Capítulo 10

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Rufa fue la primera que encontró a Pepe. El chico andaba bastante despacio y no dejaba de mirar el suelo, su mirada detonaba incredibilidad mezclada con ira y tristeza. Su amiga tuvo un mal presentimiento al verle, que nada más verla sonrió con el fin de intentar que no se preocupase por él. Intentaba imitar a su ya ex novio en ese sentido: fingir las emociones. Es bien cierto que a Pepe se le daba más o menos mal ese ámbito, pero al menos lo intentaba. A veces podía sonar incluso algo autómata.

- ¿Has encontrado a Sete?-preguntó Rufaida.

- No.-mintió.-Ya aparecerá por algún lado. Es ridículo que sigamos buscando.

- Oye Pepe... ¿Estás bien?-parecía preocupada.

- Ah, sí.-sonrió. No obstante, se notaba que no estaba bien. Él no era de la clase de persona que pudiese ocultar lo que pensaba y sentía; en ese sentido, era algo transparente.-¿Dónde están los demás?

- Bueno, están...

- ¡Pepe!-exclamaron Mada, Ampi, Anabel y Lucía, interrumpiendo a Rufa mientras corrían hacia ellos dos.

- ¿Y Sete?-preguntó Lucía cuando todos llegaron hacia donde estaba Pepe y Rufa.

- No lo he encontrado.-volvió a mentir.

- Ya aparecerá.-comentó Rufa en un tono casi inapreciable.

- Lo veremos en clase.-dijo Ampi.

- ¿Nos vamos?-preguntó Pepe con una sonrisa. Sus amigos asintieron. Las chicas se sentaron en el mismo banco de siempre, mientras que él se fue con sus amigos.

No obstante, Rufa se dio cuenta de que no le había dicho la verdad, que algo había pasado y no se atrevía a contarlo. Pero, como todos sabemos, cosas como estas siempre salen a la luz ya que se supone que se deben de mantener en secreto.


Al llegar a clase después del recreo, pudieron ver a Sete esperando a que abrieran la puerta como de costumbre. Todos sus amigos se acercaron a él, pero ninguno decía una palabra. Pepe no hablaba, tan sólo sonreía y asentía; y si no fuese por la gente que había alrededor, los hubiera invadido un silencio incómodo que hasta que no llegara el profesor, no se hubiera marchado.

- ¿Qué os pasa?-preguntó Lucía al fin intentando romper el hielo. Miraba al suelo y suspiró al terminar esa concisa frase.

- Nada.-respondió Sete con una sonrisa.

- ¿Te has escondido en el recreo porque no te pasa nada, no?-insistió.

- Sólo quería estar solo.

- Además, ¿qué es este silencio? ¿Os habéis peleado o algo?-miró a los dos chicos.

- No, Lucía.-respondió Pepe.

Eso le dio la clave a Rufaida y a todos que su amigo les había mentido cuando les había dicho que no había encontrado a Sete; sí que lo había hecho, y tenía un motivo por el que no quería volver a hablar de él. Un motivo que le avergonzaba.

De repente, el maestro de matemáticas entró en la clase.

- ¿Pero qué es este corralillo?-preguntó nada más introducir la llave en la cerradura.

- ¡Pascuaaaaaaaaaaal!-exclamó Ampi intentando alegrar las caras de sus compañeros. Cosa que funcionó y no funcionó a pares iguales, porque Pepe y Sete mantenían cara de muertos. Una roca que era más expresiva que esos dos.

Finalmente, todos los alumnos entraron. Al sentarse y llevar un poco de clase, Anabel llamó la atención de Pepe haciendo el clásico "pss":

- ¿Qué ha pasado?-preguntó.

- Nada.

- No se lo contaré a nadie.

- No es por eso. No quiero hablar de ello.

- Venga, podemos ayudarte.-insistía.

- Eres pesaíca, ¿eh?-reprochó.

El maestro pidió silencio, entonces continuaron con la clase.

A mediados de esta, llegó el director. Tenía una sonrisa en la cara y parecía tener una buena noticia.

- Perdón por interrumpir la clase.

- No te preocupes.-dijo el profesor.

- Mañana vendrá un alumno nuevo. Iba a venir hoy, pero entre unas cosas y otras no va a poder, entonces vendrá mañana.

- ¿Cómo se llama?-se escuchó de fondo.

- Harry; pero no quiero dar más detalles.-sonrió.-En fin, eso era todo.-decía mientras se iba por la puerta.-Hasta mañana. Muchas gracias.-inclinó ligeramente la cabeza.

- Gracias a ti.-respondió nuestro profesor con una sonrisa. Entonces, siguió la clase.

«Harry... ¿Quién será?»-se preguntaba Rufa. Sus amigos la miraron entre risas.


Cuando terminó el día, todo parecía haber vuelto a la normalidad, aunque con ligeras diferencias. El viento había apaciguado un poco, se escuchaban los pájaros de fondo y el cielo estaba despejado. Las caras de los compañeros de clase mostraban cansancio y bastante hambre.

- ¿Os imagináis que fuese Harry Styles?-preguntó Rufa de camino a casa. Tenía una leve sonrisa en la cara.

- Imposible.-respondió Lucía. En la mirada de su amiga acababa de aparecer el sentimiento de decepción.-¿Va a venir... Harry Styles a estudiar a un sitio como este? No habrá institutos.-dijo con ironía.-Sería demasiada casualidad.

- Pues ojalá.

- A ver, a mi también me gustaría. Porque, joder, es Harry Styles; sólo que es bastante complicado.

- Lo sé...-musitó.

- Por cierto, ¿sabes qué ha podido pasar?

- ¿Con qué?

- Pepe y Sete.

- Ah, pues no...

- Estoy preocupada por ellos; seguro que ha pasado algo.-hizo una breve pausa. Entonces suspiró.-De todas formas creo que será mejor dejarlos en paz. Ambos son la cosa más cabezona del mundo; no nos lo van a decir.

- Pero todos sabemos que seguiremos insistiendo hasta que nos lo digan.

Lucía rió.

- Exacto.


De repente se escuchó un disparo. Las chicas se asustaron y gritaron instintivamente cubriéndose la cabeza con ambas manos. Habían varios coches de policía aparcados en la entrada de uno de los pisos de la zona; ya habían entrado varios agentes al edificio.

La ambulancia vino en seguida. Preparó una camilla y varias de las personas que venían en el camión entraron dentro cuando la policía les dieron la señal. Salieron con un cadáver tapado hasta la cabeza y un hombre esposado. Lucía se tapó la boca con la mano derecha y le empezaron a dar arcadas; también no pudo evitar llorar de la presión que sentía. Rufaida se quedó petrificada en el sitio. El barullo de gente era mayor a cada segundo; los policías presionaban para que nadie pasase la zona prohibida.

Uno de los agentes se acercó a ellas y les recomendó que se fueran a casa; ya estaba todo solucionado. Preguntaron por el cadáver, pero no les quisieron dar información acerca de ello. Finalmente, se fueron a sus casas, aún con el corazón en un puño y lágrimas en los ojos. No es la clase de cosas que una persona de esa edad tuviera que presenciar en vivo.

50 Sombras Gays y la clase del salseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora