Habían pasado año y medio desde que Levi y tú le disteis la bienvenida a vuestro hijo, Haru. Su risa ligera y sus pasitos torpes llenaban de calidez el hogar, y Levi, aunque conservaba su seriedad, mostraba una dulzura especial cada vez que miraba al pequeño.
Era un día cálido de verano. A primeras horas de la mañana, habíais ido al mar con Haru, y parecía fascinado con cada ola que llegaba a la orilla. La playa estaba tranquila, y el sonido del agua mezclado con las risas de Haru llenaba el aire de una serenidad especial.
Era un día perfecto junto al mar, y las risas de Haru resonaban sobre el sonido de las olas. La brisa fresca del océano acariciaba sus mejillas mientras corría a tu lado, chapoteando en el agua con una alegría desbordante. Levi, de pie a su lado, lo miraba con una mezcla de ternura y orgullo que solo mostraba en esos momentos especiales.
Haru caminaba de un lado a otro en la orilla, salpicando cada vez que sus pequeños pies tocaban el agua. En su rostro se dibujaba una sonrisa radiante cada vez que sentía el frescor de las olas tocándole las piernas. Levi, con las manos en el agua para mantener el equilibrio de Haru, lo miraba intensamente, atento a cada movimiento, preparado para sostenerlo si tropezaba.
—¡Papá, mira! —exclamó Haru, intentando atrapar el agua con sus pequeñas manos y lanzando gotitas alrededor, que brillaban al sol.
Levi, en un momento raro de despreocupación, se agachó aún más, dejando que las olas le empaparan las piernas, y extendió una mano hacia su hijo.
—No tan rápido, Haru —dijo Levi con una sonrisa suave—. Si no tienes cuidado, el agua te alcanzará.
Haru soltó una carcajada infantil, como si la advertencia de su padre fuera la mejor invitación para seguir chapoteando. Con la confianza de saber que Levi estaba a su lado, volvió a meter sus manitas en el agua, salpicando a propósito y riéndose cada vez que una gota alcanzaba a Levi, quien se limitaba a observarlo con paciencia.
En ese momento, Haru se volvió hacia Levi, con los ojos llenos de entusiasmo, como si estuviera compartiendo con él la alegría simple y pura de descubrir el mar. Levi, en respuesta, extendió una mano y le acarició el cabello húmedo con ternura.
Haru, con su energía inagotable y su curiosidad sin límites, corría por la arena húmeda, dejando pequeñas huellas que se desvanecían rápidamente con cada ola que se acercaba. Se agachaba con frecuencia, fascinado por las conchitas y piedritas que encontraba, y de vez en cuando te traía alguna con una sonrisa orgullosa, como si hubiera encontrado un tesoro. Cada pequeño hallazgo parecía llenarlo de una alegría pura y contagiosa.
Levi, con su habitual expresión de calma, lo observaba desde la orilla, sus brazos cruzados y una leve sonrisa asomando en sus labios cada vez que Haru hacía algo que capturaba su atención. Aunque Levi solía ser reservado, en ese ambiente relajado era evidente el cariño con el que miraba a su hijo y cómo, sin decir una palabra, seguía cada uno de sus movimientos.
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LEVI X TU
RomanceTú y Levi sois los mejores amigos desde que teníais cinco años. Él se preocupa mucho por ti y te quiere, pero no lo confiesa ni lo demuestra porque tiene miedo al rechazo. Sólo es amable contigo, pero con los demás es un hombre frío.