Capítulo 2

22.2K 996 62
                                    

Cuando desperté estaba mareada y tenía unas ganas terribles de vomitar. Fui abriendo poco a poco los ojos y grité sin darme cuenta. Estaba en una habitación oscura y sucia. Había una cama en una de las paredes. Me fijé en las cuerdas de cuero que estaban en los barrotes de la cama. Me asusté al instante, no quería ni pensar para que las usaban, aunque no era complicado de entender, las usaban para amarrar a alguien a la cama.
Algo llamó mucho mi atención. Un chico estaba amarrado a una silla a mi lado, y fue entonces cuando me di cuenta de que yo también estaba atada a una silla de madera.
El chico parecía estar dormido, y mirándolo bien, era un chico muy lindo. Tez morena, ojos marrón chocolate, delgado, pelo negro y liso...
Oí un ruido en una puerta que estaba en la pared. La puerta era de hierro, alguien se aseguró de que no hubiera forma alguna de abrirla.
Por el ruido que se escuchaba pareciera como si estuviesen abriendo o cerrando los cerrojos de dicha puerta.

Empecé a gritar como una loca...

-¡Suéltenme! ¡Ayuda! ¡Por favor ayúdenme! ¡Estoy aquí encerrada! ¡Por favor...- No pude terminar, sentí como alguien me ordenaba que me callara.
-¡Shhhh, cállate! ¡No hagas ruido! Están cerrando la puerta, si te oyen gritar te...-Empezó a decir pero se calló.
-Si me oyen gritar... ¿qué?- Dije.
-Te...te torturaran.-Dijo bajando la cabeza.
-¿¡Qué!?- Dije abriendo los ojos como platos.
-Demasiado tarde...-Dijo viendo como la puerta se abría.
-¿A qué te refieres con...- Quedé helada al ver a un hombre pararse frente a mí con una cara de psicópata.
-Buenos días princesa-Dijo mirándome, lo que provocó una arcada de mi parte.- Christian, ¿No te enseñamos a quedarte calladito?-Dijo mirándolo esta vez a él furioso. El tal Christian solo bajo la cabeza.-Así me gusta.
-¿¡Qué demonios quieres de mí!? ¿Por qué me secuestraste? Yo no te hice nada, maldito psicópata.-Dije gritándole furiosa y le escupí en la cara.
-¿¡Pero qué...!? No debiste hacer eso, cariño.-Dijo mirándome fríamente
-¡No me llames así, malnacido! ¡Suéltame!- Grité, no sé de donde saqué aquel valor para hacer eso.
-Ahora aprenderás a tratarme con respeto, linda.- Dijo, y yo lo miré con confusión.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora