Amelia
Avanzaba con pasos rápidos por los pasillos del parlamento, la mente nublada por las preocupaciones. La última reunión que tuvimos allí no había salido como esperaba. Aunque habíamos logrado posicionarnos en ciertos ministerios, los puestos eran insuficientes. El fiscal general nos había relegado a cargos menores, donde apenas tendríamos algo de influencia. Pero lo peor no era eso; había algo más oscuro en el ambiente.
Rumores inquietantes circulaban. Se hablaba de una célula radicalista de la Iglesia llamada "La Orden del Fénix Sangriento", supuestamente financiada en secreto por el Vaticano. Eran una pequeña fracción de la población, aquellos que se sentían amenazados por nuestra creciente influencia. No había pruebas concretas, solo susurros que resonaban entre los pasillos del ministerio de cultura. Lo más alarmante era que decían que el fiscal general tenía conexiones con este grupo. Si eso era cierto, su intención de frenarnos no era solo política, sino algo mucho más profundo.
—Dalia, ¿Qué opinas de todo esto? —le pregunté, intentando encontrar algo de claridad en sus palabras.
Ella se encontraba sentada en el sofá de mi oficina, con esa calma característica que siempre mostraba en los momentos críticos.
—Eso explicaría mucho sobre su comportamiento —respondió, cruzando una pierna sobre la otra.
—Pero solo son rumores —repuse, no del todo convencida—. El ministro de cultura está furioso por la difusión de estos rumores.
—Es normal que quieran silenciarlos —Dalia sonrió con cierta picardía—. Si cae el fiscal, ellos caerán también. Han trabajado juntos durante años.
Sus palabras eran inquietantes, pero tenían lógica. En el mundo de la política, las alianzas se rompían cuando el peligro acechaba, y cada uno miraba por su propio bienestar.
—¿Hablas de que le darán la espalda para salvarse? —pregunté, aún incrédula.
—Por supuesto. Nadie va a arriesgar su carrera por un hombre en declive.
Sabía que tenía razón, pero me costaba creerlo. La traición era algo común en nuestro entorno, pero aún no me acostumbraba a la facilidad con la que la gente se daba la vuelta ante el primer indicio de peligro.
Intentando apartar esos pensamientos de mi mente, cambié de tema:
—Dalia, tú sabes más sobre esa gente, ¿no?
Ella suspiró profundamente antes de responder.
—La Orden del Fénix Sangriento es un culto extremista que surgió de una facción disidente del Vaticano. Son radicales, nos odian. Nos ven como abominaciones que amenazan el "orden divino".
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Una cacería de brujas en pleno siglo XXII? Era absurdo, pero a la vez tan real.
—Es ridículo que sigan con ideas tan arcaicas —dije, intentando disimular mi miedo—. ¿Por qué nos odian más que a los nobles?
—Porque representamos un poder que ellos no controlan —respondió Dalia—. Y, sobre todo, porque somos mujeres. Para ellos, solo los hombres deben tener el control.
Asentí en silencio, tratando de procesar todo lo que implicaba esa revelación. La política siempre había sido un campo de batalla, pero ahora parecía que nos enfrentábamos a algo mucho más profundo y peligroso.
—¿Crees que el fiscal Alexander realmente está involucrado? —le pregunté, sin poder ocultar la incredulidad en mi voz.
—Estoy casi segura. No estarían tan nerviosos si no fuera así.
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Los Orígenes del Poder
Tarihi KurguEn un mundo donde el poder se oculta tras las sombras, los descendientes de la Nobleza Negra, los Monarcas, controlan todo lo que sucede desde las sombras, mientras los Gobernantes, líderes sin linaje noble, se enfrentan a la ilusoria promesa de aut...