¨¨FAMILIA¨¨

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Carl se encontraba sentado en una vieja silla de madera en lo que quedaba de una casa abandonada. Su mirada estaba perdida, vacía, con las manos temblorosas sosteniendo una botella de licor barato que apenas y tocaba.

Su hijo, Gabriel, estaba muerto.

Lo había protegido con todo lo que tenía, había luchado, había matado por él. Y aun así, lo había perdido... a manos de su propia madre.

Rosa.

La mujer a la que había amado, en la que había confiado... había sido ella quien le arrebató lo que más quería.

Cuando la enfrentó, cuando le exigió la verdad, ella no negó nada. Simplemente lo miró con frialdad y le dijo:

—No iba a sobrevivir, Carl. Mejor así.

Esa noche, sin pensarlo dos veces, la dejó. Tomó sus cosas, su arma y se fue sin mirar atrás.

Ahora estaba solo en México, con un vacío en el pecho que ni siquiera el licor podía llenar.

Pero, en lo más profundo de su mente, entre todo el dolor y la ira, una imagen seguía regresando a él.

Isabel.

Su primer amor. Su destino.

¿Dónde estaría ahora? ¿Habrá encontrado un hogar? ¿Será feliz?

Por primera vez en años, se lo preguntó de verdad.

Y por primera vez en mucho tiempo, tuvo la sensación de que debía regresar a Estados Unidos.

Carl Grimes regresó a Alexandria como un hombre completamente diferente.

El joven optimista que una vez había soñado con reconstruir el mundo ya no existía. Ahora, con 28 años, su mirada estaba endurecida, su postura rígida, y su corazón cargaba un odio silencioso que no se molestaba en ocultar.

No soportaba a los niños.

No era su culpa, lo sabía. Pero cada vez que veía a uno corriendo por la comunidad, riendo sin preocupaciones, sentía un nudo en el estómago. Gabriel debería estar allí, creciendo, viviendo... pero no lo estaba.

Cada vez que escuchaba la voz de un niño, se le revolvía el estómago. Cada vez que veía a alguien cargando a un bebé, apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvían blancos.

No era justo.

La gente en Alexandria notó su cambio, pero nadie se atrevió a decir nada. Su padre, Rick, intentó hablar con él, pero Carl solo respondía con monosílabos o evadía la conversación. No quería consejos. No quería que le dijeran que con el tiempo sanaría.

Porque sabía que no lo haría.

Lo único que tenía claro era que, aunque había regresado a su hogar, nunca se sintió más perdido.

4o

Carl se encontró con Daryl en la entrada de Alexandria, justo cuando el hombre estaba reforzando la seguridad del muro.

Daryl había cambiado. Su cabello estaba más largo y desordenado que antes, sus ojos reflejaban un cansancio que iba más allá del físico. Había pasado años buscando a Isabel, su hija, sin obtener respuestas. Su rastro se había perdido y, aunque al principio se negaba a aceptar la posibilidad de que estuviera muerta, la incertidumbre lo estaba destrozando poco a poco.

Cuando Carl se acercó, Daryl apenas le dirigió una mirada antes de volver a lo suyo.

—Te ves jodido —dijo Carl sin rodeos.

Amor o Odio? 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora