Capitulo 30 : Sentimientos

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Liz, cariño – Dijo Rose asomando la cabeza por la puerta de la habitación – Papá y yo vamos a salir, ahora, ¿Tienes algún problema quedándote sola? – Preguntó amablemente, lo que Liz sabía que significaba "Vamos a salir, te guste o no, y te vas a ir a dormir porque es mi casa y son mis reglas"

No mamá, salgan tranquilos, cualquier cosa los llamo, como siempre – Dijo Liz sintiéndose una adolescente nuevamente. Eso debo hacer pensó Liz voy a salir, a sentirme una adolescente otra vez, a despejarme un rato y seducir algún galán para no llevarlo a ningún lado.

Bueno Liz, cualquier cosa, nuestro teléfono está encendido. ¿Me das una mano con la preparación? Es una cena de gala, uno de los dueños del banco cumple años, o se casa, o se muere, no sé, no me interesa, solo sé que me tengo que vestir bien, muy elegante y estar a la altura. – Volvemos a mi adolescencia. Liz conocía muy bien a Rose, necesitaba su talento para maquillar y pintar uñas, cosas que podía hacer sola, pero que disfrutaba no tener que hacer.

Bueno, ahora voy y te ayudo – Dijo Liz, su madre asintió y salió de la habitación cerrando la puerta.

Luego de un par de horas los padres de Liz estaban en el auto saludando a su hija por la ventanilla mientras salían en dirección a la fiesta que al final era una cena de bienvenida para un nuevo socio.

Ahora si – Dijo Liz y se propuso prepararse para salir, era temprano, los boliches normalmente abren a la una y eran casi las ocho, así que pensó en sus rutinas antes de salir a bailar, y adoptó la que mejor le quedaba en ese momento: ducharse, dormir, luego arreglarse y salir.

Ya limpia, con el pelo mojado todavía, decidió acostarse a descansar un rato, solo que su cama le resultaba algo incómoda por lo cual tomó un pequeño desvío al cuarto de sus padres, entró y se tiró en la cama como hacía cuándo tenía once años.

¿Es cómoda? – A Liz se le puso la piel de gallina, solo Él podía lograr ese efecto en ella, solo escuchar su voz la hacía estremecerse de pies a cabeza. Ignóralo, ignóralo, ignóralo, capaz con eso se vaya y no regrese Pensó Liz haciéndose la que no había escuchado nada. - ¿Es cómoda? – Damien se impacientaba, pero Liz solo cerraba sus ojos con fuerza como si fuera una pesadilla. – Por favor, no hagas cosas tan infantiles Liz, me doy cuenta que me escuchaste – Dijo en un intento desesperado por captar la atención de la morena que lo estaba por volver completamente loco, el solo verla desnuda con solo un toallón que la cubría y no poder acercarse y tocarla sin ser abofeteado y sufrir la ira de la pequeña y frágil humanita que tenía en frente. – Okey, me rindo, ¿Me puedes disculpar? – Ella no se inmutó – No era mi intención, al cielo, si lo era, no quería dejarte ni burlarme de tus estúpidos sentimientos, pero no tenía otra alternativa y- Liz lo cortó en seco roja de la rabia.

¡¿ESTUPIDOS SENTIMIENTOS?! ¿De verdad es lo mejor que puedes decirme? – Liz explotaba de rabia.

¡¿HORMONAS Y NADA MÁS?! – La morena entendió por dónde venía el asunto.

¿Por eso estás así de enojado y eufórico? ¿Esperabas algo más? Si soy una prostituta de cuarta. – Dijo haciendo referencia a las cosas que el mismo insinuó cuando charlaban no muy pacíficamente.

¡¿HORMONAS Y NADA MÁS?! – Repitió Damien.

¡OBVIAMENTE! Porque, como veras no tengo estúpidos sentimientos – Dijo Liz pasando delante de Damien yendo a su cuarto, no le importaba que la viera desnuda, ya lo había hecho. Se vistió lo más rápido que pudo y salió de su cuarto, se maquillaría en el auto o no se maquillaría, pararía en un bar a ahogar penas y luego iría a algún boliche a sacudir su cuerpo y esperar que algún pez pique el anzuelo.

Liz – La frenó Damien – Mírame a los ojos y dime que no sentiste nada, solo calentura y me iré – Liz tragó saliva y Damien sonrió – Sin mentiras, me doy cuenta cuando mentís.

Fue solo sexo, hormonas, calentura y ganas – Dijo Liz, intentando sonar lo más convincente posible. Damien se quedó mirándola a los ojos y ella a él. - ¿Convencido? – Dijo arqueando una ceja.

No, para nada. – Dijo Damien admirando a Liz, le gustaba que se enoje.

Entonces muévete, me quiero ir, estaba por salir. – Dijo Liz que ya no tenía muchas ganas de salir a ningún lado, pero quedarse sería peor.

Mentiste. – Sentenció Damien.

No lo hice. – Dijo Liz ya estando de espaldas alejándose de él.

¡MIRAME A LOS OJOS ENTONCES! Pero de verdad, ¡no a la mitad de la nariz! – Mierda, no funcionó. Liz se paralizó a mitad de su camino a la puerta, dio media vuelta y Damien estaba ahí, tan cerca de ella que podía oler su aliento, el perfume de su piel. Aun teniendo tacos, miró hacia arriba para encontrarse con los demandantes ojos color miel que exigían una respuesta sincera, se perdía en esos ojos, no pudo emitir un solo sonido, solo abrir y cerrar la boca como un pez. – ¿Ves lo que digo? No puedes mentirme así, Liz no fue solo sexo.

Piensa lo que quieras – Liz salió de su hipnosis color miel y se alejó a la puerta, subió a su auto y salió conduciendo a algún lado, no sabía a donde, ya vería que hacer. De repente la ruta cambió y más que una calle de ciudad parecía un desierto, no había camino, solo tierra y pastizales, sentado en el asiento del copiloto estaba Damien, Liz frenó de golpe. - ¿Qué haces?

Mírame a los ojos, y decime que no sentiste nada. – Liz supo que no podía cumplir con eso, aun así lo intentó, era una guerra, esmeralda contra miel, la cual sabía que perdería, ¿A quién podía engañar? Estaba completa y locamente enamorada de ese diablo. - ¿A dónde quieres llegar con esto pequeña?

Unther the Devil's LawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora