La tensión en el ambiente era tan densa que parecía asfixiarlo. Duxo sintió el ardor del golpe en su rostro, pero no se llevó la mano a la mejilla. No quería mostrar debilidad, al menos no más de la que ya lo dominaba.
Las palabras de su madre eran como cuchillos que se clavaban uno tras otro, desgarrándolo por dentro.
───Eres un fenómeno ───repitió ella con desprecio ─── Mírate, ni siquiera puedes mantenerte firme frente a mí.
Duxo apartó la mirada, sus ojos lilas brillando con lágrimas contenidas. Se sentía pequeño, insignificante, como si todo su ser estuviera mal desde el principio.
───¿Es cierto, Duxo? ¿Te gustan los hombres? ¿Es eso lo que eres, un maricón? ───gritó, su voz elevándose como un látigo que no paraba de golpearlo.
Duxo bajó la mirada al suelo. Quería gritar, defenderse, decirle que no tenía derecho a tratarlo así, pero su voz estaba atrapada en un nudo de miedo y culpa.
───Lo lamento, mamá. . . ───murmuró, casi inaudible.
───¿Lamentarlo? ───se burló ella, soltando una carcajada amarga───. Lo único que vas a lamentar es no obedecerme.
De repente, ella se acercó más, agarrándole el rostro con fuerza, obligándolo a mirarla directamente.
───Prométeme que te alejarás de ese maricón. Su voz era baja, pero cargada de amenaza.─── Si no lo haces, hablaré con tu hermano. Ya sabes lo que Lucasta es capaz de hacer.
Duxo sintió el peso de esas palabras. Sabía que Lucasta no se detendría ante nada si su madre lo ordenaba. Tragó saliva, cerrando los ojos por un instante para encontrar la fuerza de respuesta.
───Lo haré, mamá.
Ella lo soltó con desdén, chasqueando la lengua.
───Más te vale. No quiero que arruines más el nombre de esta familia.
Cuando ella se dio la vuelta, apagando el cigarrillo en el cenicero con movimientos bruscos, Duxo permaneció quieto. Cada fibra de su ser quería rebelarse, pero el miedo era más fuerte.
Él era un cobarde.
Los días se convirtieron en semanas, luego en meses y eventualmente en un año entero. El silencio que se extendió entre Duxo y Aquino era tan profundo que parecía una barrera infranqueable.
Para Duxo, ese silencio era su forma de protegerlos a ambos. En su mente, amar era un sacrificio, y el suyo era apartarse de Aquino para no arrastrarlo a la tormenta que representaba su familia. Convencido de que su decisión era la correcta, cerró su corazón y se sumergió en una rutina monótona, como si al ignorar a Aquino pudiera enterrar los sentimientos que lo consumían.
Por otro lado, Aquino vivió ese año con una mezcla de frustración y resignación. Durante más de cuatro años, había intentado acercarse a Duxo, luchar contra su frialdad y derribar las murallas que el otro insistía en levantar. Pero incluso el amor más fuerte puede cansarse cuando no se siente correspondido.
───Si realmente quiere que me aleje, lo haré ───se dijo Aquino una noche, convencido de que esa era la mejor opción. Pero aunque sus palabras eran firmes, su corazón no estaba listo para despedirse.
Cada vez que Aquino veía a Duxo en el pasillo o de lejos, algo dentro de él se rompía un poco más. Observaba cómo Duxo lo evitaba, cómo fingía no verlo, y aunque intentaba convencerse de que ya no le importaba, sabía que no era cierto.
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˜"*°•.Mi Maldición; Ojos lilas𓂀.•°*"˜
Rastgele"¿𝘊ó𝘮𝘰 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘵𝘢𝘯 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴𝘰 𝘦 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘰 ú𝘯𝘪𝘤𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯?". . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Edad de los protas: Aquino: 16 Duxo: 15 ...