Capítulo 9

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El maestro de música dio la señal de que la clase ya había terminado, con lo cual, podrían recoger e irse para el recreo. Este estuvo ordenando unos papeles en cuanto los alumnos se marcharon.

Sete consiguió ignorar a Marta todo lo que restaba de clase y procuraba hacerlo también en lo que quedaba de día. Sus amigos lo notaron extraño, sobre todo Pepe; pero ninguno sabía qué le sucedía. Bajó corriendo las escaleras, esquivando a todo titán de bachillerato y alumnos de otros cursos; ahora ignorando a sus amigos y pareja para, en cuanto pudiese, consiguiese darles esquinazo y poder estar solo pensado en sus cosas.

«Soy gilipollas»-pensaba para sí en cuanto encontró un cobijo para resguardarse.-«En menudo lío me he metido.»

De repente escuchó unos pasos a su alrededor, hasta que la persona de los que provenía lo encontró sentado en una clase vacía de cuarto de la ESO. Era Lucía McTits.

- Me han dicho tus amigos que te buscan. Pepe parece bastante preocupado; deberías ir.-se colocó bien las gafas.

- No quiero.-respondió de forma brusca.

- Haz lo que quieras.-Sete se sorprendió ante aquella respuesta. Pensaba que iba a insistir más.-El esconderte no se te da muy bien; te encontrarán en seguida.

- ¿Por qué has venido a buscarme?

- Todos lo están haciendo; yo sólo quería ayudar.-hizo una breve pausa.-¿Por qué has salido corriendo?

- No es asunto tuyo.-se levantó del suelo. Era más alto que Lucía McTits, lo que hacía que esta tuviera que inclinar un poco la cabeza para así verlo bien.

- Pero si es asunto de tus amigos.

- Cierto, y tú no lo eres; así que no tengo motivo por el que responderte a eso.

La chica se sorprendió ante aquella respuesta. «Este no es Sete.»-pensó.

- ¿Me estás vacilando?

- Te estoy diciendo la verdad. Responderé a mis amigos.

- Eso espero, porque se están volviendo locos buscándote.

Dicho esto, se dio la vuelta y se fue. Se quedó muy sorprendida ante la reacción del chico. Sete no era así de borde con la gente, y si contestaba, lo hacía con una sonrisa, lo que hacía que todas tus armas se redujeran a cero contra él. En esta ocasión no fue así. Esta vez respondió en seco todo lo que la chica le cuestionaba, intentando pronunciar el menor número de palabras posibles. Estaba claro que algo no iba bien; la cuestión era si serían capaces de resolver el problema que se les iba a plantear.

El chaval se quedó allí, apoyado contra una de las paredes de la habitación. En ese momento tan sólo quería llorar; en cuanto una lágrima se asomó por su mejilla izquierda, la puerta se abrió de golpe. Allí estaba Pepe, el cual, no dudó ni un segundo en acercarse corriendo a Sete.

- Tío, ¿por qué has salido corriendo?

- Nada, nada.-respondió intentándolo apartar de él.-Estoy bien.

- ¿Has llorado?-preguntó mirándole el rostro de lágrima de su mejilla.

- No, e... No.-contestó nervioso mientras se secaba la cara con la manga de la camiseta.-Te he dicho que estoy bien.

- Te pasa algo.

- No.

- Que sí.

- Que no, coño.

- Te conozco muy bien, a ti te pasa algo.

- Que soy subnormal, eso es lo que pasa.-respondió a la vez que apartaba a Pepe de su camino y se dirigía a la puerta.

50 Sombras Gays y la clase del salseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora