Sariel
Los días posteriores a la cita con Amelia fueron extrañamente perfectos, casi demasiado buenos para ser reales. Me sentía ligero, como una lombriz que recién había escapado de la tierra húmeda, viendo por primera vez la luz del sol. La calidez en mi pecho no se disipaba, sobre todo cada vez que mi teléfono vibraba y veía su nombre en la pantalla. Mensajes sencillos, pero cada uno alimentaba esa euforia extraña que hacía mucho tiempo no sentía.
"Buenos días, Sariel."
"¿Qué harás hoy?"
La idea de que Amelia pensara en mí con esa frecuencia, de que quisiera hablarme, compartir su día, me hacía sentir... vivo. Mi vida, siempre tan meticulosa, oscura y controlada, de repente había encontrado un rayo de luz en ella. Incluso mis pensamientos sobre Dalia, que siempre revoloteaban en mi mente como una sombra persistente, parecían difuminarse. Ahora, todo giraba en torno a Amelia.
O al menos, eso pensé, hasta que llegó el llamado.
Emilia.
Había algo en la manera en que ella solicitaba mi presencia, como si cada palabra escondiera una amenaza sutil, como si supiera exactamente cómo torcer el cuchillo que siempre llevaba en mi costado. Y esta vez no fue la excepción.
—Sariel, tengo un trabajo para ti —dijo Emilia en cuanto crucé la puerta de su despacho. No hubo saludo, solo instrucciones directas—. Hay una reunión que debes infiltrarte, algo que me interesa personalmente. Y sé que solo tú puedes encargarte.
Mi corazón se hundió un poco, aunque traté de mantener la compostura. Su tono era glacial, y aunque ya estaba acostumbrado a sus exigencias, algo en su mirada hoy me daba una mala sensación.
—¿Qué clase de reunión? —pregunté, tratando de sonar indiferente, aunque su frialdad me recorría la espalda.
—Una reunión entre Dalia, la Cosa Nostra y la mafia rusa —respondió, su mirada clavándose en la mía como si disfrutara del impacto que esas palabras causaban—. Están negociando una nueva mercancía. Una droga de la que quiero ser la principal productora.
Sentí que un nudo se formaba en mi estómago. Dalia. De nuevo ella, metida en algo mucho más grande de lo que parecía. Quise protestar, pero Emilia no me dio tiempo.
—Vas a infiltrarte y robar esa mercancía —continuó—. Pero no estarás solo. Susana te acompañará.
Susana. Mi ex. La última persona que quería volver a ver, mucho menos trabajar con ella. Emilia sabía exactamente cómo tocar las teclas correctas para hacerme tambalear, para asegurarse de que no tuviera elección. Y así, lo soltó sin más.
—Susana se asegurará de que cumplas con lo que te pido. Considera su presencia como una garantía —añadió, sus labios curvándose en una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. No quiero que falles, Sariel.
La frustración subió por mi garganta, pero la ahogué antes de que pudiera explotar. No tenía opción. Siempre había sido así con Emilia, me usaba como le convenía, manipulaba mi lealtad como un arma contra mí.
—Y por cierto —dijo, como si fuera un detalle menor—. Una vez que tengas la droga, nos aseguraremos de producirla en los orfanatos. Las iglesias serán los almacenes.
Mis ojos se abrieron un poco más ante la frialdad con la que hablaba de los orfanatos como simples granjas productoras. Sabía que Emilia no tenía escrúpulos, pero esto... esto era otro nivel. Iban a usar a los huérfanos para cultivar esta nueva droga. Gente inocente que no tenía otra opción más que obedecer.
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Los Orígenes del Poder
أدب تاريخيEn un mundo donde el poder se oculta tras las sombras, los descendientes de la Nobleza Negra, los Monarcas, controlan todo lo que sucede desde las sombras, mientras los Gobernantes, líderes sin linaje noble, se enfrentan a la ilusoria promesa de aut...