CAPITULO 13

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—¿Tú no comes? —preguntaste, mirándolo de reojo mientras dabas otro bocado al plato que había preparado.

Levi te lanzó una mirada que parecía entre divertida y ligeramente exasperada.

—Estoy bien. Ya comí antes —respondió, con su tono habitual de seguridad.

Pero tú no estabas dispuesta a aceptar esa respuesta tan fácil, así que, con una sonrisa, levantaste el tenedor y se lo ofreciste, acercándolo a su boca.

—Vamos, capitán. No puedes hacerme comer sola —insististe, sin apartar el tenedor de su alcance—. ¿No dicen que compartir la comida es el primer paso para hacer que una casa sea un hogar?

Levi suspiró, pero la leve sonrisa que asomó en sus labios te confirmó que estaba disfrutando el momento, aunque no lo admitiera. Finalmente, aceptó el bocado, con esa paciencia que solo tú lograbas sacarle.

—Estás empeñada en volverme loco —murmuró, pero sus ojos reflejaban algo cálido, algo que solo mostraba cuando estaba contigo.

Reíste suavemente y seguiste comiendo, disfrutando de la comodidad de compartir esos pequeños momentos juntos, sintiendo que esta, aunque inesperada, era la vida que querías a su lado.

—Completamente loco, en más de un sentido —dijiste, sonriendo con picardía, sin dejar de mirarlo.

Levi soltó un leve suspiro, pero no pudo ocultar la sonrisa que asomó en su rostro. Se quedó en silencio por un instante, como si estuviera considerando tus palabras, y luego, inclinándose un poco hacia ti, susurró:

—Eso ya lo sabía. Solo tú tienes esa habilidad —murmuró, con una honestidad poco común en él.

La confesión, simple pero tan cargada de significado viniendo de Levi, te hizo sonreír aún más. Sabías que, aunque no siempre lo demostrara, él sentía esa conexión profunda y única entre ustedes. Era algo que había ido creciendo con los años y que ahora, al mirarse a los ojos, parecía más fuerte que nunca.

—Entonces tendrás que acostumbrarte —contestaste en voz baja, alargando una mano para entrelazar tus dedos con los suyos.

—Ya lo estoy haciendo —dijo Levi, sin apartar la mirada, sosteniendo tus dedos con firmeza.

En ese instante, el mundo fuera de esas cuatro paredes dejó de importar. Estabas allí, con él, ambos conscientes de lo que significaba ese momento, de lo que venía, y sabiendo que, aunque el futuro sería incierto, lo enfrentarían juntos.

Levi sostuvo tu mano con un toque firme y constante, sus ojos grises fijos en los tuyos con una intensidad que casi te quitaba el aliento. El silencio que compartían estaba lleno de promesas y una cercanía que solo ustedes dos podían entender. Todo lo que había quedado sin decir a lo largo de los años, esa conexión silenciosa y leal, estaba ahora completamente expuesto.

—¿Sabes? —dijiste finalmente, con una sonrisa suave—. Si alguien nos hubiera dicho cuando éramos niños en el subsuelo que todo esto iba a pasar... lo hubiera tomado por loco.

Levi soltó una risa baja, esa risa tan rara y discreta que solo tú llegabas a escuchar. Había vivido tanto, había visto tanto, que momentos como este parecían casi irreales.

—Quizás... —respondió, con una leve inclinación de cabeza—. Pero también hubiera hecho cualquier cosa para que llegáramos aquí. Para que tú llegaras aquí.

El peso de sus palabras se sintió en tu pecho, cálido y profundo. Habías pasado de ser dos niños intentando sobrevivir a convertirte en algo mucho más fuerte: su familia, su hogar. Su rostro, que siempre había mostrado una dureza impenetrable, ahora reflejaba algo distinto, algo mucho más abierto.

—Levi... —susurraste, entrelazando tus dedos con los suyos—. Gracias. Por todo. Por siempre estar allí.

Él asintió, como si no hicieran falta más palabras.

—Nunca ha sido una obligación para mí —murmuró suavemente, sin apartar la mirada—. Siempre fue una elección.

Sin decir nada más, te acercaste y apoyaste la cabeza en su hombro, dejándote envolver por su presencia, por la seguridad que siempre habías encontrado en él. No sabías lo que el futuro traería, pero en ese momento supiste con certeza que no estarías sola.

Levi te miraba en silencio, su mano entrelazada con la tuya, y el peso de lo que venía parecía hacerse más tangible con cada segundo. Era extraño, pero en esa mirada silenciosa y firme, te sentiste completamente segura. Aunque nunca imaginaste que terminarías aquí, compartiendo una vida con él, con un nuevo futuro por delante, no habrías cambiado ni un solo detalle.

Levi se acercó un poco más y, con un gesto sorprendentemente suave, pasó su mano por tu rostro, apartando un mechón de cabello.

—Quiero que sepas algo —dijo en voz baja, su mirada intensa, llena de una sinceridad que pocas veces mostraba—. No importa lo que venga, voy a estar aquí. Esta vez no hay titán ni misión que me aleje de ustedes. No voy a permitirlo.

Sus palabras te hicieron sentir una calidez profunda, una seguridad que solo él podía darte. Sabías que, en un mundo lleno de riesgos y sacrificios, contar con él era un privilegio que no tomarías a la ligera.

—Gracias, Levi —murmuraste, tu voz cargada de la misma sinceridad.

Levi te miró, y por primera vez, una vulnerabilidad genuina se reflejó en sus ojos. Aquello era nuevo para él, pero en lugar de apartarse, se quedó a tu lado, sosteniéndote con la promesa que ambos entendían sin necesidad de palabras. En esa conexión silenciosa, los temores y las dudas parecieron disiparse.

Sin más, Levi te atrajo hacia él, rodeándote con un abrazo fuerte y protector, como si pudiera mantener todo lo malo del mundo fuera de esas cuatro paredes. Y por ese instante, así fue.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora