POV Beth
—Ahora mismo estoy cruzando la calle del parque... No te preocupes, tú solo entretenla un par de minutos hasta que yo llegue... ¡Yo qué sé! Saca un álbum y enséñale fotos o algo... Ya veo la valla de su casa, tranquila... Por supuesto que estoy corriendo... Me debes una bien grande... De nada... Vale, adiós, te quiero.
Colgué y me metí el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. Mi hermana podía llegar a dramatizar mucho las cosas, ¡Solo llevaba un par de horas con nuestra tía, ni que estuviera en la segunda guerra mundial!
La verdad es que le había mentido, no estaba ni corriendo ni cerca de casa de mi abuela. Acababa de salir de casa de Anne y estaba andando tranquilamente con Ele a mi lado por el caminito que cruzaba su jardín y que llevaba a la calle.
—¿Piensas darte prisa en llegar? —me preguntó ella.
—¿Por qué debería? —ella me miró alzando una ceja— ¿Qué? Sólo la estoy haciendo sufrir un poco.
—¿Un poco? —dijo ella sorprendida— ¿Es qué no te acuerdas de lo loca que está esa mujer?
La tía Joly es la típica tía que vive en otro estado al otro lado del país y solo viene por Navidad o cuando hay algún evento importante (en este caso una boda), la que manda cheques como regalo de cumpleaños, (en el hipotético caso de que se acuerde) , que no entiende la diferencia entre cuando tienes siete años o diecisiete y que vive la vida a todo gas, disfrutando (de manera extrema, en mi opinión) del momento.
Y ahora le había dado por que quería pasar más tiempo con su familia por una historia que un pobre de la calle le contó, por lo que ahí estaba, en casa de mi abuela, con un plano de cómo se imagina la decoración de la casa, mientras que a mi hermana Mónica le iba a dar un ataque porque su prometido y ella aún tenían que decidir un montón de cosas sobre su boda.
Me quedé helada cuando levanté la cabeza. Fue como si mis pies se hubieran pegado al suelo al ver en frente esos ojos azules.
—Umm... Yo creo que voy a ir yendo... Tengo que... hacer... una cosa... —dijo Eleanor incómoda—. Nos vemos luego Beth —sentenció para echar a andar rápidamente.
Los siguientes cuarenta segundos fueron una especie de concurso de miradas, yo le miraba y él a mi, y ninguno parecía tener intención de apartarse. La verdad es que no me esperaba verle allí
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, y él me miró sorprendido, seguramente porque no pensaba que iba a hablarle. Pero rápidamente el brillo de sorpresa que cruzó sus ojos fue reemplazado por la tristeza que antes poseían.
—Esto... Yo... estaba dando una vuelta por el barrio y... se me ha ocurrido pasar a verte.
—¿Qué quieres Sylvester? —él se pasó una mano por su negro pelo, revolviéndolo. Abrió la boca para decir algo, pero ninguna palabra salió de sus labios—. Me tengo que ir —intenté sonar lo mas enfadada posible mientras empezaba a andar, rodeándole. De repente me agarró de la muñeca, parándome.
—No estaba pasando por aquí, he venido porque tenemos que hablar —yo me revolví—. Te he llamado y dejado mensajes.
—Y yo —empecé a hablar soltándome de su agarre—, te he estado evitando —decidí aplicarle la ley del hielo. El orgullo ante todo.
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No me llames princesa #Wattys2016
Ficção Adolescente-¿Qué puede ser mejor que estar conmigo, princesa? -¿Es acaso esa una manera cutre de ligar? Además, se realista ¿Quién, en su sano juicio, querría salir con alguien con el ego más alto que el Everest? - Dijo Anne ignorando cómo la había vuelto a ll...