Dos años después.
8 de septiembre.
17:18 p.m
Londres, Reino Unido.
Carla
–A ver, no ha podido desaparecer, no tiene ni dos años, no puede haber ido muy lejos.–dijo Ana por octava vez, intentando convencerse a sí misma mientras se alisaba el vestido con las manos.
–Tenemos media hora para encontrarla.– dije haciendo cálculos.– O menos, porque tenemos que peinarla. Y luego hacer como que nada de esto ha pasado, ¿vale?
–¿Y si llamamos a alguien?– preguntó Ana.
–Sí, sí. Buena idea.– dije sacando mi teléfono móvil, y marcando el primer nombre conocido que vi.
–¿A quién estás llamando?
–A Álvaro.
–¡NO PUEDES LLAMAR A ÁLVARO, ZOPENCA!– me gritó Ana, quitándome el móvil y colgando.– ¡Acabamos de perder a su hija!
–¡Se ha perdido ella sola!– me justifiqué.
–Llama a María, por favor, y déjate de tonterías.– dijo ella, tendiéndome el móvil.
Con el corazón en un puño, busqué su contacto y la llamé. Después de cuatro tonos, por fin contestó. Puse el altavoz.
–¿Qué quieres? Estoy ocupada.– dijo ella al descolgar.
–Te necesitamos.– dijo Ana, intentando sonar tranquila.
–Tengo un puñado de florecitas blancas en una mano y un sandwich de pollo en otra, no estoy disponible.– dijo ella, con toda la naturalidad del mundo. Fruncí el ceño.
–¿Y cómo has contestado?– pregunté.
–Carlos, ha puesto el altavoz.
–Da igual, te necesitamos con urgencia. Hemos perdido a la niña.– dijo Ana, comenzando a sulfurarse.
–¿Qué niña?– preguntó la voz de Sarian desde el teléfono. Ana abrió los ojos y se tapó la boca con susto.
–¿Qué hace Sarian contigo?– pregunté.
–¿Para quién coño te crees que son las florecitas? – dijo María muy obvia.
–¡María, por tu vida, acude en nuestra ayuda!–grité con desesperación.
–Aj, ya voy. Os odio.
Y colgó. Ana y yo salimos de la habitación y nos encaminamos hacia la que creíamos que era la de Sarian, porque eran todas muy iguales y el hotel era enorme y yo ya estaba estresada y quedaba toda la tarde y toda la noche por delante. Y si me tiraba del pelo me iba a deshacer el puto peinadito de gala y eso solo conseguía frustrarme más.
Para nuestra salvación, vimos a María aparecer por el fondo del pasillo acompañada de Carlos. Nos miró como si tuviera ganas de matarnos y siquiera nos dejó hablar al acercarse:
–Sois lo peor. Y os odio. Realmente os odio.–dijo sonriendo con falsedad.
–¿Habéis dejado sola a Sarian?– preguntó Ana.
–No, están sus padres.– dijo Carlos, encogiéndose de hombros.– Y la verdad es que pasaba completamente de quedarme allí solo con ellos.
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Total disaster. /\- SDE3 ~ David (Auryn)
Fanfic–Escúchame. Estoy de tu lado. De tu parte. Siempre lo he estado, no voy a cambiar ahora solo porque se tuerza un poco la situación. –Vale que tú lo estés. Pero ella no. Y tenemos que aceptar de una vez que nos ha abandonado. Y que al abandonarnos...