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Al día siguiente estoy un poco mejor y decido salir de compras por Múnich con mi hermana, Frida y Marta. Las cuatro somos tremendas y lo pasamos genial. Insisto en comer en un burger y, cuando mojo mi patata en el kepchup, la miro y, entre risas, digo:

—I love comida basura. Le encanta a Medusa.

Mi hermana frunce el cejo al oírme decir ese nombre, pero antes de que diga nada, Frida suelta:

—Yo a Glen, cuando lo tenía en la barriga lo llamaba Eidechse.

Marta y yo nos reímos y Raquel pregunta:

—¿Y eso qué quiere decir?

Divertida, me meto otra grasienta patata en la boca y respondo:

—Lagarto.

Cuando salimos del burger pensamos en ir a tomar café, pero al pasar por la cervecería más antigua de Múnich, la Hofbräuhaus, decidimos entrar para que mi hermana la conozca. Yo bebo agua.

Raquel está flipada. Tiene la misma cara que yo el día en que entre allí por primera vez, y la tía nos demuestra la capacidad de beber cerveza que tiene. Eso me sorprende. No conocía esa faceta de ella y, divertida, digo, al ver que Marta y Frida encargan la cuarta ronda:

—Raquel, si no paras, vas a llegar a rastras a casa.

Mi hermana me mira y replica:

—Como tú no puedes beber, beberé por las dos. —Y al ver que nos reímos, añade—: Tú, ahora, estás en la deliciosa faceta del embarazo. Ya sabes, acidez, tobillos hinchados, tetas doloridas y maravillosas náuseas matinales.

—Qué graciosa eres, guapa —me mofo y ella contesta:

—Ah, y por lo que dijiste, la libido a tope. ¿Lo llevas mejor?

No contesto. ¡Será perraca! Frida, al oírnos, cuenta divertida:

—Durante mi embarazo, sólo os diré que el pobre Andrés me rehuía. Madre mía, qué pesadita me puse con el tema sexo.

Oír eso en cierto modo me tranquiliza. Veo que lo que me pasa a mí les pasó a otras y no se volvieron locas.

Todas nos reímos cuando traen la siguiente ronda y Marta, al ver a una amiga, llama:

—¡Tatianaaaaaaaaaaaa!

Una joven rubia nos mira y, tras saludar a mi cuñada, ésta nos la presenta. La chica es encantadora y durante un rato se sienta con nosotras para charlar. Cuando se va, mi hermana, a la que ya veo algo perjudicá con tanta cerveza, me mira y dice:

—Cuchu... o estoy muy pedo o no he entendido nada.

Horrorizada, me doy cuenta de que hemos hablado todo el rato en alemán y, abrazándola, contesto:

—Ay, Raquel, cariño, perdona. Es la costumbre.

Rápidamente le cuento que Tatiana es bombero y mi hermana se sorprende. Pero cuando se parte de risa es cuando le comento que le he pedido prestado el traje de bombero y ella ha dicho que cuando quiera me lo deja.

Llega la última noche del año.

Sigo sin tener relaciones sexuales, pero no porque Eric no quiera, sino más bien porque yo sigo estando hecha una mierda y a la que no le apetecen ahora es a mí. Esta tarde, cuando aparecen la madre y hermana de Eric, él desaparece. No me dice adónde va y eso me enfada. Me estoy volviendo una gruñona.

Llega la hora de la cena y Eric no ha regresado todavía y, cuando estamos en la cocina ultimando los detalles, digo:

—Simona, ahora entre todos llevaremos las cosas a la mesa y te quiero junto a Norbert sentados a ella, ¿entendido?

Pídeme lo que quieras o déjameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora