POV Thomas
Si hay algo que yo creo que jamás se llegará a entender, son los repentinos y continuos cambios de humor que sufren las mujeres.
Sé que suena muy típico, pero de verdad es algo totalmente incomprensible. Puede que en un momento dado estén súper felices y queriendo repartir amor y felicidad hasta en la luna, pero al segundo, por ningún motivo aparente, se pueden perfectamente poner a llorar como María Magdalena.
Y eso a nosotros, los chicos, nos produce, aparte de un tremendo dolor de cabeza, una tremenda confusión. Esto se debe a que, por culpa de ese algo que llevamos dentro que nos incita a complaceros, o por lo menos a intentarlo, al no llegar a entender lo que queréis cuando lo queréis, nos frustramos y enfadamos.
Todo esto lo digo por lo que pasó con Anne varios días después de la fiesta y de aquel beso que nos dimos en ese pequeño armario. Yo no contaba con verla allí, delante de mi coche frente a la puerta de mi casa, como debatiendo consigo misma si debía acercarse o no. Claro que, al verme, no le quedó otra opción que palidecer y ver como yo me acercaba a ella.
No fue hasta más adelante en que me pregunte cómo habría entrado en mi jardín, si se supone que el portero debe estar siempre impidiendo el paso a cualquier periodista, fan o persona sospechosa. Aunque en ese momento a lo que prestaba atención era a cada gesto que ella hacía. Es verdad que no habíamos hablado desde el día de la fiesta, y eso fue principalmente por dos motivos:
Primero, yo quería olvidarla, y el cortar toda clase de comunicación con ella, obviamente ayudaría. Y segundo, al alejarse de mí después de besarnos como si yo tuviese la rabia me dejó bastante claro lo que que sentía por mí.
-Umm... esto... ¿ho-la? - He de admitir que me hizo bastante gracia su tono de nerviosismo y esos gestos que hacía mientras jugaba con la cremallera desabrochada de su abrigo.
-Hola - contesté yo - ¿qué quieres?
Aunque suene muy poco creíble prometo que no me di cuenta de lo seco y borde que sonó eso hasta que lo dije en voz alta. Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa para rectificar, ella me interrumpió, no tomándose muy bien mis palabras.
-¿De veras? ¿Ahora te haces el duro y el difícil? - puede que intentase herir mi orgullo, y si eso hacía, entonces funcionó, ya que solo provocó que yo me enervara más aún.
-¿Por qué no nos saltamos las preguntas estúpidas, anda? ¿Qué haces aquí?
No parecía que tenía intención de decir nada más, así que opté por la que me parecía la mejor opción: echar a andar y pasar de largo.
Claro que yo no contaba con verme, después de haber pasado a su lado, envuelto por unos finos brazos que se aferraron a mí. Mi sorpresa era palpable a kilómetros seguro, y la incomprensión se apoderó de mi mente.
¿Me estaba abrazando de verdad? ¿Por qué lo hacía? ¿Acaso quería algo? ¿Habría fotógrafos por allí? ¿Tenía algo de todo eso algún sentido?
Intenté girarme para así encarala para preguntarle en que demonios pensaba, pero la extra fuerza que empleó en su agarre al notar mis intenciones me hizo no volver a intentar moverme.
-¿Qué hac-ces? -Vale, reconozco que fui yo mismo el que dijo lo de evitar las preguntas estúpidas. Pero en aquel momento de verdad me sentía estúpido al no entender el por qué de su acción.
-No te muevas - Bueno, aquí tenemos una respuesta estúpida, y, aunque eso no sirvió para aclararme para nada, si que fue como una especie de tranquilizante que provocó que mi corazón volviera a latir con normalidad y dejara de lado esas rápidas pulsaciones que de repente había empezado a llevar.
-Tú me odias, o por lo menos no te caigo bien. Hasta tú misma lo dijiste - tampoco sé muy por qué dije eso, aunque en parte si que fue para intentar romper ese, aunque puede que no incómodo, sí raro silencio que se había formado de repente.
-Eso dije - afirmó ella como única respuesta.
-Entonces, ¿por qué haces esto? - de verdad estaba empezando a sulfurarme al no lograr entender absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Un suspiro salió de sus labios, acompañado de las palabras:
-No lo sé - que ya fueron la gota que colmó el vaso. En un impulso me aparté de ella, intentando no ser muy brusco en mis movimientos.
-Lo siento, pero esto no puede pasar - sentencié para luego seguir andando en dirección a mi coche.
A ver, a ver, a ver. Dejadme que me explique antes de asesinarme, por favor. Como llevo diciendo un buen rato, lo único que quería era alejarme de ella de cualquier manera posible. Y esa forma me pareció la mejor, teniendo en cuenta las circunstancias en las que estábamos.
Tampoco quería darle esperanzas para luego partirle el corazón, y eso habría pasado si yo me hubiera quedado o si le hubiera correspondido a su abrazo. Por lo que elegí ignorar esas posibilidades y cualquiera que se les pareciese.
También hay que añadir que si yo era un poco borde, tampoco mucho, con ella. Anne terminaría hartándose de mí, en el hipotético caso de que no lo hubiera hecho ya.
Bueno, en conclusión: creía que se había enfadado conmigo y que jamás me volvería a hablar, aunque bueno, lo cierto es que... Bueno, tampoco quiero adelantar acontecimientos. Solo diré que lo que yo pensaba tampoco se alejaba mucho de lo que en realidad pasó...
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No me llames princesa #Wattys2016
Ficção Adolescente-¿Qué puede ser mejor que estar conmigo, princesa? -¿Es acaso esa una manera cutre de ligar? Además, se realista ¿Quién, en su sano juicio, querría salir con alguien con el ego más alto que el Everest? - Dijo Anne ignorando cómo la había vuelto a ll...