Capítulo 23: Espejismos de Fe

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Sariel

La luz del sol en Canberra era abrasadora, contrastando con la calma forzada en la expedición que hacíamos con Oliver en los orfanatos. Todo parecía una escena cuidadosamente coreografiada para las cámaras y los políticos. Oliver, con su eterna sonrisa de príncipe perfecto, ayudaba a los niños a plantar árboles, agachándose para estar a su altura, mientras las cámaras capturaban cada uno de sus movimientos. A simple vista, parecía que lo hacía con sinceridad, pero yo, que lo conocía desde hace años, podía ver el destello de tristeza en sus ojos. Esa pequeña grieta en su fachada impecable que mostraba que ni siquiera él creía del todo en esta farsa.

El peso de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros lo estaba aplastando poco a poco. Sabía que, por mucho que lo intentara, jamás tocaría a Ágata de esa manera, y la idea de que su sueño de tener un hijo con la persona que verdaderamente amaba tal vez nunca se haría realidad lo perseguía. Un hijo que, según sus propios ideales, debería continuar el legado de los monarcas. A veces me preguntaba cómo lidiaba con esa contradicción interna, pero Oliver siempre lo ocultaba detrás de su fachada de perfección. Y aquí, rodeado de niños, esa tristeza era un leve susurro que sólo alguien cercano a él podría percibir.

A mi alrededor, Amelia, Micaela y Elena también ayudaban a los niños, sus sonrisas genuinas contrastando con la actuación de Ágata. No podía evitar observarla, cada uno de sus movimientos era una representación fría, casi mecánica, mientras fingía preocuparse por los pequeños. Los niños la miraban con recelo, como si, al igual que nosotros, pudieran ver más allá de esa máscara falsa. Las chicas comenzaban a desquiciarse con ella; no era fácil tolerar su constante presencia. Apenas llevábamos un mes y medio de viaje, y la tensión ya estaba alcanzando niveles insoportables.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando el teléfono en mi bolsillo vibró, sacándome de mi ensimismamiento. Lo saqué para ver una notificación de la Orden del Fénix Sangriento. Después de más de dos meses de inactividad, volvían a aparecer.

Mi pecho se tensó al ver la notificación. Desde el último atentado, no habíamos tenido noticias de ellos, pero el líder de la Orden había regresado, y el mensaje era claro: el juego no había terminado. Abriendo el enlace de la transmisión, una pantalla se desplegó frente a mí, mostrándolo con la misma máscara blanca, pero esta vez con una expresión retorcida, burlona. Algo en esa mueca me revolvía el estómago.

La voz del líder sonó con una frialdad espeluznante mientras comenzaba a hablar, su tono lleno de burla y sarcasmo.

—"El compromiso más falso que he tenido el placer de ver"— dijo el líder con un tono burlón, su voz distorsionada reverberando a través de la pantalla. No hacía falta que mencionara nombres para saber de quién estaba hablando. El veneno goteaba en cada palabra, y mi corazón comenzó a latir con más fuerza.

La burla continuó, y cuando mencionó mi nombre, casi me ahogué. Me felicitaba sarcásticamente por "superar la prueba del furioso príncipe" y "al final conseguir a la mujer que quería". Sentí que me faltaba el aire, y mi mente voló hacia Amelia. ¿Qué intentaba con esto? ¿Sembrar dudas? ¿Destruir lo que apenas estábamos construyendo?

La transmisión no se detuvo ahí. Continuó con burlas hacia Catalina, Emilia y el rey Leander, insinuando rumores maliciosos sobre la relación entre el rey y Dalia. El líder parecía disfrutar de cada segundo, como si cada palabra fuera un dardo envenenado lanzado con la precisión de un cirujano.

Pero fue lo que dijo después lo que realmente nos dejó en shock.

—"Dalia... oh, Dalia. Sabemos la verdadera razón por la que huiste del convento, ¿no es cierto?"— Su voz se volvió más baja, casi como un susurro cargado de crueldad. —"El arzobispo está de regreso, y quiere ver a su pecadora favorita"—. La risa que siguió a esas palabras fue suficiente para hacerme apretar los puños con fuerza, conteniendo el impulso de arrojar el teléfono al suelo.

Los Orígenes del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora