Capitulo 36: Paranoia

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La planificación de la fiesta no les tomó mucho tiempo, Liz por su parte decidió que podía irse a su departamento en la ciudad nuevamente, ya no se sentía adolorida ni aparentaba tener secuelas de su accidente. Tenía que limpiar, seguramente nadie había entrado en el departamento en meses, y la tierra se acumula, la comida se echa a perder y los platos no deben haberse lavado solos, con solo considerar que podría tener la cocina infestada con cucarachas un escalofrío le recorrió la espalda.

Liz dejó el auto en el estacionamiento subterráneo del edificio, tomó el ascensor y se sintió libre, en su brazo derecho tenía la cartera colgada y las llaves en la mano, en el izquierdo una bolsa color madera con algunos comestibles que la dejarían sobrevivir por ese día al menos. El aire se sentía pesado, cosa que Liz jamás había notado estando en su departamento, al alejarme por mucho tiempo las cosas se sienten diferentes se dijo a sí misma. Llego a su departamento ahuyentando las ideas locas sobre influencias demoníacas en sus sentidos, al abrir la puerta le sorprendió encontrar todo limpio y ordenado. Cerró la puerta detrás de sí misma y examinó la sala con curiosidad: no había polvo, tierra, suciedad, nada, sus sillones bien acomodados, el suelo tan limpio que parecía brillar, los muebles pulidos, los cuadros perfectamente colgados y acomodados los que estaban sobre muebles. Se frotó lo ojos esperando que la mugre reaparezca, pero no sucedió, todo seguía igual de reluciente, la morena empezó a contar mentalmente quienes tenían llaves de su apartamento: Anna (si no la había perdido), sus padres y ella. Ella no había sido, Anna tampoco se habría tomado la molestia, hubiese ido a ayudarla a limpiar cuando supiese que volvía y sus padres insistían en que fuese responsable de ella misma, por ende era poco probable.

El resto de las habitaciones, al igual que la sala, estaban impecables. A Liz le pareció obra santa, una señal del destino diciéndole algo. Fue a la cocina y se preparó un té en una bandeja con un par de galletitas que había traído, se sentó en el sillón frente al televisor apoyando la bandeja en la mesa baja que tenía delante, se dispuso a mirar una película en alguno de los canales mientras merendaba. Aspiró el aroma del té y se puso a mirar "Diario de una Pasión", así decía el canal, ella conocía la película como "El Diario de Noa" o "The notebook" en Inglés.

Como a las ocho de la noche se preparó algo para cenar y pensó que podría aprovechar la noche para salir, ir a un bar a probar suerte, en una de esas, podía olvidar a ciertas personas. Comió arroz con atún, limpió todo para no romper con la paz que había en su casa, fue a su habitación y miró la ropa del armario. Decidió ponerse una pollera amplia color negro con una remera blanca lisa y tacos altos negros, resignó la comodidad de sus zapatillas por estar vestida como una mujer infernal. Se maquilló y bajó al subsuelo a buscar su auto, condujo hasta uno de los bares de la ciudad donde pasaban rock, se sentó en la barra y pidió una margarita.

Terminó su trago y sintió que alguien la miraba, discretamente busco por el bar el par de ojos que la vigilaban, creyó ver un par de ojos color miel que la miraba con deseo, pero al parpadear la sensación desapareció, se levantó de su asiento y se acercó a un pool, donde había un grupo de hombres jugando, él había estado ahí, entre ellos.

Nena – Dijo un pelirrojo musculoso – Si no vas a jugar no estorbes. – Liz puso cara de pocos amigos y el resto de los hombres que acompañaban al pelirrojo lo asesinaron con la mirada.

Chad no seas ridículo, ¿cómo podría estorbar esta belleza? – Dijo un rubio bajito que la miraba de arriba abajo a Liz con hambre. La morena sonrió de una forma encantadora quitándose el pelo de la cara.

Si hay lugar para otro jugador no tengo problema – Dijo fulminando al pelirrojo, quien la había retado. Cuando tenía diez su padre le enseñó a jugar al billar (pool en argentina), Liz sorprendió a su padre una tarde cuando, después de practicar por muchísimas horas, podía embocar cualquier bola que se le pidiese, sin importar que tan lejos o encerrada esté.

Unther the Devil's LawDonde viven las historias. Descúbrelo ahora