CAPITULO 34

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—¿Sabes que tu papi y tu mami son amigos desde que teníamos cinco años? —le dijiste a Haru con una sonrisa mientras le mostrabas los dedos, alzándolos uno a uno—. Sí, desde los cinco años. Vivíamos en la ciudad subterránea —suspiraste, recordando aquellos días difíciles—. No sabes la suerte que tienes de no haber nacido allí... Eso es un infierno, un lugar sin sol, lleno de sombras.

Sacudiste la cabeza suavemente, quitándote esos recuerdos de la mente para no empañar el momento.

—Pero no te preocupes, Haru —dijiste, mirándolo con todo el amor del mundo—. Tu mamá y tu papá siempre van a estar aquí contigo, y nunca te va a faltar de nada.

Haru te miraba atentamente, como si pudiera entender cada palabra. Le acariciaste la cabecita y le diste otra cucharadita de su comida, y él sonrió, con la boca todavía llena.

—Vas a crecer aquí, donde hay luz, donde tienes una familia que te quiere... donde tienes un futuro —continuaste, sintiendo una paz inmensa al decirlo en voz alta—. Y nada ni nadie te va a quitar eso, Haru.

Te inclinaste para darle un beso en la frente, sintiendo la promesa de esa vida nueva que estabais construyendo para él, una vida de amor y seguridad que ni siquiera el pasado podía ensombrecer.

—Ojalá no tengas que luchar nunca contra los titanes —susurraste, mirando a Haru con una mezcla de esperanza y preocupación en los ojos—. Ojalá nunca tengas que saber lo que es el miedo, ni lo que es perder a alguien.

Él te miraba con esos ojos grandes, llenos de inocencia, sin entender aún el peso de tus palabras. Acariciaste su mejilla, sintiendo una enorme necesidad de protegerlo de todo lo oscuro y peligroso que conocías.

Suspiraste, con la esperanza de que los sacrificios que tú, Levi y todos vuestros compañeros habían hecho a lo largo de los años fueran suficientes para construirle un mundo donde no necesitara enfrentar esos horrores. En silencio, deseabas con todas tus fuerzas que Haru pudiera vivir una vida en paz, lejos de los conflictos y el miedo.

—Tu papá y yo hemos visto cosas que espero nunca tengas que conocer, ¿sabes? —continuaste, aunque el pequeño Haru solo te miraba con esa inocencia pura, ajeno a cualquier peligro.

Con una sonrisa nostálgica, apretaste su manita suavemente.

—Por eso luchamos. Para que tú y todos los niños puedan crecer en un mundo donde el cielo sea solo cielo, y no una barrera. Donde la única aventura sea correr por los campos y explorar sin miedo.

Te quedaste en silencio unos instantes, sintiendo la tranquilidad del momento. Aunque el futuro era incierto, esa pequeña promesa se mantenía viva en tu corazón: harías todo lo posible, junto a Levi, para que Haru y las generaciones futuras pudieran vivir sin cadenas, con la libertad que se merecían.

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Horas más tarde, al caer la noche, escuchaste el sonido de la puerta al abrirse y unos pasos familiares acercándose. Una sonrisa se dibujó en tu rostro, y dejaste lo que estabas haciendo en la cocina para asomarte al pasillo.

—¡Oh, mira quién está aquí! —exclamaste con alegría, llamando la atención de Haru desde la cuna—. ¡Ha vuelto papá!

Levi entró, visiblemente cansado pero con una expresión de alivio al veros. Te acercaste y le diste un rápido abrazo antes de señalar hacia la cuna, donde Haru estaba despierto, moviendo las manitas y mirando a su padre con esa curiosidad que parecía reservar solo para él.

Levi dejó su equipo a un lado y se acercó a la cuna, inclinándose para mirar a Haru. Al ver a su padre, el bebé soltó un pequeño balbuceo, y Levi no pudo evitar sonreír, con esa suavidad que solo tú y Haru lograbais despertar en él.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora