CAPITULO 16

3 1 0
                                    

Pero tus fuerzas no dieron para más, y, a pesar de las palabras de Levi, todo se fue desvaneciendo a tu alrededor. El cansancio, el dolor y la pérdida de sangre te hicieron caer en la oscuridad. La última imagen que viste fue su rostro, serio y tenso, llamándote para que resistieras, pero pronto todo se volvió negro.

Durante las horas que siguieron, una fiebre alta se apoderó de ti, y los médicos, con Levi a su lado, hicieron todo lo posible por estabilizarte. Él no se movió de allí ni un instante, vigilando cada procedimiento, su mirada fija en ti y en los médicos, como un guardián implacable. Se mantenía firme, pero cualquiera que lo observara de cerca notaría el cansancio en sus ojos y la tensión que apenas lograba contener.

—¿Está bien? ¿Se recuperará? —preguntaba Levi a los médicos, su tono bajo pero cargado de una preocupación evidente.

—La fiebre es una respuesta normal debido a la herida abierta —respondió uno de los médicos—. Pero ahora está bajo tratamiento. Con descanso, debería recuperarse.

Sin embargo, el tiempo pasaba, y la fiebre no cedía. Levi apenas se movía, manteniendo un paño húmedo en tu frente y controlando la temperatura de la habitación, haciendo lo que estuviera a su alcance. Cada vez que tu respiración se alteraba o el médico sugería cambiarte las vendas, su expresión se endurecía, como si estuviera decidido a impedir cualquier riesgo que te amenazara.

Finalmente, tras varias horas, tu respiración comenzó a volverse más estable, y la fiebre empezó a disminuir poco a poco. Levi permaneció a tu lado, observando cada cambio con una atención inquebrantable, hasta que por fin, cerca del amanecer, pudo soltar un suspiro de alivio.

—Está embarazada de un mes... No le va a pasar nada al bebé, ¿no?

El médico dudó un instante, pero enseguida se apresuró a tranquilizarlo.

—El bebé no ha sufrido daños evidentes, capitán. Hemos hecho todo lo necesario para estabilizarla, y vigilaremos de cerca. Pero la recuperación es crucial para ambos.

Levi se quedó en silencio, asimilando las palabras. Sus ojos se posaron en ti, dormida y vulnerable en la cama, y la tensión en su rostro suavizó solo un poco. En ese momento, con el peso de la responsabilidad y la preocupación reflejados en su mirada, Levi comprendió cuán frágil era esa vida que los unía y cuánto dependía de que él la protegiera a toda costa.

Se sentó en una silla junto a ti, sin apartar la vista de tu rostro. Y aunque no podía hacer más que esperar, su determinación solo se hizo más firme: no iba a permitir que nada te ocurriera, ni a ti ni al bebé.

—Le...vi...? —murmuraste débilmente, apenas abriendo los ojos mientras tratabas de orientarte en la penumbra de la habitación.

Levi se inclinó hacia ti al escuchar su nombre, y en sus ojos viste un alivio intenso, aunque su tono se mantuvo firme, casi severo.

—Estoy aquí... —dijo, su voz baja pero cargada de una mezcla de preocupación y enfado—. No me vuelvas a hacer pasar por esto. Es la segunda vez que me asustas de esta manera.

Intentaste esbozar una pequeña sonrisa, aunque el dolor y el cansancio todavía te pesaban. Sentir su mano sosteniendo la tuya y su presencia junto a ti te brindaba una paz que hacía mucho no sentías.

—Lo siento... —susurraste, y aunque sabías que te reprendería por ello, podías ver en sus ojos el alivio de saber que estabas bien.

Levi suspiró, y por un instante, la tensión en sus facciones pareció relajarse. Apretó tu mano con suavidad y te observó con una mirada que reflejaba más de lo que las palabras podían expresar.

—Solo descansa... y no intentes hacerte la fuerte. Esta vez, vas a escucharme —murmuró, con esa mezcla de cariño y firmeza que solo él sabía usar.

Cerraste los ojos de nuevo, dejando que su voz y su cercanía te calmaran. Con Levi a tu lado, sentías que podías enfrentar cualquier cosa, incluso los miedos y la fragilidad que traía este nuevo comienzo.

Mientras dormías profundamente, Levi permaneció a tu lado en silencio, observando cómo tu respiración se volvía más tranquila. Con cada minuto que pasaba, sentía cómo su determinación se hacía más fuerte y clara. Había tomado una decisión: no solo te protegería a ti, sino también a la nueva vida que habían creado juntos, y se aseguraría de que tu recuperación ocurriera en un lugar seguro, lejos del peligro y de las amenazas constantes que enfrentaba la Legión.

Al ver los primeros rayos del sol filtrarse por la ventana, Levi se levantó, cubriéndote con cuidado y lanzándote una última mirada antes de salir. Iba a asegurarse de que tu vida, y la de su hijo, estuvieran seguras y rodeadas de todo lo que necesitaran.

Con paso decidido, Levi salió de la zona de refugiados y se dirigió hacia la ciudad dentro de los muros de Shina. Allí, en el lugar más protegido y seguro de toda la humanidad, buscó un sitio que pudiera convertirse en un verdadero hogar, un lugar donde pudieras sanar y construir una vida lejos de la incertidumbre constante de las murallas exteriores. Durante horas recorrió diferentes barrios y viviendas, evaluando cada rincón con la misma precisión que aplicaba a todo en su vida.

Finalmente, encontró una casa que cumplía con lo que buscaba: sólida, tranquila y alejada del bullicio del centro de la ciudad. Con un espacio suficiente para que ambos pudieran vivir cómodamente y, más importante, lo bastante segura como para proteger a su familia de cualquier peligro.

Al mirarla, sintió por primera vez en mucho tiempo un atisbo de paz. Sabía que esta casa sería un buen comienzo para ustedes. Con una determinación firme, hizo los arreglos necesarios, dispuesto a convertir este lugar en un refugio, en un hogar que los protegiera y que fuera digno del futuro que ambos habían comenzado a construir.

LEVI X TUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora