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El cuarto estaba a oscuras, apenas iluminado por la luz tenue de la luna que se filtraba entre las cortinas. Sofía, con el rostro sereno pero algo cansado, yacía en la cama junto a Antonio. El sonido suave de sus respiraciones era lo único que rompía el silencio de la noche, mientras ambos intentaban acomodarse para dormir. Pero había algo que siempre sucedía, una pequeña batalla nocturna que se repetía una y otra vez.

—Antonio, otra vez me estás quitando la sábana —se quejó Sofía en voz baja, jalando un poco el borde de la cobija hacia su lado. Se giró hacia él, mirándolo a través de la penumbra.

Antonio, que se encontraba tumbado de lado y con los ojos entrecerrados por el sueño, esbozó una sonrisa perezosa y ladeó la cabeza para mirarla. —No es excusa, amor, estás demasiado cerca —respondió con un tono divertido, aunque de inmediato pasó su mano por la espalda de Sofía, acariciándola suavemente para calmar su pequeño malestar.

—Cerca, dices. —Sofía rodó los ojos. Su barriguita, prominente por el embarazo, rozaba ligeramente la cadera de Antonio. Ella soltó un resoplido suave—. Ya hemos dormido hasta empiernados, ¿y ahora te molesta que esté cerca?

Antonio rió bajito, su risa era como un murmullo suave en la habitación. La ternura lo invadió al escucharla, al verla con ese brillo especial que las futuras madres parecían tener, incluso cuando estaba molesta. Con un gesto cariñoso, la atrajo hacia él, colocando suavemente una pierna sobre las de ella, tal como habían dormido muchas veces antes. Su mano se deslizó hasta la cabeza de Sofía, acariciando su cabello con una lentitud casi hipnótica.

—Ay, Chofi —dijo con esa voz cálida que usaba cuando le hablaba desde el fondo de su corazón—, tú sabes que es porque me gustan tus enojos. Ahora me sales con eso, cuando ya hemos pasado noches más revueltas, con pierna y todo. Pero si te digo la verdad, lo que más me gusta es que estamos así, juntitos... con nuestra criaturita en camino.

Sofía se mordió el labio para no sonreír demasiado, pero la ternura que sentía hacia Antonio en ese momento se desbordaba. Sus ojos se cerraron un instante, disfrutando de las suaves caricias en su cabello, esas que siempre la relajaban. Se acomodó un poco más cerca de él, lo suficiente para sentir el calor que desprendía su cuerpo.

—Sí, nuestra criaturita —susurró Sofía, sintiendo un ligero cosquilleo de emoción al pensar en el bebé que estaba por venir.

Antonio dejó que sus dedos recorrieran la cabeza de Sofía en un gesto protector, como si esa conexión física fuera un puente para lo que estaba por venir en sus vidas. Una vida que habían comenzado a construir juntos, y que ahora se hacía más tangible con cada día que pasaba.

—Yo ya te amarré hace tiempo, Chofi —le dijo Antonio de repente, con una sonrisa que ella podía sentir más que ver en la oscuridad—. Sólo me faltaba el anillo... y una criaturita para hacerlo oficial.

Sofía sintió una oleada de calor en su pecho al escucharlo, pero, como siempre, intentó mantener su sarcasmo intacto. —Qué práctico eres. —Soltó una pequeña risa y le acarició el brazo mientras mantenía su mirada fija en el techo—. ¿Y qué se supone que yo hago con eso?

—Con eso vives feliz, mami —respondió Antonio, con esa confianza que la hacía sentir segura—. Porque nunca, y lo digo en serio, nunca voy a amar a otra mujer tanto como te amo a ti. ¿Sabes lo que me costó llegar hasta aquí? Eres muy difícil, mami, pero para algo tenía que esforzarme. Tú eres mi todo.

Sofía sintió una mezcla de dulzura y diversión al escucharlo tan seguro, tan entregado. Su corazón latía rápidamente, y por un momento, la emoción la sobrepasó. Estaba a punto de responderle, pero en lugar de eso, suspiró profundamente.

—Si sigues así —dijo Sofía con una sonrisa suave y los ojos entrecerrados—, te voy a besar, amor.

Antonio soltó una risa suave, con un brillo en los ojos que ni la oscuridad podía ocultar. Se inclinó hacia ella, mirándola con esa mirada que decía más que mil palabras, con la devoción y el amor de un hombre que sabía que lo había encontrado todo en ella.

—No me tientes, Chofi. Sabes que yo me muero porque nazca ya nuestro bebé. —Su mano acariciaba el vientre de Sofía con ternura, como si ya pudiera sentir la vida que se formaba ahí dentro. Sofía sonrió, observando la emoción en el rostro de Antonio—. Quiero que se parezca a su mamá —añadió en un susurro—, con tus ojos, tu sonrisa... y ojalá sea igual de testarudo, como tú.

Sofía soltó una pequeña risa y le dio un golpecito en el brazo. —Antonio.

Antonio la miró de nuevo, y en esa mirada había una ternura que le quemaba por dentro. Se veía feliz, más feliz de lo que ella lo había visto en mucho tiempo. Él siempre había sido amoroso, pero esta nueva faceta, la de futuro padre, le daba un brillo especial que a veces parecía que iba a desbordar de su cuerpo.

—Estoy tan emocionado, Sofi —confesó Antonio con voz suave, casi como si estuviera compartiendo un secreto que solo ellos dos podían entender.

—¿Ah, sí? —preguntó Sofía con una paciencia tranquila, acomodándose mejor contra él, disfrutando del momento.

Antonio suspiró, y luego habló despacio, como si estuviera recordando algo importante. —Hace tiempo hablé con tu mamá... —empezó, su tono se llenó de una especie de orgullo—. Me contó que cuando eras niña, siempre jugabas con bebés de juguete, ¿lo recuerdas? Que soñabas con ser mamá. Me dijo que desde pequeña ya sabías lo que querías, que lo único que te faltaba era la familia que ibas a formar. Y cuando me dijo eso... —hizo una pausa y acarició su vientre—, me di cuenta de que yo también quería eso. Empecé a soñar con ser papá desde ese día.

Sofía se quedó en silencio, su corazón se llenó de ternura al escuchar esas palabras. Ella siempre había tenido ese sueño, sí, pero jamás imaginó que Antonio, el hombre con quien compartiría su vida, lo abrazara de esa manera, haciéndolo suyo también.

—Antonio... —susurró, sintiendo que las lágrimas estaban a punto de salirle de los ojos.

—No tienes ni idea de lo feliz que me haces, Chofi —dijo él suavemente, besando su frente—. No puedo esperar a conocer a nuestra hija... o hijo —añadió con una sonrisa—. Y te prometo que voy a estar ahí para todo, cada paso del camino. Porque no sólo te amo a ti, también amo todo lo que estamos creando juntos.

Sofía le acarició la mejilla, dejando que una lágrima se deslizara por su rostro. —Y yo a ti, Toni. Cada día me doy cuenta de lo afortunada que soy.

Antonio sonrió, con ese brillo especial en sus ojos que no podía esconder, el brillo de un hombre que había encontrado su hogar en el amor de su vida y que estaba a punto de embarcarse en la mayor aventura de todas: ser padre.

Ambos se quedaron así, acurrucados en la quietud de la noche, con la promesa de un futuro lleno de amor, risas y la llegada de una pequeña vida que lo cambiaría todo.

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comentenn

bomboclaat!
a qué no se la esperaba, a todo esto si hay un salto temporal por si necesitaban respuestas, aproximadamente 1 año con 4 meses pasaron

Close Friends - Junior HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora