dejando a la vista una pequeña falda negra, y redecillas que llegaban desde sus tobillos hasta el superior de sus muslos, todo rematado con altas botas ninjas.
Costaba admitirlo, pero le agradaba ese lugar. Había algo en las personas de Suna que despertaba en ella un instinto de familiaridad, y compañerismo, además, era cómo tener un lugar apartado donde no tenía que recordar a cada segundo que su querido padre, Inoichi, ya no estaba.
Extrañaba a sus amigos, claro. Cada uno tenía algo especial que le llenaba en gran manera, pero el recuerdo de su padre le atormentaba.
A veces pensaba que podría haber sido una mejor hija, que quizá le hizo falta hacer algo, no se resignaba a la idea de su padre muerto. Y es por eso que le gustaba estar en Suna. Era un lugar donde no conocía a casi nadie y casi nadie le conocía, un lugar en el que podía llorar a gusto, sin necesidad de llamar la atención de sus queridos amigos Shika o Chōji, un lugar donde podía desahogarse con tranquilidad.
Lanzó un suspiro, observando los limites de la aldea, era a los ojos de un artista hermosa, en ese momento recordó a Sai.
Antes de convertirse en embajadora había tenido una fugaz relación de un mes con el maestro de la tinta, una que se rompió ante las constantes y descaradas maneras de expresarse del shinobi.
Sai era un idiota en letras mayúsculas, uno que no le importaba decir cosas fueras de lugar, fueran ofensivas o hirientes. Ella no podía soportar eso, así que se resignaba poco a poco a la idea de quedar sola, cosa que no era tan malo, no existía en el mundo mejor persona para conocerse que uno mismo, ¿Y quién mejor para Ino Yamanaka, que Ino Yamanaka?
Tan ensimismada se encontraba, que no advirtió los pasos intrusos que comenzaban a acercarse, quedándose a algunos metros de donde ella se encontraba.
Sabaku No Gaara extendió su vista al cielo, cruzando los brazos sobre su pecho.
Parecía cansado, y quizá lo estaba, el trabajo de un dirigente no era nada fácil, menos en una aldea como Sunagakure.
Sus ojos se abrieron en alerta, al ver el exagerado tamaño que mostraba la luna, cerró ambos puños lanzando un gruñido. Estaban en problemas, y tendría que ir pronto a Konoha, para hablar del asunto con el Rokudaime Hokage.
— La luna está hermosa— Escuchó una voz claramente femenina, y maldijo en su interior, ¿En qué momento llegó que no le sintió? No, quizá estaba antes y no le sintió.
— Peligrosa— Corrigió el Sabaku No, provocando que la kunoichi pegara un salto— ¿No la ve anormal, Yamanaka-San?
— Un poco— Admitió— Está muy grande, pero eso no le resta belleza.
Y era cierto, lo sería más si el enorme astro no atentara contra toda la vida cómo la conocían. Se dio media vuelta, necesitaba alistar todo para su próximo viaje.
— Yamanaka-san, debería preparar un equipaje ligero, mañana saldremos en dirección a Konoha.
Terminó de decir, y comenzó a avanzar en dirección de los pisos inferiores del edificio.
Ino frunció un poco el ceño, apartando un poco su flequillo, pero se levantó, órdenes son órdenes, y ella era una orgullosa jōnin de Konoha, no podía permitirse comportamiento infantil cuando de asuntos graves se trataba.
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Fate
Fiksi PenggemarReconocimiento. La única palabra que importaba, y que buscó por mucho tiempo, mas sin embargo jamas recibió, ni de sus parientes, ni de los que amaba...pero un evento cambiaría todo... ¿Qué pasaría si el destino insistiera en unir a dos personas ta...