Tres días después, me vuelvo a encontrar mal.
Debo de estar cogiendo la gripe que Flyn está soltando.
Me duele la cabeza y sólo me apetece dormir, dormir y dormir.
Pero no puedo. Frida llamó ayer para venir a visitarnos. Andrés y ella tienen algo que decirnos y, por su voz, debe de ser algo muy emocionante. Me dijo que había avisado también a Björn. Así pues, me tomo un paracetamol y los espero.
Laila entra en la cocina y, al ver que me tomo la pastilla, pregunta:
—¿Te encuentras mal?
Mi relación con ella no es fría sino congelada y, mirándola, respondo:
—No.
Ella asiente y yo añado:
—Por cierto, esta tarde vendrán unos amigos y...
—¿Ah, sí, quiénes?
Me molesta su interés. ¿Y a ella qué le importa?
Y dispuesta a que entienda mi indirecta muy directa, respondo:
—Unos amigos de Eric y míos. Por lo tanto, te rogaría que no entraras en el salón mientras estemos reunidos con ellos.
Toma ya. ¿Se puede ser más borde?
Laila me mira. No le ha gustado nada lo que ha oído y dice:
—Iré a recoger a Flyn.
—No. No vayas. Ya va Norbert.
—Lo acompañaré.
Una hora más tarde, el primero en llegar es Björn, tan guapo como siempre. Nos damos un abrazo y, agarrándole por el brazo, entro con él en elsalón. Con el rabillo del ojo, observo que Laila nos mira desde la cocina.
¡Ea, guapa..., ahí te quedas!
Al entrar en el salón, cierro la puerta corredera y Björn pregunta:
—Te ocurre algo, ¿verdad?
Asiento, me toco la cabeza y contesto:
—Creo que Flyn me ha pegado su resfriado.
Björn sonríe y, al ver mi gesto, dice:
—Deberías estar en la cama, preciosa.
—Lo sé, pero quiero saber qué es eso que quieren comentarnos Frida y Andrés.
Él asiente y contesta:
—Si tardan mucho en venir, yo mismo te meteré en la cama, ¿entendido?
Sonrío y le doy un puñetazo en el hombro.
Diez minutos después, llegan Frida y Andrés con el pequeño Glen, que ya corretea y es un trasto. El último en llegar es Eric, que, al vernos a todos reunidos, sonríe, me besa y pregunta:
—¿Estás bien, cariño?
—Estoy algo congestionada. Creo que Flyn me pegó el trancazo.
Tras negar con la cabeza con preocupación, saluda a sus amigos y coge a Glen en brazos para besuquearle el cuello. El niño se parte de risa y a mí me entran los calores cuando mi maridito me mira y lo entiendo.
Veinte minutos más tarde, Flyn entra en el salón. Björn, al verlo, lo coge en brazos y, como con Glen, durante un rato todos le hacemos caso. Eso al crío le encanta.
Cuando Simona entra con una jarra de limonada y cervezas, se empeña en llevarse a Glen y Flyn para darles de merendar. Cuando la mujer desaparece con los dos niños, todos nos sentamos en los sofás y Björn, al que no paran de llegarle mensajitos al móvil, pregunta: