TN
La primera vez que abrí los ojos, una intensa luz blanca me cegó, y mi cuerpo se sintió como si hubiera sido golpeado por una tormenta. No recordaba nada: ni mi nombre, ni por qué estaba en aquella playa desierta. Lo único que sabía era que algo no estaba bien. Mi ropa estaba empapada, rasgada, y sentía un dolor punzante en la cabeza.
—¡Ey! ¡Tranquila, tranquila! —dijo una voz masculina, enérgica pero suave.
Al abrir los ojos, vi a un hombre que parecía salido de otro mundo. Tenía el cabello bien peinado, vestía una camisa blanca impecable, y sus ojos me observaban con una mezcla de curiosidad y preocupación. Me llevó a su casa, una enorme mansión a orillas del mar, y los días pasaron entre cuidados médicos y preguntas que me parecían imposibles de responder. El hombre, que se presentó como Richard, me explicó que me había encontrado en la playa mientras caminaba por su propiedad.
—¿Y no... no tenías ninguna idea de quién eras? —me preguntó una noche, su tono era envolvente, casi hipnótico.
—No... nada —contesté, mi voz quebrándose—. Es como si hubiera... algo importante, pero no puedo alcanzarlo.
—No te preocupes, querida. Quizás es una señal de que debes dejar el pasado atrás. Lo que importa es que estás aquí ahora —dijo, tomando mi mano y mirándome con una mezcla de compasión y posesividad que en ese momento no supe identificar.
Al cabo de unas semanas, Richard me empezó a decir que yo era su esposa, que habíamos tenido una vida juntos antes de que algo, un trágico accidente, lo cambiara todo. Me miraba con una ternura calculada y me contaba historias de nuestro "matrimonio": viajes que nunca recordaba, cenas en lugares de lujo, y noches que, según él, habían sido las más felices de mi vida.
Pero una noche, mientras cenábamos, sentí una incomodidad que no podía explicar. Richard me miraba con esa sonrisa que usaba cada vez que intentaba convencerme de algo, pero había un vacío en sus historias, algo que no encajaba.
—¿De verdad soy tu esposa? —le pregunté, con la voz temblorosa—. ¿Por qué no siento nada cuando me cuentas sobre nosotros?
Richard sonrió, pero sus ojos se endurecieron. Alargó la mano y me tomó del mentón, obligándome a mirarlo a los ojos.
—El tiempo cura todas las heridas, querida. Con paciencia, los recuerdos volverán. Lo único que debes hacer es confiar en mí.
Asentí, sintiendo una extraña mezcla de gratitud y temor. Cada día, trataba de aceptar la historia que él insistía en contarme, pero en mi interior, una voz persistente me decía que algo andaba mal. Había alguien en mi vida, alguien importante, de quien no podía recordar el rostro ni el nombre, pero que sentía en mi alma.
Los días se convirtieron en semanas, y, atrapada en esa mansión, comencé a cuestionar la realidad que Richard me imponía. ¿Podía ser que él estuviera ocultándome algo? ¿O era yo quien se negaba a aceptar una verdad dolorosa?
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𝙎𝙩𝙖𝙧 𝙩𝙝𝙚 𝙥𝙤𝙧𝙣 (𝓡𝔂𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻)
RandomAmigos que desde su adolescencia se ganaron la confianza del otro Querían sentir lo que las demás personas le veían de interesante grabarse teniendo sexo, querían experimentar por una vez de lo que llevaban tiempo teniendo curiosidad Comenzaron p...