Los siguientes dos meses transcurrieron con una calma inesperada. Sin la constante presión de las misiones, comenzaste a experimentar una paz que hacía mucho no sentías. La vida junto a Levi adquiría un ritmo sereno y, aunque él seguía cumpliendo sus deberes con la Legión de Reconocimiento, cada vez que regresaba a casa, el hogar se llenaba de una calidez especial.
En público, Levi seguía siendo el mismo capitán serio y distante que todos conocían. Su rostro permanecía inmutable, su expresión severa, como si nada en su vida hubiera cambiado. Pero en cuanto cruzaba el umbral de casa, su actitud era otra.
Una noche, mientras preparabas la cena, oíste sus pasos entrar en la casa. Estabas cortando verduras, concentrada en lo que hacías, cuando sentiste sus brazos rodearte suavemente desde atrás. Sin hacer ruido, Levi se acercó y apoyó su cabeza en tu hombro, sus manos descansando sobre tu vientre con una suavidad que contrastaba con su rigidez habitual.
—¿Ya has terminado por hoy? —preguntaste en un susurro, sonriendo mientras seguías cortando.
—Más o menos —murmuró él, sin soltar su abrazo, y tú podías sentir la ligera tensión en sus brazos, relajándose en cuanto se apoyaba en ti.
Apenas se movió durante un largo rato, y tú le dejaste estar ahí, sintiendo el peso de su cansancio pero también su manera de refugiarse en tu presencia. Era como si ese abrazo le bastara para recargar la energía, para recordar que, aunque su día fuera agotador, el regreso a casa valía cada segundo de su esfuerzo.
—Estás... demasiado tranquila —dijo de repente, con una voz baja y casi divertida—. Algo no cuadra.
Te reíste suavemente y dejaste el cuchillo a un lado, girándote lo justo para mirarlo.
—¿Ah, sí? —preguntaste, fingiendo inocencia—. Quizá estoy esperando a que mi esposo gruñón y serio me suelte un poco y me deje terminar la cena.
—¿Esposo? —preguntó Levi, arqueando una ceja, claramente sorprendido por la palabra.
Te diste la vuelta para mirarlo con una sonrisa divertida y algo traviesa.
—¿Acaso no lo eres? —replicaste, fingiendo una expresión inocente, aunque en el fondo sabías que habías logrado descolocarlo un poco—. Has estado cuidándome, protegiéndome, y, bueno, ya vamos a tener un bebé... —añadiste, lanzándole una mirada de complicidad.
Levi soltó un leve suspiro, pero sus ojos brillaban con una mezcla de humor y afecto.
—No recuerdo haber firmado nada —replicó en tono bajo, aunque una pequeña sonrisa asomaba en sus labios.
—Tch, detalles —dijiste, riendo suavemente—. Los papeles no cambian lo que tenemos.
Levi te observó un momento más, y luego, suavizando su expresión, rodeó tu cintura con sus brazos de nuevo.
—No necesito ningún papel para quedarme contigo —murmuró, casi en un susurro, apoyando su frente en la tuya—. Esposo, pareja, como quieras llamarlo... aquí estoy.
Te quedaste en silencio, con una sonrisa que no podías esconder, mientras él te mantenía entre sus brazos.
—Bueno, bueno, ¿me vas a soltar ya, o no cenamos hoy? —dijiste, riendo mientras intentabas moverte en su abrazo.
Levi te miró con una expresión que mezclaba seriedad y diversión.
—No te voy a soltar —respondió sin parpadear, una pequeña sonrisa jugando en la comisura de sus labios—. Sigue preparando la cena.
Suspiraste, poniendo los ojos en blanco, aunque una sonrisa te delataba.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo se supone que voy a cortar nada así?
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LEVI X TU
RomanceTú y Levi sois los mejores amigos desde que teníais cinco años. Él se preocupa mucho por ti y te quiere, pero no lo confiesa ni lo demuestra porque tiene miedo al rechazo. Sólo es amable contigo, pero con los demás es un hombre frío.