Capítulo 28.

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Llegué a mi casa con mi ropa mojada dentro de una bolsita de plástico. La lluvia ya había parado, pero afuera seguía corriendo una brisa que sacudía los faroles y barría las calles con energía.

Entré con los hombros acurrucados, descalzo y en puntillas. Mis piernas descubiertas temblaban con cada paso, el piso de madera estaba helado como si hubiera hielo debajo de éste, oscuro y brillante era el color de la madera, lisa y perfumada con crema de limón que brindaba un agradable aroma que se solo se sentía cuando el lugar estaba solo: como ahorita.

Mi celular sonó, lo saqué del bolsillo de mi bermuda y contesté acomodándome en el sillón largo frente a la ventana viendo la lluvia caer en pequeñas gotitas inofensivas.

Oswaldito: ¿Qué haces?

Se escuchó aburrido por su soledad.

Dylan: aquí sentado viendo la lluvia.

Oswaldito: esa obsesión tuya por la lluvia... Deberías de buscarte una novia, en serio.

Dylan: ¿Porqué?

Alcé las cejas divertido... Aunque su comentario me resultó un poco incómodo.

Oswaldito: para que por primera vez, vivas una hermosa historia.

Lo narró como un poeta, con sentimiento y entusiasmo. Sonó tan creíble que por un momento pensé que estaba escuchando a otra persona.

Dylan: ¿Y cómo se llamaría la historia según tú?

Esperé a que su imaginación volara.

Oswaldito: sencillo, "Bajo la lluvia".

Dylan: ¿Y porqué "Bajo la lluvia"?

Subí mis piernas al sillón y las cruce en mariposa recostandome y logré tener una mejor vista de la lluvia.

Oswaldito: porque se me hace muy romántico.

Carraspeó fuerte antes de seguir con su discurso lluvioso.

Oswaldito: conocer al amor de tu vida en un día de lluvia. Sentir esa conexión inmediata, el calor de su cuerpo junto al tuyo, dos miradas de distintos colores que después, forman uno solo, diferente y llamativo. Algo único y especial, que surge en compañía de un fuerte aguacero y que cobra vida con cada día de lluvia que pasan juntos, la pareja empapada.

Su discurso lluvioso me llevó a aquél día en que escuché su voz suave y dulce por primera vez; lo ví todo desde arriba, yo era una de esas nubes aplastadas y grises que contemplaron la escena desde arriba, privilegios de ser una nube. Ví mi cuerpo en sus brazos, mi cabeza recostada en su pecho, ví sus ojos oscuros como el café, su cabello negro, su piel pálida como el pan de leche, vestido de mesero con un delantal rojo y unas botas negras que le llegaban hasta abajo de la rodilla, lo ví todo.

El ser una nube me dió el privilegio de ver lo que mis ojos no pudiera ver aquél día, un sujeto misterioso alto y de hombros anchos, risueño y con sus brazos erizados, que me protegió bajo la lluvia y me llevó a un lugar seguro con aroma a café recién hecho.

¿Una alucinación? Puede ser... Puede que todo no haya sucedido exactamente como mi mente me lo dibujó; pero eso no me impidió sonreír.

Oswaldito: ¿Necesitas un psiquiatra? Tengo el número de uno muy bueno, te lo puedo pasar si quieres.

La estupidez de Oswaldo me trajo de regreso al sillón largo frente a la ventana empañada; viendo la noche lluviosa y los faroles encendidos con intensidad en su brillo.

Dylan: ¿Qué, qué, qué?

Sacudí mi cabeza hasta recuperar la noción del tiempo.

Oswaldito: te pregunté por tu amigo Slod Center, me cayó muy bien pero no sé mucho de él.

Bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora