treinta y cinco

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treinta y cinco

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LUCÍA

Una promesa vale mucho. Eso siempre me lo habían inculcado mis padres, y antes, a ellos se lo enseñaron mis abuelos. Era por eso, que llevaba tres días sin probar nada de nicotina ni tabaco. Hasta Jopa y Adri se habían solidarizado con mi causa, tirando sus dispositivos de hacer humo a un vaso con agua.

Mar estaba muy contenta con ello. Por lo visto le molestaba que el editor hiciera nubes con sabor a algodón de azúcar cerca de los animales de la granja. Si es que, por mucho que en apariencias mi amiga pareciera una rubia de ciudad, en realidad era una hippie enamorada de la naturaleza.

Una curiosa combinación la que hacía con Adri, que era un auténtico despistado para esas cosas por mucho que le gustaran a él también los animales.

Aun así, se me estaba haciendo difícil. Mis padres, que nunca me veían fumar pero no eran ajenos al hecho, y notaban que llevaba varios días alterada.

Por eso también me estaban dando más libertad de pasar tiempo con los chicos. Aunque, si no estaba con ellos, estaba con mi abuela en el porche de la casa, escuchándola contar historias o viéndola tejer alguna cosa de lana.

El tick tack del reloj jugaba en nuestra contra, quedaba menos de una semana para que todos hiciéramos las maletas y retomáramos nuestras vidas en Madrid, como si nada de lo que había ocurrido en el último mes hubiera pasado realmente.

Y era por eso que nos habíamos organizado para pasar la mayoria de las tardes haciendo planes. Algunos los estábamos grabando, por lo visto, igual Plex subía un vídeo de todo lo que habíamos hecho juntos.

Pero otros sencillamente fluíamos.

Básicamente, lo mismo que llevábamos haciendo todo el verano. Sólo que ahora que entre Plex y yo comenzaba a haber algo... Pues las cosas tenían otro sentido.

Cada silencio entre ambos, cada roce, o cada cruce de miradas, iniciaba una tensión que si no controlábamos me daba miedo en donde pudiera acabar.

Menos mal que con Ana de mi parte, era mucho más fácil pasar tiempo en la casa. Nos inventábamos que teníamos cosas de chicas de las que hablar, lo cual sólo rayaba a Adri que pensaba que hablábamos de Mar y él a sus espaldas, y de mientras yo me escabullía al cuarto de Plex a...

Bueno a estar juntos.

Sólo estuvo Borja a punto de cazarnos, pero fuimos lo suficientemente rápidos como para encontrar una excusa. Jopa nos miraba de lado, para mí, claramente él lo sabia y había decidido hacerse el loco.

La aventura de esa tarde era precisamente en la granja de los padres de Mar, dónde Adri y ella estaban enseñándonos a los distintos animales.

Ana había venido con nosotros y estaba igual de emocionada que yo, ambas llevábamos sin venir cinco años, desde la última vez que había estado yo en el pueblo.

Esa última vez, nos habíamos dedicado a dar de comer a los conejos que por allí rondaban. Y aún tengo el recuerdo de como Mar había fantaseado sobre el crush que tenía en el hermano mayor de los Alonso.

Le iba a hacer una gracia cuando se enterara de que éramos... Bueno, no éramos nada concreto.   Pero estaba más que claro que algo había entre nosotros.

La paja segada estaba amontonada en cubos al fondo de una nave metálica. Los animales, sobre todo las ovejas que descansaban al fondo de una de las múltiples parcelas, bajo la sombra de una inmensa encina, balaron al pasar nosotros.

—Me encantan.—se río Plex acercándose a ellas.—Mira, esa se parece a ti.

—¿La que está tumbada boca arriba?—pregunté mirando todas las que había.

—No, la que esta manchada. ¿Cuando fue la última vez que te duchaste?—le metí un puñetazo en el hombro como respuesta.

—Mira, Lucía, Mar me ha dejado coger uno.—Jopa caminó hacia nosotros, con un conejito gris entre sus brazos. El pobre tenia una cara de susto. Aunque la ilusión de Jopa valía la pena.—He tenido que sobornarlo con un par de zanahorias.

—Ala, yo quiero. ¿Puedo ir también?—pidió Ana. Aunque en realidad, a ninguno tenía que pedirnos permiso.

—Entonces voy con vosotros, no pienso quedarme sólo con las ovejas, las vacas y estos dos.—le saqué el dedo de en medio a Borja, aunque en realidad, por dentro estaba celebrando el quedarnos a solas. Llevaba queriendo darle un beso a Plex desde que le había visto salir de casa vistiendo la camiseta de Frank.

—Decidle a Mar y Adri que ahora vamos, entonces.—esa fue la propuesta de Plex, que siguió caminando en dirección contraria por el extenso campo zamorano. —Quiero ver que hay un poco más allá.

En realidad, no había mucho más. La finca de mi amiga era enorme, pero sobre todo para que los animales tuvieran espacio.

Sin embargo, la excusa era perfecta para ellos, que no conocían el espacio. Ana y yo... las dos sabíamos que era una tapadera.

El cielo comenzaba a tornarse naranja mientras seguimos caminando por el campo hacia donde estaban las ovejas. Lejos ya de la vista de los chicos, sentí como el youtuber entrelazaba sus dedos con los míos.

No lo dude ni un segundo, y aproveche para recostarme contra él.

—He estado pensando.—me sorprendió que rompiera el silencio, pero mas aún lo hizo su tono sosegado. Supongo que para no molestar a los animales que pastaban a nuestro lado.—En nosotros y en Madrid.

Giré la cabeza de golpe, asustada por lo que quisiese decir.

—¿Y?—si iba a mandarme a la mierda en ese momento, más le valía estar listo para salir corriendo, porque pensaba hacerle picadillo por jugar conmigo.

Y llevaba días sin fumar, tenia ira acumulada.

—Y creo que, después de haberte conocido, no quiero seguir viviendo sin ti.—me toma una fracción de segundo entender, que su conversación iba en el sentido contrario de lo que la estaba entendiendo.

No podía creer lo que iba a ocurrir.

—¿Me estás vacilando?—su risa y sus ojos brillaron como respuesta.

Apretó las manos que teníamos unidas e hizo la pregunta:

—Lucía, ¿te gustaría ser mi novia y mi mejor amiga?—aquello era claramente un sueño. No sabía en que momento mi vida se había vuelto una comedia romántica de la que era protagonista, pero me estaba encantando.

—Pues claro, yosoygilipollas.

No podíamos perder nuestra esencia ni en los momentos pastelosos.

Y así, con una oveja a punto de morderle las crocs, y con el naranja bañando los campos del pueblo, es como nos dimos nuestro primer beso de novios.

Y tal y como había sentido cuando me tiró el cigarro en la parada del autobús, aquello, sólo era el comienzo.






















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espero que os haya gustado muchoo
quiero leer vuestra reacción

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agosto | YosoyplexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora