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THE SOUND OF YOUR SOUL
el sonido de tu alma
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Buena chica.
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Mitsuki se quedó a mi lado mientras sorbía la sopa. Aunque no podía hablar, me esforcé por hacerle pequeños gestos para agradecerle, y ella, como si me hubiera leído la mente, me respondió con una sonrisa cálida que contrastaba completamente con su actitud anterior.
—¿Sabes? —dijo, acomodándose en el sofá junto a mí—. Tienes suerte de que yo estuviera aquí. Si fuera por Katsuki, seguro te habría dejado congelarte en la puerta.
—¡Ya te escuché, vieja! —gritó Bakugo desde algún lugar de la casa, probablemente en la cocina.
—¡Cállate, mocoso! ¡Ocúpate de traer esa manta! —respondió ella con un tono firme, pero que denotaba cierto cariño. Luego volvió su atención hacia mí—. Ay, ni caso le hagas. Es un bruto, pero al final hace lo correcto… a su manera.
No pude evitar soltar una pequeña risa, casi inaudible, que Mitsuki pareció notar. Se inclinó un poco hacia mí, examinándome con un gesto casi maternal.
—¿Te sientes mejor? —preguntó, aunque no esperó una respuesta verbal—. Tienes las manos heladas, pero eso lo arreglaremos en un rato.
Antes de que pudiera reaccionar, Katsuki volvió a aparecer con una manta gruesa en los brazos. La arrojó sobre mí con su típico gesto brusco, aunque parecía que estaba cuidando de no golpearme.
—Ahí está. Ahora deja de hacer ruido, vieja, y deja que descanse.
—¿Hacer ruido? ¡Tú eres el único gritando aquí, Katsuki! —respondió Mitsuki, poniéndose de pie con las manos en la cintura—. Y no hables así frente a tu invitada, ¿entiendes?