Capítulo 6.

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—¿Tú qué haces aquí? —pregunté confundido y a la vez alegre de verlo.

Mi amigo el payaso Oswaldito. Con un abrigo de lana, bajo la lluvia.

Quise rodearlo con mis brazos, pero después de la discusión por Brayan mantuve mi distancia. Ni siquiera sabía la razón de su visita en medio de una no tan agradable cena familiar.

Él no se atrevido a saludame y lo entiendo... Yo tampoco me atreví después de lo que sucedió... Después de nuestra primera pelea y que siento que nunca debió haber pasado...

Él es conocido por sus bromas de mal gusto y siempre busca a quién tomar como distracción cuando está aburrido. Pero conmigo fue diferente, desde el día que lo conocí siempre me ha tratado con respeto delante de las personas y siempre me ha cuidado de los malos.

Se ganó mi cariño desde esa noche que fuimos al lago a  despedirnos de nuestra niñez. Ambos teníamos 11 años y estábamos cambiando bastante con cada día que pasaba.

Ese recuerdo se me vino a la mente. Una noche que nunca podré olvidar.

Flashback:

Era tarde de la noche y nos encontrábamos sentados a la orilla del lago.

Se podía admirar un hermoso paisaje, lleno de estrellas y en el centro de ellas, la hermosa luna.

Ambos traíamos pantalones y franelillas de color.

En aquel entonces yo estaba libre de responsabilidades y presiones; podía darme el lujo de salir y disfrutar de la vida como cualquier persona normal.

La razón por la que decidimos salir fue porque empezamos a darnos cuenta de que ya no éramos los mismos; había algo diferente en nuestros cuerpos y en nuestra mente; sentíamos pena por sentir todo eso y la única manera de sentirnos mejor era estar solos en un lugar lejos de nuestras familias.

Elegimos el lago porque no había más que soledad y era el lugar perfecto para compartir nuestras inquietudes, esas que no nos atrevíamos a decirle a nadie.

En medio del silencio rió.

—¿De qué te ríes? —Su risa de caballo me la contagio.

Inclinó su cabeza y reposó en mi hombro —Nada, es solo que... Nos van a crecer las bolas y nos llegarán al suelo...

Estallé en carcajadas y sirvió para no sentirme tan apenado —Y las arrastraremos como si tuvieramos las tripas afuera. —tapé mi cara avergonzado.

—¿No te da pena hablar conmigo de eso? —se apartó y clavó su mirada en el bello paisaje.

Extendí mis piernas y apoyé mis codos en el césped manteniendo mi espalda lejos del suelo, pues no quería recostarme por completo.

—No —respondí con confianza —. Ambos estamos pasando por la misma confusión, así que no tengo porqué sentir pena con un amigo que sabe lo que estoy sintiendo.

Se quedó pensando, analizando lo que le había dicho y asintió dándome la razón.

—Nos van a crecer las bolas... Como a muchos chicos de nuestra edad.

Oswaldo siempre fue el más alocado de los dos, nunca le gustó pasar desapercibido, en especial con las niñas con las que siempre fue coqueto.

Llevábamos solo dos meses de amistad y ya habíamos logrado crear una gran conexión que nunca habíamos tenido con otra persona. Ambos disfrutábamos estar juntos en todo momento, nunca salíamos de casa sin el otro, siempre teníamos un lugar a dónde ir.

El lago fue nuesto lugar elegido para despedirnos de nuestra niñez; queríamos hacer algo especial para dejar a un lado los temores que teníamos.

No sabíamos bien qué hacer... Pero luego de darle vueltas a la mente, una idea iluminó mi mente.

Bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora