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THE SOUND OF YOUR SOUL
el sonido de tu alma
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Cálido...
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No sé en qué momento creí que sería buena idea meterme en esa fuente. Quizá fue por no escuchar a Bakugo cuando dijo que me quedara quieta. O quizás, porque soy una idiota. Una idiota que ahora está completamente empapada, con la chaqueta de Bakugo chorreando agua como si fuera una esponja, y temblando tanto que apenas puedo sostenerme en pie.
El frío me cala hasta los huesos. No es solo que tenga frío; es como si la humedad, el aire y cada gota de agua en mi ropa se hubieran puesto en mi contra para arrancarme el poco calor que me quedaba. Siento las manos tan rígidas que, aunque trato de frotarlas una contra otra, apenas logro que se muevan. Cada paso se me dificulta más que el anterior, y mis piernas están tan entumecidas que parece que estuviera caminando sobre dos bloques de madera.
—¿Vas a caminar o quieres que te cargue? —su voz me saca de mis pensamientos. Un gruñido, cargado de esa impaciencia que parece ser su forma natural de hablar.
Ni siquiera se voltea para mirarme, pero sé que está molesto. Lo sé porque siempre lo está, aunque esta vez parece más… irritado de lo habitual.
—Estoy caminando —murmuro, aunque ni yo misma estoy segura de si mi voz salió lo suficientemente fuerte como para que él me escuchara.
No responde. Sigue caminando un par de pasos adelante, con las manos en los bolsillos y despreocupado. Por alguna razón, parece inmune al frío. No tiembla, no se queja, y su respiración no es tan agitada como la mía. Es frustrante. Injusto.
La chaqueta que me dio, aunque agradecida al principio, ya no me sirve de nada. Está tan empapada como yo, y cada ráfaga de viento hace que el agua en el tejido parezca apuñalarme la piel. Trato de ajustármela mejor, de cubrirme con el cuello alto, pero es inútil. El frío se filtra por todas partes, como si estuviera buscando cualquier rendija para colarse y destruirme desde adentro.