El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto privado de Monteverde. Miré por la ventana, observando la imponente ciudad bajo un cielo despejado. Monteverde era un lugar que evocaba grandeza y opulencia, pero para mí siempre había sido una prisión disfrazada de castillo.
Mi hermana, Sofía Moretti di Monteverde, me había insistido en visitarla desde que se apareció en el hospital. Y después de todo lo que había pasado, necesitaba un cambio de aire, un respiro lejos de Dante, de sus obsesiones y de las sombras que me perseguían. Sin embargo, no podía ignorar el nudo que sentía en el pecho al saber que pronto me enfrentaría a mi pasado.
Un automóvil negro me recogió en el aeropuerto y me llevó directamente al palacio. Cuando llegué, la vista del lugar me dejó sin aliento. No importaba cuántas veces lo hubiera visto de niña; la majestuosidad de los jardines perfectamente cuidados, las fuentes de mármol y la fachada dorada del castillo siempre impactaban.
—Bienvenida a casa, Alteza —me saludó un hombre de uniforme, inclinando la cabeza.
Alteza. Esa palabra nunca me había pertenecido, o al menos nunca lo había sentido así.
Sofía estaba esperándome en la gran sala. Vestida con un elegante vestido azul oscuro, irradiaba la confianza de alguien que estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Su sonrisa me tranquilizó un poco.
—¡Alma! —exclamó, acercándose para abrazarme.
—Hola, Sofía —respondí con una sonrisa tensa mientras correspondía su abrazo.
—Gracias por venir. Sé que esto no es fácil para ti.
—No, no lo es.
La cena fue formal, como todo en Monteverde. La vajilla de oro, los candelabros de cristal, y los meseros que servían platos elaborados en un silencio casi reverencial me recordaban por qué había odiado este mundo.
Mi padre, el rey Vittorio Moretti, estaba sentado en la cabecera de la mesa. No me dirigió la palabra ni una sola vez. Desde que mamá decidió alejarse de este mundo y llevarme con ella, nuestra relación había quedado rota. Él nunca lo aceptó; para él, abandonar Monteverde era traicionar el linaje.
—Deberías considerar quedarte más tiempo, Alma —dijo Sofía con suavidad mientras cortaba su filete—. Este es tu lugar.
—No lo es —respondí con firmeza, dejando el tenedor sobre la mesa—. Este mundo nunca fue mío.
Mi padre levantó la mirada por primera vez. Su expresión era dura, como siempre.
—Eres una Moretti. Sangre real corre por tus venas. No importa cuánto lo niegues, este es tu hogar.
—No, mi hogar era donde estaba mamá, y tú lo destruiste cuando la dejaste ir —respondí con valentía, aunque mi voz temblaba un poco.
El silencio se apoderó de la mesa. Mi padre no respondió, pero su mandíbula se tensó. Sofía intentó calmar las cosas.
—Alma, entiendo que no te guste este lugar, pero piensa en lo que podrías hacer aquí. Podrías ayudar a tanta gente, especialmente con tu conocimiento en medicina.
Negué con la cabeza.
—Lo siento, Sofía, pero mi vida está allá, lejos de este mundo. No puedo quedarme.
Terminamos la cena en un silencio incómodo.
De regreso a mi habitación, traté de concentrarme en la razón por la que había venido: ver a mi hermana, intentar entender su mundo, y, de alguna manera, reconciliarme con mi pasado. Pero mientras me miraba en el espejo, no podía evitar sentir que nunca encajaría allí.
Antes de dormir, tomé una foto de mamá que llevaba en mi cartera y la sostuve en mis manos.
—Ojalá estuvieras aquí, mamá. Todo sería más fácil contigo a mi lado.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Era Sofía.
—¿Puedo entrar?
Asentí, y ella se sentó a mi lado en la cama.
—Sé que esto es mucho para ti, Alma. Pero quiero que sepas que siempre tendrás un lugar aquí, sin importar lo que decidas.
—Gracias, Sofía. Pero creo que ya tomé mi decisión.
Ella sonrió tristemente, como si ya supiera lo que iba a decir.
—Solo prométeme una cosa, hermanita. Que si alguna vez necesitas ayuda, sin importar lo que sea, vendrás a mí.
—Lo prometo.
Nos abrazamos, y por un momento sentí que el abismo entre nuestras vidas no era tan grande.
A la mañana siguiente, mientras me dirigía al automóvil que me llevaría de regreso al aeropuerto, un grupo de periodistas se agolpó frente a las puertas del palacio.
—¡Alma Moretti, ¿es cierto que planeas quedarte en Monteverde?! —gritó uno.
—¡Alma, ¿qué opinas de tu padre, el rey Vittorio?!
—¡Alma, ¿es cierto que estás relacionada con la mafia italiana?!
Las preguntas eran rápidas, feroces. Traté de ignorarlos, pero las cámaras y los micrófonos eran imposibles de esquivar. Un guardaespaldas intentó apartarlos, pero no podía evitar sentirme atrapada.
Justo antes de entrar al auto, miré hacia atrás y vi a mi padre observándome desde una de las ventanas del palacio. Su expresión era inescrutable, pero en sus ojos había algo que no pude identificar.
Me subí al auto, dejando atrás Monteverde, pero sabiendo que el pasado no sería tan fácil de dejar atrás.
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Susurros en Llamas
RomanceAlma y Dante son dos almas intensas, unidas por un amor que arde tanto como destruye. Atrapados en un juego de pasión y orgullo, sus constantes enfrentamientos y reconciliaciones se vuelven el combustible de una relación llena de altibajos. Pero cua...