CAPITULO 33

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Las semanas siguientes estuvieron llenas de noches en vela, pequeños suspiros y constantes despertares, pero cada momento se sentía como un descubrimiento. Tener a Haru en casa era como vivir en un ciclo infinito de aprendizaje y amor, donde los días y las noches parecían entrelazarse sin una separación clara.

Al principio, el llanto de Haru parecía romper la paz de la casa en cualquier momento, sin previo aviso. Apenas lograbas dormir un par de horas antes de escuchar su pequeño llanto, y tú y Levi os turnabais para atenderlo, aunque más de una vez acababais los dos despiertos, observando a Haru con una mezcla de cansancio y ternura.

Levi parecía haber encontrado su ritmo con Haru. Solía cargarlo mientras paseaba por la casa, hablándole en voz baja, incluso en medio de la noche. Tú, a menudo medio dormida, podías ver la escena desde la cama: Levi, caminando suavemente con Haru en brazos, con una expresión de serenidad que pocas veces habías visto en él.

Durante el día, la casa era un ir y venir de pequeñas rutinas. Las visitas de vuestros compañeros nunca faltaban, cada uno trayendo algún detalle o simplemente ofreciéndose a ayudar en lo que fuera. Hange siempre encontraba una razón para pasar, trayendo pequeños libros o adornos para la cuna, mientras que Sasha y Connie, con frecuencia, intentaban entretener a Haru con sus caras graciosas, aunque aún fuera demasiado pequeño para entender.

Y luego, en esos pequeños momentos en los que Haru estaba tranquilo y dormido, tú y Levi podíais compartir miradas cómplices, sonrisas agotadas y, de vez en cuando, un breve descanso abrazados en el sofá o en la cama.

Cada día con Haru era una mezcla de retos y pequeños logros, de amor y de paciencia. Y aunque el cansancio a veces te vencía, en cada suspiro, en cada sonrisa soñolienta de tu bebé, sabías que la vida había cambiado para siempre.

A pesar del cansancio, salir a pasear todos los días se convirtió en un ritual sagrado. En cuanto el sol asomaba en el horizonte, tú y Levi salíais de casa con Haru en brazos, buscando un momento de paz y aire fresco. Los paseos por los campos fuera de los muros eran los favoritos; el cielo abierto, el susurro de la brisa y el silencio os daban la serenidad que necesitabais.

 Los paseos por los campos fuera de los muros eran los favoritos; el cielo abierto, el susurro de la brisa y el silencio os daban la serenidad que necesitabais

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Cuando paseabais por la ciudad, la escena era otra. Las miradas de los ciudadanos siempre se posaban en vosotros, especialmente en Levi. La gente no podía evitar quedarse mirando, susurrando entre ellos al ver al infame Capitán de la Legión de Reconocimiento sosteniendo con suavidad a un bebé en sus brazos. Los murmullos eran inevitables; algunos parecían sorprendidos, mientras que otros sonreían discretamente, casi como si estuvieran viendo algo que jamás habrían esperado.

Levi, por supuesto, mantenía su expresión inmutable, ignorando las miradas curiosas mientras caminaba con Haru. Podías notar, sin embargo, cómo sus ojos se suavizaban cada vez que bajaba la vista hacia vuestro hijo, asegurándose de que estuviera cómodo y abrigado. Te sonreías cada vez que veías esa ternura oculta en su rostro, sabiendo que, por mucho que aparentara, en el fondo estaba tan conmovido por Haru como tú.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora