Adrián
Me despierto de golpe, el maldito peso en el pecho que siempre me avisa cuando algo no está bien. En esta vida, aprendes a escuchar a tus instintos si quieres seguir respirando. La oscuridad de la cabaña me rodea, y el silencio es demasiado denso, demasiado jodido. No hay sonidos de grillos, ni el crujir de ramas por el viento. Algo está pasando.
Alargo la mano hacia la lámpara de la mesita, pero el interruptor no responde. Mierda. Mi mandíbula se tensa mientras mis dedos aprietan el metal inútilmente. Esos pequeños detalles siempre son los primeros en traicionarte cuando el caos está al acecho.
Me levanto, el frío del suelo contra mis pies me despierta aún más. Camino hacia la ventana, mis movimientos precisos, calculados. Mi mirada se clava en las luces a lo lejos. Camionetas. Varias. Y esas linternas que bailan entre los árboles… no son cazadores ni excursionistas.
—Hijos de puta. —Murmuro, la rabia subiendo como un fuego lento.
Me giro hacia la cama. Ahí está Iris, tranquila, demasiado tranquila para la tormenta que está por caer. Por un segundo, me detengo. Su cabello claro cae sobre la almohada, y su respiración es suave, rítmica. Es un contraste tan jodido con el caos que nos rodea que casi me quedo ahí, solo mirándola. Pero no puedo permitírmelo.
Camino hasta ella y coloco una mano firme en su brazo.
—Iris. Despierta. —Mi voz es baja, pero tiene ese filo que siempre hace que me obedezcan.
Sus ojos naranjas se abren de golpe, y en ellos veo el brillo de alerta antes de que siquiera hable.
—¿Qué pasa? —pregunta, su tono bajo, pero ya sabe que algo está mal.
—Levántate. Ahora. —Mi tono no deja espacio para dudas ni preguntas.
Ella se mueve rápido, tirando las sábanas a un lado y poniéndose de pie. No pierde el tiempo con palabras, pero me estudia, como siempre lo hace, buscando en mi expresión algo más allá de las palabras.
—¿Cuántos? —pregunta mientras empieza a vestirse, sus manos rápidas y precisas.
—Cuatro camionetas. Quizá más. Están rodeando la cabaña. —Respondo mientras camino hacia la pared donde escondo un compartimento con armas. Saco mi rifle y lo cargo con un clic que rompe el silencio. Iris toma un arma.
Iris está lista en segundos, pero su postura me dice que no está simplemente esperando instrucciones. Está calculando, analizando, preparándose para actuar. Es una de las cosas que amo y odio de ella.
Abro la trampilla en el suelo, revelando el túnel estrecho que lleva directamente al bosque. Dónde una camioneta oculta espera. El túnel fue construido para emergencias como esta, para que uno de los dos pueda escapar si las cosas se salen de control.
—Baja, toma el lado izquierdo del túnel. Llega asta el bosque, toma la camioneta que estará a la vista.
—No voy a dejarte.
Mi mandíbula se tensa, pero no tengo tiempo para discutir.
—Esto no es una maldita opción, Iris. Es una orden. —Mi tono es frío, cortante, la voz de un hombre acostumbrado a ser obedecido.
Ella no se inmuta, y eso me saca de mis casillas.
—¿Quién crees que eres para decirme qué hacer? —Me desafía, su voz baja, pero cargada de rabia.
—Soy el hombre que va a asegurarse de que salgas de esta viva. Así que haz lo que te digo y métete en el maldito túnel.
—¿Y qué pasa contigo? ¿Voy a esconderme como una cobarde mientras te quedas aquí?
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El Peso del Pasado
Romance⚠️ CONTENIDO, FUERTE Y EXPLÍCITO. NO APTO PARA MENORES DE 21 ⚠️ En un mundo de secretos y mentiras, Iris y Adrián comparten una relación tan peligrosa como apasionada. Iris, una mujer marcada por un pasado que se niega a soltarla, lucha por desentra...