CAPITULO 36

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Para cuando cumplió nueve meses, Haru parecía decidido a descubrir el mundo desde una nueva perspectiva. Se aferraba a todo lo que estuviera a su alcance para intentar ponerse de pie: mesas, sillas, y, por supuesto, los brazos de Levi, quien, siempre paciente, le ofrecía el equilibrio que necesitaba. Levi observaba esos intentos con una mezcla de orgullo y diversión, levantándolo con suavidad cada vez que Haru tambaleaba y caía sobre sus pequeños pies.

Una tarde, mientras estabais en el establo, Levi decidió darle a Haru una nueva experiencia. Te sonrió ligeramente, invitándote a acercarte, y subió con Haru al caballo, asegurándose de sostenerlo con firmeza frente a él. El pequeño miraba a su alrededor con los ojos bien abiertos, asombrado por la altura y el vaivén del animal.

—¿Qué te parece, Haru? —murmuró Levi, en tono bajo y amable, mientras sostenía con seguridad las riendas y vigilaba cada movimiento de su hijo.

Haru soltó un balbuceo emocionado, sus manitas alzándose como si quisiera tocar el viento, mientras reía de pura felicidad. Tú, observándolos desde abajo, no podías evitar reírte también.

—Creo que le gusta demasiado... —comentaste, divertida, viendo cómo Haru movía las manitas emocionado.

Levi asintió, manteniendo una expresión tranquila pero con una sonrisa en los ojos.

—Es natural que le guste. Tiene la misma curiosidad que alguien que conozco —dijo, lanzándote una mirada cómplice.

Te acercaste al caballo, sonriendo al ver la expresión de Haru, y pusiste una mano en su piernita para asegurarte de que estaba bien sujeto.

—Ten cuidado —le advertiste suavemente, mirando a Levi con un toque de preocupación y ternura.

Levi, sin perder su expresión serena, apretó un poco más el agarre en su hijo, dándote una mirada tranquila.

—Está bien sujeto —te aseguró—. No dejaría que le pasara nada.

Te relajaste un poco, confiando en la firmeza de Levi, aunque no podías evitar observar cada movimiento de Haru, que seguía riendo y mirando todo con asombro.

—¿Te está gustando, eh? —le susurraste, acariciándole la mejilla—. Estás tan grande... No puedo creer lo rápido que estás creciendo.

Levi observó la escena con una leve sonrisa y, por un instante, su mirada reflejó una ternura infinita.

—Si sigue así, va a pedirnos otro paseo mañana —comentó, sin apartar los ojos de Haru.

—Y si se convierte en costumbre, tendrás que traerlo cada vez que esté ansioso por ver el mundo —añadiste en broma, lanzándole una mirada divertida.

Levi asintió, sosteniendo a Haru con la misma delicadeza y seguridad que siempre, como si en esos momentos solo existierais vosotros tres.

Una mañana, cuando Haru empezó a llorar temprano, te despertaste de un sobresalto. Intentaste calmarlo de todas las maneras que se te ocurrieron: lo alimentaste, le cambiaste el pañal, y hasta lo llevaste un rato fuera, esperando que ver el cielo lo relajara. Pero nada funcionaba. Ni siquiera la idea de montarlo a caballo, su actividad favorita, lo entusiasmó. Lloraba sin cesar, y empezabas a notar el cansancio y la frustración al no saber qué hacer.

Desesperada, decidiste llevarlo al cuartel de los Exploradores. Quizás ver a su padre lo tranquilizaría. Caminaste deprisa hasta la base, con Haru llorando en tus brazos todo el camino. Cuando finalmente llegaste, te acercaste a Levi, quien estaba de pie, revisando documentos.

Al verte entrar, Levi frunció el ceño, alarmado por los llantos de Haru.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, dejando los papeles a un lado y acercándose rápidamente.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora