A las seis y media de la mañana me despierto y oigo a Eric en el baño. Quiero darle un beso antes de que se marche, pero tengo tanto sueño que esperaré a que termine de asearse. Pero cuando me despierto son las diez y media de la mañana y sólo puedo musitar:
—Joderrrrrrrrrrrrrr.
Tumbándome de nuevo en la maravillosa y enorme cama que comparto con mi amor, cojo mi móvil y tecleo:
¿Todo bien?
Me preocupo por mi chico tanto como él se preocupa por mí. Y un minuto después recibo la contestación:
Cuando esté contigo, todo volverá a estar bien.
Te quiero
Sonrío como una boba, me revuelco en la cama y disfruto de su aroma en las sábanas. Holgazaneo un poco y después abro el Facebook en mi portátil y subo una foto de Eric y mía en la playa. Dos segundos después, mi muro se llena de comentarios de mis amigas las guerreras. Divertida, leo cosas como: «¡Cómete a tu marido!» «¡Si tú no lo quieres, dámelo a mí!» O aquello otro de «¡Quiero un Eric en mi vida!».
Me río. Las guerreras, esas amigas que un día conocí a través de una red social, están felices por mi boda y no paran de bromear sobre mi luna de miel. ¿Será que me envidian?
Tras una ducha fresquita, decido llamar a mi padre. Quiero hablar con él. Miro el reloj y calculo la diferencia horaria. En España es de madrugada, pero sé que él ya está levantado. Le pasa como a Eric, duerme poco.
Me siento en la cama, marco el número, se oyen dos timbrazos y, cuando descuelgan, digo:
—Orale, papitooooooooooo. ¡Buenasssssssss!
Al reconocer mi voz, mi padre suelta una carcajada.
—Hola, vida mía. ¿Cómo está mi morenita?
—Bien, papá, ¡todo genial! —Y tras oírlo reír, añado—: Esto es una pasada y me lo estoy pasando genial con Eric.
—Me encanta saberlo, bonita.
—En serio, papá, tienes que animarte y venir. Deberías decirle al Bicharrón y al Lucena que el próximo viaje lo tenéis que hacer aquí. Os va a encantar.
Mi padre suelta una carcajada.
—Ojú, morenita, ¡al Lucena no lo sacamos de España ni jarto vino tinto! Fue a tu boda a Alemania sólo porque eras tú. ¡No te digo más!
—¿Tan mal lo pasó en el viaje?
—No, hija, lo pasó muy bien. Pero lleva muy mal el tema de la comida. Según él, ¡como en su casa no se come en ningún lado!
—Pues haz el viaje con el Bicharrón y su mujer, ¡seguro que les encanta!
—Eso sí... a ésos seguro que les gusta.
Hablamos durante un buen rato. Le cuento mil cosas y me cuenta cómo va todo. Está algo preocupado por la crisis. Ha tenido que despedir a uno de sus mecánicos y eso a mi padre se le ha clavado en el corazón. Cuando consigo que sonría de nuevo, pregunto:
—¿Flyn se está portando bien?
—Como una malva, y menuda niñera que es para Lucía. ¡Se la come a besos! —Yo sonrío al imaginarlo y élprosigue—: En serio, cariño, se está divirtiendo mucho con los muchachos de la urbanización y con Luz. ¡Vaya camarilla más peligrosa forman esos dos! Por cierto, no veas lo que le gusta al jodío el jamoncito. Y tiene buen paladar. No le des jamón corrientito, que rápidamente me mira y dice: «Manuel, ¿este jamón es del malo?».
—¡No me digas!
—Ya te digo. Y el salmorejo de la Pachuca, ¡ojú!, lo tiene loquito. —Yo me río—. No hay vez que no entremos en el bar que el muchachillo no pida un salmorejo. Y lo dicho, con Luz lo pasa genial. Le ha enseñado a montar en bici y...