31. VIDA LIBRE.

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El principio de Jade en la isla fue curioso.
Después de la cena lo dejaron estar, claro que Evolet, la jefa lo veía constantemente mientras comía. Y el chico no sabía por qué. Obvio, la pareja se sentó a hablar de la situación del nuevo residente antes de sentarse a la mesa. En la privacidad del que ahora era el cuarto de la pareja.

El encuentro de los esposos había sido agridulce. Por un lado la emoción del reencuentro y por el otro la incertidumbre de lo que habían pasado mientras estuvieron separados.
Evolet le contó cómo fue su llegada después de dejarlo. Como enfermera del ejército en la isla, ese cambio le había sentado de maravilla, todo iba bien... y las cosas fueron empeorando en la isla después de la noticia en que la isla pasaría a ser propiedad de ciencias, como los recursos que les administraba el gobierno fueron siendo cada vez menos y tuvieron que recurrir a vender cosas en el puerto o intercambiarlas para alimentarse. Con el tiempo el jefe que tenían en su residencia también se fue y 5 personas, incluyéndola tomaron el mando. De igual forma poco a poco la población fue disminuyendo, quedando un grupo de treinta personas. Ahora treinta y dos contando a Jade y Francis.
Y su esposo prefirió ir directo al grano, Jade. Francis le contó todo lo que Jade le dijo de su prometido. La compra de su vida, los crímenes en su contra, la violencia emocional y verbal. Los golpes y castigos.

Evolet se sorprendió. Principalmente en la parte donde le dijo que Luka era una de las cabecillas de la mafia en el norte. Los Petrov.
Era un pez gordo, uno muy gordo. Tenía negocios de drogas y armamento por todo el país. Y su influencia alcanzaba la moneda, la economía.

Tenemos que informarlo, armar un caso en su contra– Francis siempre admiró la sagacidad de su mujer, pero esa vez no –no podemos, ni siquiera tenemos pruebas o algo para dar un informe– se levantó de la cama, sabía a donde iba la conversación –tenemos a Jade, podemos...–.

No– zanjo su idea de un ademán –el niño no te dirá nada, olvídalo–.

El niño. Su esposo no se refería así a cualquiera, menos a un joven que apenas conocía. Algo había entre ellos. Y empezaba a sospechar qué.

Vamos, bajemos a cenar– acaricio la mejilla de su esposo –conversaremos más, después– no iba a dejar el tema.

*

Jade despertó con calor. Tenía la cara aperlada de sudor, después de todo el clima era tropical. Había dormido en una playera que comenzaba a quedarle más pequeña y en ropa interior. Recorrió la tela del dosel de la cama y camino hasta la ropa que Cuervo le había entregado la noche anterior.
Su protector le dijo en la cena que en una de las casas había quedado más ropa y algunos objetos empaquetados en cajas, cosas que no se pudieron llevar en su momento las personas que comenzaron a dejar la isla.

El chico estaba decidido a ir más tarde para ver si podía tomar algo para él y su bebé.
El bebé había re estirado su piel. En unos 15 días más ya tendría 5 meses. Y Francis comenzaría a tener razón, el bebé iba a ser grande. Su pequeño hijo comenzaba a moverse de vez en cuando, lo sentía y cada vez que lo hacía le hablaba con emoción. Estaba encantado con su presencia, se hacía notar de que Jade no estaba solo.

Se puso la ropa que le había dejado, una falda larga de tela fresca, una playera que le quedaba justa y unas sandalias. Ahora todo el que lo viera sabría que estaba embarazado.

No vio a Francis por ningún lado y le pregunto a una chica que pasaba por ahí si le podía decir donde estaba la cocina. Pero antes de que esta contestara, Evolet apareció y había escuchado la pregunta.

Jade, por el momento la cocina está cerrada, tienes que levantarte más temprano. Aunque en esta ocasión no es tu culpa, olvide recordar al personal que tocará tu puerta– vio por primera vez con detenimiento a la mandamás.

Llorar y seguir llorando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora