CAPITULO 40

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Un dia, estabas sentada a la mesa con Haru, tratando de que se comiera su puré, pero el pequeño estaba en uno de esos días difíciles. Cruzaba los brazos, hacía pucheros y giraba la cabeza cada vez que intentabas acercarle la cuchara. Después de varios intentos, su frustración llegó al límite: metió su manita en el puré y, sin pensarlo dos veces, lanzó un puñado al suelo, haciendo que el puré se esparciera por toda la cocina.

—¡Haru! ¿Qué haces? —dijiste, sorprendida y enfadada—. ¡Te estás portando super mal!

Haru te miró con el ceño fruncido y una mueca de fastidio, gritando con su vocecita aguda:

—¡No quiero, mamá!

Respiraste hondo, intentando mantener la calma, aunque tu paciencia se agotaba rápido. Sabías que no podías ceder, así que le miraste con firmeza y le dijiste:

—Pues te lo vas a comer, Haru. Si no es ahora, será en la cena. ¡Y si no, mañana! —le advertiste—. Y nada de juegos ni chuches si no comes.

Haru te miró con una mezcla de frustración y sorpresa, como si no pudiera creer que estuvieras tan seria. Empezó a hacer pucheros, y justo en ese momento, la puerta se abrió y Levi entró con unas bolsas llenas de alimentos, observando la escena con una expresión de desconcierto.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Levi, mirándote a ti y luego a Haru, notando el puré esparcido por el suelo.

Al ver a su padre, Haru aprovechó la oportunidad. Su expresión cambió a un llanto lleno de dramatismo, y con lágrimas en los ojos, gritó:

—¡Papaaaa!

Intentó levantarse de la silla para ir hacia Levi, pero tú, firme en tu postura, lo detuviste.

—No, no vayas donde papá llorando —le dijiste, sin dejar espacio para protestas—. Cómate la comida, Haru.

Levi observó la escena, intentando no sonreír, aunque la situación parecía divertirse. Se agachó, colocando las bolsas a un lado y acercándose al nivel de Haru.

—¿Así que no quieres comer el puré? —le preguntó Levi, mirándolo con una ceja levantada.

Haru lo miró, esperando una salida fácil, pero Levi se mantuvo serio.

—Sabes que mamá tiene razón, ¿verdad? —dijo Levi con calma—. Si quieres crecer fuerte, necesitas comer lo que te preparan.

Haru, entre pucheros y lágrimas, miró el puré y luego a ti, tratando de decidir si quería seguir protestando. Finalmente, con un estallido de frustración, exclamó:

—¡No, no y no! —y golpeó el plato con ambas manos, esparciendo el puré por todas partes, manchándose las manos y salpicando la mesa y hasta tu ropa.

Suspiraste, viendo que la situación no iba a mejorar.

—Pues no comas, entonces —dijiste, resignada pero firme. Le quitaste el plato con cuidado y te dirigiste a la mesita del salón, donde guardabas las toallitas de bebé para estos momentos de emergencia.

Haru te miró con el ceño fruncido, quizás sorprendido de que no insistieras más en que comiera. Se quedó en silencio, observándote mientras te acercabas de nuevo, toallita en mano, para limpiarle las manos y la carita llena de puré. Mientras lo limpiabas, él permanecía quieto, aún algo molesto, pero ya más calmado.

Levi, que había presenciado toda la escena, se cruzó de brazos y se acercó a Haru con una mirada que mezclaba algo de seriedad y humor.

—¿Así que esa es tu forma de decir que no te gusta el puré? —preguntó Levi, arqueando una ceja.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora