Después de hacer el recorrido por tiendas de hombres, eran las ocho de la tarde, Blas accedió a invitarme a merendar, pero después tenia cena y no quería comer demasiado ahora y después en la cena no comer nada.
Pero de todas maneras accedí a que me invitara, fuimos al burgger el se pidió una hamburguesa grande y yo una hamburguesa pequeña que era menos de la mitad de la suya, también pedimos dos refrescos y una bolsa de patatas fritas. Nos sentamos en la única mesa que estaba libre.
-¿Te lo has pasado bien?- pregunto mientras se comía la hamburguesa.
Termine de tragar el tozo que había masticado.
-Sí, hoy ha sido el mejor día desde que estoy en Londres.
-Me alegro- se sonrojo.
-Jajaja.
-¿Cuándo te volveré a ver?- Pregunto.
-No lo sé, mañana veo a mi hermana, pasado mañana estaré con mi hermana... –Le fui contando lo que haría estos tres últimos días.
Estuvimos hablando y conociéndonos un poco más, mientras comíamos las hamburguesas.
-¿Damos la última vuelta?- propuso.
-Sí, pero me duelen los pies.
-¿Para qué te has puesto tacones, si sabias que íbamos a andar?
-mmm... porque quería estar a tu altura.
-¿Cómo que a mi altura?
-Quería ser igual de alta que tu.
-¿Por eso?
-Si- me avergoncé.
-Vamos a comparte unas bailarinas.
-No me queda dinero me lo he gastado todo.
-A mí solo me quedan $15.
-Pues vamos a buscar bailarinas por $15.
Recorrimos todas las tiendas en busca de bailarinas, pero las más baratas costaban $125, menos mal que en la última tienda habían zapatos y por suerte bailarinas por menos de $30, Blas encontró unas por $10 y eran de mi talla, me la puso, en ese momento recordé cuando le pusieron el zapato a la cenicienta, me sentía como una princesa.
-¿Te cabe?- pregunto.
-Si- dije.
-Vamos a pagarlas.
-Cuando quedemos otra vez te devuelvo el dinero.
-No hace falta.
Aunque me haya dicho sabía que se lo iba a devolver de una manera u otra. Mire el reloj de mi móvil.
-¡No!
-¿Qué pasa?- dijo mientras cogía la bolsa.
-Son las nueve, ya debería estar en casa.
-Pues vayámonos.
Salimos de la tienda, me senté en un banco y me puse las bailarinas rápidamente.
Salimos del centro comercial corriendo como si hubiésemos robado algo. En ese momento pensé que en media hora no me iba a dar tiempo para llegar a casa, si en taxi tardemos unos quince minutos andando será el doble.
-Blas para de correr, no puedo más.
-¿Te llevo en brazos?
-No, vamos a caminar rápido sin correr.
-Bien.
-Tampoco me interesa ir mucho a esa cena.
-Ya pero te pueden castigar.
-También es verdad- aunque estaba cansada le dije.
-Te echo una carrera- dije riéndome.
-Vale.
Empezamos a correr, me dejo ventaja. Era gracioso como corríamos íbamos llenos de bolsas.
Cuando vi a lo lejos la pastelería deje de correr.
-Blas, ahora sí que no puedo mas- dije sin aliento.
Me cogió en brazos y me llevo hasta la pastelería.
-Y hasta aquí el trayecto- me bajo.
Nos cogimos de las manos y nos miramos fijamente el uno al otro, no salíamos que hacer o decir, el al final rompió el silencio con un beso.