Desde la primera noche, Levi y tú descubristeis que dormir sería un lujo raro. Las mellizas parecían tener sus propios horarios y a menudo se turnaban para llorar, llamando vuestra atención justo cuando lograbas calmar a una de ellas. Levi, siempre atento, se levantaba en mitad de la noche para arrullarlas, cargándolas en sus brazos con una paciencia infinita, aunque en su rostro podía verse el cansancio acumulado. A veces os encontrabais, ambos despiertos en mitad de la noche, compartiendo una sonrisa de complicidad, sabiendo que este agotamiento también era parte de la aventura.
Haru, aunque aún muy pequeño, parecía comprender lo delicado de la situación. Cada mañana se asomaba con cuidado al cuarto de sus hermanas y se asomaba en puntillas, comprobando que estuvieran bien, y luego corría a despertaros con una sonrisa llena de entusiasmo.
—Mamá, papá, ¡ya despertaron! —exclamaba cada mañana, como si verlas despiertas fuera su manera de empezar el día con alegría.
—Sí, ahora me levanto... —murmuraste con una sonrisa cansada, tratando de encontrar fuerzas.
La realidad era que ni tú ni Levi teníais muchas energías después de la noche. Pero antes de que pudieras moverte, Haru se tumbó encima de ti, acurrucándose con esa espontaneidad que te hacía sonreír incluso en los días más agotadores. Levi se acercó, y entre los dos rodeasteis a Haru en un abrazo, disfrutando de ese instante de calma juntos.
—Mamá, estás... gordita —dijo Haru con la inocencia propia de su edad, observándote con sus ojos curiosos.
—Oye, niño —respondíste, riendo suavemente—, que acabo de tener a tus hermanitas. Me costará un tiempo volver a estar en forma.
Sin embargo, Haru te miró con una gran sonrisa y te abrazó con más fuerza.
—¡Así estás mucho mejor! Eres más blandita —dijo, acurrucándose contra ti con una expresión feliz.
Levi soltó una risa baja, y en sus ojos veías un brillo de ternura mientras miraba a Haru.
—Mamá está perfecta como está, ¿verdad? —le dijo Levi, dándote una mirada cómplice.
Haru asintió con entusiasmo, pero entonces, con esa curiosidad inagotable que lo caracterizaba, levantó la mirada hacia vosotros y lanzó una pregunta que os dejó sorprendidos.
—Mamá, papá... ¿cómo se hacen los bebés? ¿Puedo hacer yo uno también?
Te quedaste sin palabras por un segundo, mirando a Levi para ver su reacción. Levi se rió, pero trató de mantener la compostura, sabiendo que Haru esperaba una respuesta seria.
—Bueno, Haru... los bebés son algo especial que traen las mamás y los papás cuando están listos para formar una familia —dijo Levi con paciencia—. Es un proceso que ocurre cuando ya eres un adulto, y requiere mucho amor y responsabilidad.
Haru frunció el ceño, pensando seriamente en las palabras de su padre.
—¿Entonces necesito esperar mucho? —preguntó, un poco decepcionado—. Porque yo quería hacer un bebé también, para que juegue con Kaoru y Layla.
Te reíste suavemente y acariciaste su cabello, conmovida por su dulzura.
—Por ahora, Haru, tú ya tienes una misión muy importante como hermano mayor —le explicaste—. Kaoru y Layla van a necesitarte mucho, y puedes jugar con ellas y cuidarlas mientras crecen.
Haru asintió, sintiéndose satisfecho con la idea de ser el hermano mayor. Te miró con una sonrisa enorme y luego, acurrucándose entre vosotros dos, susurró:
—Entonces seré el mejor hermano mayor.
Rodeados por el calor de ese abrazo, supisteis que esos pequeños momentos de amor y ternura hacían que cualquier cansancio valiera la pena.
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LEVI X TU
RomanceTú y Levi sois los mejores amigos desde que teníais cinco años. Él se preocupa mucho por ti y te quiere, pero no lo confiesa ni lo demuestra porque tiene miedo al rechazo. Sólo es amable contigo, pero con los demás es un hombre frío.