Capítulo 11

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Rufaida y Lucía terminaron el trayecto sin apenas dirigir una palabra. Esta última seguía con lágrimas en los ojos de la presión que le había producido esa escena; era la clase de persona que en una escena de estrés comenzaba a llorar, en cambio otras se limitaban a chillar y a montar más que alboroto. Muchos dicen que el alboroto es sinónimo de libertad, aunque en estos casos yo lo veo más bien como una señal de carencia de autocontrol.

No les habían podido ver la cara al cadáver, ni tampoco al hombre arrestado (que podría ser el asesino). Eso, aunque no era de su incumbencia, les producía intriga el saber quiénes eran esas personas.


Estos últimos meses habían sucedido muchísimas cosas que los habían llevado a plantearse qué estaba pasando. En el fondo se alegraba de que sus monótonas vidas de estudiantes estuvieran teniendo otro punto de vista más entretenido que hacer una simple ecuación, pero por otro lado se estaban cansando de tanto "movimiento" y añoraban la rutina.

Amparo confesó que había estado enamorada de una persona a la que ahora su nombre le producía arcadas; Madalina estaba loca por Amparo, mientras que ella no quería nada con nadie; Izhak y Roberto habían confesado su sexualidad al fin, ahora estaban juntos y muy felices; Sete había engañado a Pepe con Marta, lo que hizo que una relación que prometía se fuese al garete, Sete estuviera destrozado y Pepe no pudiese mirarle a la cara; Lucía veía cada día a Ernesto y, aunque fuese bastante mayor que ella, le intrigaba el conocer su persona; Anabel estaba cada vez más despistada en clase, ignorando a veces incluso lo que decían los profesores, y ella era la clase de persona que no haría eso; Rufa estaba ansiosa por saber quién era el alumno nuevo, añoraba el querer a alguien de verdad, quería olvidarse de todo y tenía esperanzas en el nuevo alumno, fue como "ver la luz". Se acercaban los productor finales y estaban muy agobiados. Querían ya terminar todo esto y olvidarse del instituto, pero a la vez era como su segundo hogar y sabían que hasta dentro de unos años eso sería prácticamente imposible. Y ahora pues... Lucía y Rufaida habían presenciado cómo los agentes de policías entraban a un piso y sacaban un cadáver y un hombre arrestado a quien no pudieron verles la cara. Bueno... Esto último no es del todo cierto ya que Rufaida sí que pudo hacerlo, al menos al detenido. Pero por el momento la identidad del mismo es algo que el narrador no quiere desvelarte, querido lector.


Sus amigos habían ido por otro camino, por lo que no supieron nada de lo que vieron sus amigas hasta el día siguiente, que fue como el tema del que todo el mundo hablaba.

- ¿Conseguisteis ver al asesino?-preguntaba Alba con curiosidad.

- No.-mintió Rufa.

- Intentamos verle la cara, pero los policías no nos dejaron.-intervino Lucía.

- Qué raro...-dijo Alba.-¿Quienes podrían ser? No hay mucha gente viviendo aquí.

De repente entró el maestro de sociales, esta vez sin nadie. Tenía la mirada fija en el suelo mientras andaba y ni se molestó en saludar al llegar. A Lucía le entraron ganas de llorar; el corazón le latía a mil por hora.

- ¿Y Ernesto?-preguntó esta.

- Ya ha terminado las practicas.-respondió el profesor.

- ¿No se iba a quedar tres meses? No ha llegado ni a los dos.

- Se ha tenido que ir antes.

- Pero...

- Esto no es ningún interrogatorio; así que cállate.-la interrumpió.

Los alumnos se sorprendieron de lo borde que estaba ese día su profesor cuando solía ser muy divertido y alegre. Muchos pensaron que ese día se había levantado con el pie izquierdo, o que su novia ya la había dejado.

- Gilipollas.-susurró Anabel de repente con una voz apenas audible mientras miraba a su mesa, pero que el maestro escuchó.

- ¿Quieres decirles algo a toda la clase?-Anabel volteó la cabeza y lo miró asustada.

- Lucía no te ha faltado el respeto; no tienes derecho a hablarle así.-estaba temblando.

- Soy mayor que tú; no debes hablarme así. Es una falta de respeto.

- Te tengo que tener respeto porque eres mi profesor, no porque seas más mayor.-se escucharon unos "uuhhh" de fondo que incitaban pelea.-El respeto es el mismo... Y Lucía te ha hablado bien; no tienes por qué hablarle mal.

El maestro se calló, anotó que le iba a quitar un par de puntos en su carnet por puntos -valga la redundancia- y siguió con la clase. Anabel lo maldecía una y otra vez, pero supo que era una falta de tiempo el dedicarle tiempo a una persona como esa.

Cuando terminaron, el maestro de matemáticas pasó por la puerta bastante contento. Murmuró unas palabras con el profesor de sociales, entonces, este último se marchó.

Rufaida sabía todo lo que estaba pasando y no quería decírselo a Lucía por miedo a hacerle daño. Era un tema que podía herirla más de lo que ya estaba.

- Pascual.-dijo esta.

- Dime.-respondió.

- ¿Sabes dónde está Ernesto?-sorprendió a sus compañeros de lo preocupada que estaba por ese chico. No paraba de darle vueltas a las demás conversaciones que tuvo con él después de decirle que se parecía a un personaje de un libro, a lo que respondió con una sonrisa. Recordó que un día él hizo la misma "broma" pero dirigida hacia ella.

<< - ¿Te gustan Los Juegos del Hambre?-preguntó el chaval.

- ¡Me encanta! Es mi trilogía favorita.-respondía Lucía.

- Ah bueno, es que te pareces a Katniss.-hizo una breve pausa.-Estás...-rió.-Eres muy guapa.-sonrió a la par que reía.

Lucía respondió con una sonrisa.>>

- No creo que deba contaros lo que ha sucedido.-respondió el maestro de matemáticas.-Me ha pedido vuestro profesor que no os lo cuente. Además, ¿por qué quieres saberlo?

- Es que le gusta Ernesto.-respondió Franco, uno de sus compañeros de clase. Pascual sonrió. Lucía intentó fingir como que no lo escuchó.

- En ese caso no creo que deba de contarlo...-la mirada de Pascual se apagó.

- Por favor.-insistió Lucía.

- Pero no vayáis contándolo por ahí.-suspiró y se dispuso a contar la historia.-Los rumores en el instituto se expanden como la pólvora y parece que todo el mundo se enteró de lo que pasó ayer en aquél piso. Ernesto vivía allí. Encontraron a su novia muerta. Uno de los vecinos llamó a la policía y se lo llevaron como principal sospechoso.

- ¿Piensan que fue él quien mató a su novia?-preguntó Amparo. 

- Parece ser. Aún así, no vayáis contándolo por ahí. Sólo los los agentes saben qué ha pasado de verdad. Esto es sólo un rumor.

<<Un rumor que parece ser cierto,>>-pensó Rufaida. Porque en efecto, fue a él quien lo vio esposado y metiéndose en el coche de policía con las esposas puestas. 

Durante el resto de la clase, Lucía no dirigió una palabra a nadie. Intentó olvidarse de todo y concentrarse en la explicación del profesor. Ya había tenido suficiente.


50 Sombras Gays y la clase del salseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora