CAPITULO 4

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Después de varias copas más, sentiste que el mundo comenzaba a tambalearse. Todo a tu alrededor giraba, y las luces del bar parecían más borrosas y difusas con cada trago. Aunque intentabas mantener la compostura, la bebida comenzaba a hacer estragos. Levi, observando cada cambio en tu semblante, frunció el ceño. Sin decir nada, se levantó y te sujetó por el brazo con firmeza.

—Ya basta. Has bebido demasiado —murmuró, su voz más seria de lo habitual. Sin darte opción a protestar, te levantó con cuidado y te sacó del bar, sosteniéndote mientras caminabas tambaleándote a su lado.

La distancia hasta su casa fue un viaje en sí mismo. Sentías el peso de la noche en tus hombros y, aunque intentaste mantener los ojos abiertos, cada paso te hacía sentir más y más agotada. Al llegar, Levi te guió hasta su habitación y te ayudó a sentarte en el borde de la cama. La familiaridad de su presencia te tranquilizaba, y apenas te diste cuenta cuando él se inclinó para descalzarte, retirando tus botas con una delicadeza poco común.

Cuando se dispuso a apartarse, le tomaste de la mano, mirándolo con ojos medio cerrados y llenos de una mezcla de vulnerabilidad y algo más profundo que apenas alcanzabas a expresar en tu estado.

—No te vayas —susurraste, sosteniéndolo con firmeza, como si temieras que se esfumara en cualquier momento.

Levi se detuvo, sus ojos grises observándote en silencio, como si librara una batalla interna. Pero entonces, sin decir nada, se acercó lentamente y se sentó al borde de la cama, entrelazando su mano con la tuya. No había palabras entre ustedes, solo una cercanía cargada de todo lo que nunca se habían permitido expresar.

Movida por el impulso, te incorporaste y te acercaste a él, sintiendo su respiración mezclarse con la tuya. Levi no se apartó; en lugar de eso, su mano subió hasta tu rostro, rozando tu mejilla con una suavidad inesperada. En ese momento, sin pensarlo más, te inclinaste hacia él y presionaste tus labios contra los suyos, dejando que toda la tensión y las palabras no dichas se desvanecieran en ese beso.

Levi respondió al principio con una contención que parecía frágil, como si intentara mantener el control. Pero luego, dejó que sus emociones lo guiaran, atrayéndote hacia él con firmeza, envolviéndote en un abrazo que decía más que cualquier confesión. La habitación se llenó del calor de aquel momento, de un deseo contenido durante tanto tiempo que, al fin, se liberaba.

Esa noche, ambos se dejaron llevar, permitiendo que cada caricia, cada susurro y cada roce desmoronaran las barreras entre ustedes, entregándose el uno al otro en un momento íntimo y sincero que, en el fondo, ambos habían anhelado en silencio.

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A la mañana siguiente, despertaste con la cabeza palpitando, y la sensación de que el mundo giraba con cada movimiento. La resaca era demoledora, y apenas lograbas mantener los ojos abiertos. Te tomó un momento darte cuenta de dónde estabas: la habitación de Levi. Te incorporaste un poco, notando de inmediato la sensación de las sábanas contra tu piel... estabas desnuda.

Confusa, miraste a tu alrededor, pero la pesadez en tu cabeza y el torbellino de la noche anterior te impedían pensar con claridad. Solo sabías que el simple esfuerzo de recordar algo parecía imposible en ese momento.

Levi estaba en el otro extremo de la habitación, en silencio, bebiendo su acostumbrada taza de té y observándote con esa calma calculada que rara vez rompía. Sus ojos grises se desviaron hacia ti por un instante, pero no hizo ningún comentario ni dejó entrever nada en su expresión.

—¿Dormí aquí? —preguntaste, sosteniéndote la cabeza, intentando que las palabras no sonaran como un susurro.

—Te traje. Bebiste demasiado —respondió él, con su tono usual, como si la noche anterior hubiera sido cualquier otra noche.

Asentiste sin insistir. Tu cabeza dolía demasiado como para querer averiguar detalles. Además, Levi parecía tan impasible que asumiste que no había nada más de qué preocuparse. Sin embargo, había algo en su mirada, un leve destello que normalmente no habrías notado, pero que ahora parecía contener un secreto que él no tenía intención de compartir.

—Gracias... por cuidar de mí —lograste decir antes de dejar caer la cabeza sobre la almohada de nuevo, dejándote arrastrar por el peso de la resaca.

Levi no dijo nada en respuesta. Simplemente asintió y continuó en silencio, observándote desde la distancia mientras tú te sumías en el sueño otra vez, sin saber que entre los recuerdos perdidos de la noche anterior, había algo que él eligió guardar solo para sí.

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Horas después, despertaste con la cabeza más despejada, aunque la ligera incomodidad en el cuerpo te recordaba que habías bebido más de la cuenta. Te levantaste lentamente, dándote cuenta de que Levi ya no estaba en la habitación. Miraste alrededor y notaste que había dejado ropa limpia y una taza de té en la mesita junto a la cama, un gesto silencioso de cuidado que, viniendo de él, era más que evidente.

Te vestiste, agradeciendo su previsión, y te acercaste a la ventana. Los recuerdos de la noche anterior seguían siendo fragmentos confusos, destellos que no lograbas conectar del todo. Sabías que Levi había estado allí, que te había llevado a su casa, pero el resto era una niebla borrosa.

Decidida a saber qué había ocurrido, saliste de la habitación y te dirigiste hacia la cocina, donde encontraste a Levi limpiando tranquilamente su equipo de combate. Su semblante era el de siempre: concentrado y serio, como si la noche anterior no hubiera sido más que otro incidente en su lista de responsabilidades.

—Levi —lo llamaste, con voz firme, plantándote en la puerta. Él levantó la vista, sin detener su tarea—. ¿Podemos hablar?

Levi asintió, sin mostrar ninguna expresión, y continuó limpiando meticulosamente cada pieza. Te acercaste un poco más, sintiendo la necesidad de aclarar tus dudas, pero también el extraño nerviosismo de lo que pudieras descubrir.

—Anoche... sé que bebí demasiado, pero... ¿ocurrió algo más? —preguntaste, intentando que tu tono sonara neutral, aunque había algo de tensión en él.

Levi no respondió de inmediato, y por un momento pensaste que iba a evadir la pregunta. Finalmente, soltó un leve suspiro, dejando su equipo a un lado y mirándote directamente.

—Lo que ocurrió fue que te pasaste de copas —dijo, con un tono seco, aunque había algo en su mirada que traicionaba su aparente indiferencia—. Así que te traje aquí para que descansaras. Fin de la historia.

Aunque te tranquilizó en cierto modo, había algo en su expresión que te hizo dudar. Habías pasado suficiente tiempo a su lado para saber que Levi no siempre decía todo lo que pensaba, y que su manera de proteger a los demás a veces incluía guardar silencio.

Decidiste no insistir, no en ese momento. Sabías que si había algo más, él solo lo diría cuando estuviera listo. Además, el peso de la resaca y la intensidad en su mirada hacían que esa conversación fuera más complicada de lo que esperabas.

—Entonces... gracias —murmuraste, dando un paso atrás—. Por traerme, por todo.

Él solo asintió y regresó a su tarea, aunque notaste un leve relajamiento en sus hombros. Con un último vistazo, te diste la vuelta, aunque la sensación de que había algo más en su silencio no se iba.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora