CAPITULO 1

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La luz de la mañana apenas se colaba entre las ventanas cuando Levi entró en la habitación. Ya estaba listo, completamente vestido con su uniforme del Cuerpo de Exploración y con su habitual mirada seria. No parecía cansado, ni siquiera después de las noches de patrullas y planificación, pero algo en su expresión se veía más tenso que de costumbre.

—No vas a ir —dijo, sin rodeos, sin una pizca de duda en su tono.

Intentaste protestar, pero él te interrumpió con un gesto cortante.

—He visto suficiente gente caer en esas misiones —sus ojos grises se posaron en ti, más severos que nunca—. No quiero tener que recoger tu cadáver en el campo.

Había un peso en su voz, algo más allá de la típica frialdad que mostraba a los demás. Contigo, siempre era un poco más... humano. Una parte de ti sabía que su dureza era su forma de protegerte, de mantenerte a salvo. Pero sabías que esto era más que solo preocupación por un camarada. Había algo más profundo, algo que él nunca admitiría, ni siquiera a sí mismo.

—Levi, puedo hacerlo —insististe, cruzando los brazos para intentar mantenerte firme bajo su mirada intensa.

—Escúchame, no es cuestión de si puedes o no. Sé de lo que eres capaz, y sé que eres fuerte —dijo, sin apartar la vista—. Pero hay cosas sobre esta misión que no sabes.

Dio un paso más cerca, su voz bajando hasta convertirse en un murmullo áspero, una sombra de algo que rara vez dejaba ver.

—No me importa lo que pienses de mí. Ya me importa muy poco lo que piensen los demás —dijo, mirándote con una intensidad casi dolorosa—. Pero si algo te pasara ahí fuera... —su voz se apagó por un momento, y sus ojos se endurecieron aún más—. No lo permitiré.

Su mano descansó en tu hombro, como si necesitara asegurarse de que realmente estabas ahí, respirando, lejos del peligro. Sabías que, detrás de esa expresión fría, había una preocupación tan feroz que lo aterraba.

—Esta vez, obedecerás —finalizó, en un tono que no dejaba lugar a discusión—. Así que, quédate. Aquí.

—Levi, no puedes protegerme siempre —le respondiste, intentando mantener la calma.Pero él ni siquiera parpadeó.

—Sí, sí que puedo —replicó, firme, sin una pizca de duda—. Ya he tenido suficiente. Te voy a transferir a la Policía Militar.

La frase cayó como un balde de agua helada. ¿Policía Militar? ¿Después de todo lo que habíais pasado juntos en el Cuerpo de Exploración? La rabia comenzó a arder en tu pecho, y tus manos se cerraron en puños.

—¿¡Eso crees que es lo mejor para mí!? —soltaste, alzando la voz sin darte cuenta—. ¿Vas a decidir tú mi vida como si yo no tuviera derecho a elegir? No soy una niña, Levi.

Él te sostuvo la mirada, inmutable, pero notaste que su mandíbula se tensaba.

—Es precisamente porque sé lo que te espera en esa misión que voy a decidir por ti. Así que hazte a la idea. No volverás a salir ahí fuera.

—¿Y qué pasa contigo? —le espetas, avanzando hacia él—. ¿Tú puedes lanzarte a misiones suicidas sin que nadie te detenga, pero a mí me vas a encerrar en una jaula?

Sus ojos brillaron un instante, y su expresión, aunque controlada, reflejaba una mezcla de frustración y algo más que no llegabas a descifrar.

—Escucha —dijo en un tono helado—, esto no es una discusión. Si para mantenerte viva tengo que encerrarte con ellos, lo haré sin pensarlo dos veces.

La ira te cegó un momento, y sin darte cuenta le diste un empujón en el pecho. Él ni siquiera se movió, apenas retrocedió un paso.

—No soy una carga, Levi. Y no soy tu prisionera. ¡No voy a dejar que decidas esto por mí!

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora