A Harry no le costó demasiado tiempo comprender qué era lo que Rufaida quería decirle. Logró comprender qué era lo que sentía hacia él. Logró comprender que no era lo suficientemente tímida como para no insultarle frente a frente, pero sí para confesar sus sentimientos. Al principio le sorprendió, aunque por otro lado intentó entenderlo lo mejor que pudo.
Lucía no sintió nunca nada parecido a lo que Ru sentía hacia el chaval, más que pura admiración, por eso prefirió no entrometerse entre ellos dos. Ayudó en lo que pudo para que Harry acabase enamorado de Rufa, o al menos, sintiese que podía darle una oportunidad y no se iba a arrepentir de ello. Y, conociendo a Lucía, hasta que no lo consiguió, no descansó.
Al principio Harry le contestó que no quería estar con alguien a quien no amaba, ya que ilusionar a una persona por pena lo veía cruel. No quería que le hicieran eso, por tanto, hacérselo a otra persona sería cavar su tumba en un futuro; tuvo en cuenta el refrán de "recoges lo que siembras". No obstante, es bien cierto que Rufa se enfadó con él en el momento en el que le pidió ayuda para conquistar a su mejor amiga. Porque, por dios, era Harry Styles, podía tener a todas las chicas que quisiera. Aún así, no se descarta que siguiera más enamorada que nunca aunque ya no le dirigiera una palabra. Pero, lo que no sabía es que todo eso iba a acabar en el momento en el que Harry comenzara a verla con otros ojos.
- Rufa.-la tocó del hombro para llamar su atención. Ella apartó su mano algo borde.
- ¿Qué quieres?
- ¿Puedes quedar esta tarde?
La chica se puso roja como un tomate en ese momento; se sintió humillada. Harry sonrió con ternura. No obstante, quiso tragarse su orgullo y le respondió con un "sí".
- Quiero quedar contigo en el parque. ¿Sobre las siete y media te viene bien?
- Pero Harry... A esa hora ya es de noche.
- Bueno, no importa, no estarás sola.-dijo entre risas.
- Va, a las siete y media.
Rufa salió corriendo a contárselo a sus amigas, que respondieron bastante alegres, sobre todo Lucía, que no podía quitarse la sonrisa de la cara de lo feliz que estaba.
Al llegar la tarde, Rufaida procuró ser lo más puntual que pudiese. Y, aunque llegó diez minutos antes, pudo ver a Harry allí sentado en un banco. Se acercó corriendo y se sentó a su lado. Este pegó un brinco que casi se cae al suelo, aunque después se rió.
No había apenas nadie allí (normal a esas horas en invierno). Tan sólo había dos mujeres mayores sentadas en unos bancos a la izquierda que ya se estaban marchando.
- Hola.-dijo entre risas.
- Casi te caes.-Rufa sonrió.
- Me has asustado.
- No, si ya.-respondió entre risas. Hubo una breve pausa.-Bueno, ¿por qué querías quedar?
Harry se quedó en silencio durante unos minutos, la miró con ternura, pero no podía responder. Unas chicas que pasaban por allí se quedaron mirándole y susurraban algo.
- Ejem.-Rufa intentaba llamar su atención.
- Soy un cobarde.
Ru no pudo evitar reírse (de forma tierna). Ignoraron a las chicas.
- Te aseguro que no lo eres. Has conseguido lo que muchas personas no. Así que, definitivamente, no eres un cobarde; un cobarde habría tenido miedo.
- Pues yo ahora tengo miedo.-sonrió.
- ¿De qué?-preguntó entre risas.
- De que no sientas lo mismo.-sonrió. Rufa no se podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Se... se estaba declarando?
Un chaparrón vino de imprevisto y gotas de agua caían en ellos (al final parecían que se habían duchado). Corrieron hacia el tobogán y se colocaron debajo de este. Estaban sentados y muy cerca uno del otro. Ya no había nadie en la calle; todos se habían ido, dejándolos en silencio acompañados por las gotas de lluvia. Finalmente, Harry dirigió su mirada hacia ella. Se escuchaban respirar y podían notar como el corazón del prójimo latía con fuerza.
- He... He estado pensando todos estos meses.-el chaval no dejaba de mirar al suelo. Casi que no se había mojado el pelo (sorprendentemente (Anabel diría que tiene pelo pene, porque le cuesta mojarse)), no obstante, su ropa estaba empapada a pesar de que sólo habían pasado unos segundos en la lluvia hasta que encontraron cobijo.-Estuve pensando en aquello que me dijiste, en lo de "¿es que no te das cuenta?" Cuando me percaté de a lo que te referías, pensé que ya era demasiado tarde, por eso no dije nada. Y... No tiembles, anda.-esta última frase la dijo entre risas y con una sonrisa en la boca.
- Es que tengo frío...
Harry no se lo pensó dos veces. Se quitó la chaqueta y se la puso a Rufa como pudo, aunque le quedaba bastante grande. La chica no la aceptaba al principio, pero el chaval insistió hasta que Ru cedió. Cada vez estaban más cerca aunque no se percataron de ello.
- Cómo llueve, eh.
- No me cambies de tema.-Rufa sonrió. Harry la siguió. Pudo notar que su corazón latía con fuerza.
- Vale vale.-sonrió. Entonces volvió a mirar al suelo.-La cuestión es que, bueno... Te empecé a ver con otros ojos.-El corazón de Rufa latía cada vez más fuerte; sentía como si se le fuera a escapar de la boca y fuese a armar la de Dios.-Y hasta hace unas semanas pude darme cuenta de que ya no te veía como una hermana, ni tan siquiera con una amiga.
- ¿Me odias?
Harry se rió.
- Sí, te odio.
A Rufa se le escaparon unas lágrimas. El chaval se sorprendió, entonces la abrazó, pudo notar cómo el pelo de la chica le hacía cosquillas en las mejillas; a continuación le susurró al oído:
- Te odio porque no puedo quitarte de mi cabeza.-se separó de ella y pudo ver que sus mejillas seguían rojas. En cambio, él ya no se sentía tan nervioso.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Y después yo soy el tonto?-no pudo evitar reírse.
- Idiota.-miró hacia el suelo. La lluvia apaciguaba poco a poco. Harry tomó la mejilla de la chica y dijo con una voz apenas audible:
- ¿Por qué te enfadaste?-la miró con ternura.-Me dolió que dejases de hablarme.
- Porque te gustaba Lucía y no yo...-contestó. Sus narices casi que estaban pegadas, así que prefirió decirlo y ya.-Es algo infantil y ridículo, lo sé... También no tenía derecho a enfadarme por eso, pero era lo que sentía. Yo pensaba que había algo, pero luego me pediste ayuda y me sentí destrozada. Pero... Sé que no tenía derecho a enfadarme... Así que lo siento...
- Bueno, yo quiero que tengas ese derecho, supongo.
- ¿Qué?
Harry se acercó poco a poco a Rufa. Su respiración parecía una sola. Cuando los labios de ambos parecían que se iban a rozar, el chaval paró y se apoyó en su hombro abrazándola con fuerza.
- Te quiero.-susurró.-Pensaba que era una tontería, pero me he acabado loco por ti.
La chica no contestó, lo abrazó más fuerte hasta que pudo sentir su latido junto a ella. Así estuvieron durante unos minutos, pegados el uno con el otro, la lluvia de fondo como si de una melodía se tratase, la luna iluminándolos y ellos debajo del tobogán, corazones sintonizados y respiraciones que parecían una sola. Finalmente, el chaval levantó la cabeza y la besó con fuerza, tanto que acabaron tirados en el suelo, abrazados y él encima de ella. Harry la besaba con pasión, como si no la hubiese visto en años y la necesitase más que nunca; la besaba como si la fuese a perder en ese momento y no quisiera que se fuese. Entonces fue cuando sus labios ya no estaban en su boca y se dirigían poco a poco a su cuello y lóbulo de la oreja. Besaba con dulzura todo el trayecto hasta esas zonas y cuando llegaba hasta ellas las trataba como si de un jarrón delicado se tratase. Finalmente, paró, colocó sus brazos al lado de cada hombro de Rufaida, la miró fijamente y se sentó en el suelo, dejándola a ella tumbada con ojos como platos y mejillas sonrojadas.
- Yo...-intentó decir la chica.-Yo también te quiero, Harry. Aunque creo que eso no es una sorpresa.-el joven la miró con dulzura y le robó un pico de sus labios.
ESTÁS LEYENDO
50 Sombras Gays y la clase del salseo
RandomPrimer volumen de la trilogía "50 Sombras Gays", donde nos cuentan relatos serios y no-tan serios de unos adolescentes y su día a día. Os prometemos mucho salseo y risas aseguradas.