Capítulo 45

7.4K 458 11
                                    

Encontré un gran arbusto al lado de un árbol y ahí vi mi oportunidad. Corrí hacia allí y recosté a Nora en el tronco del árbol.
Estaba muy pálida y su pequeña nariz se tiñó de un suave color rojo. Estaba temblando y podía oír el castañeo de sus dientes. El corazón se me encogió al verla así. Ella me miró fijamente.
Era de noche, aproximadamente las cuatro de la mañana y todo el bosque era oscuro. Era como estar en una película de terror. Cuando veía esas películas en las que las víctimas corren por el bosque, desesperadas, intentando salvar sus vidas, yo me reía. Jamás había pensado que eso me pudiera ocurrir a mí.
La única luz que nos alumbraba era la brillante e intensa luna llena. Los ojos verdes de Nora parecían esmeraldas. Notaba la tristeza y el miedo en sus ojos.

- ¿Estás bien? - Le pregunté. Vaya pregunta más estúpida le había hecho. Sabía que no estaba bien.

- No. Christian... no siento las piernas, ni las manos, ni los pies. Me estoy congelando. ¿¡Por qué mierda me tuvo que darme esta maldita ropa El Señor!? - Me respondió llorando.

- Nora, lo bueno es que ya no nos siguen. Pasaremos aquí lo que queda de noche y por la mañana, cuando podamos ver mejor el camino, no vamos. Ahora no sabemos si vamos caminando en círculos. - Le expliqué acariciándole la mejilla. Estaba realmente fría.

- No, Christian, si me quedo aquí me voy a morir de frío.

- Pero, Nora...
- ¡Pero nada! ¡Tú no puedes opinar en esto porque soy yo la que se está congelando! - Me gritó furiosa. Pero sabía que lo hacía porque se sentía impotente, sin poder hacer nada.
Me acurruqué a su lado y abrí mi cálido abrigo. El viento azotó mi pecho brutalmente. ¿Tanto frío hacía? Sentía estar en el polo norte. En mi vida había visto algo así. Abracé a Nora, invitándola a que se acomodara en mi pecho, y así lo hizo. Me abrazó por la cintura y yo la rodeé con mis brazos, segundos después de haber cerrado mi abrigo, con nosotros dos dentro. Poco a poco fue entrando en calor mientras dormía. Tras unos minutos, yo también me dejé caer en los brazos de morfeo.
Nos despertamos al amanecer. No habíamos dormido más que un par de horas, pero al menos habíamos descansado. Nos pusimos de pie y caminamos sin ningún rumbo mientras nos abrazábamos cariñosamente.
Estaba empezando a sentir cosas por Nora. Bueno, realmente llevaba sintiéndolas desde hacía bastante tiempo, pero me negaba a reconocerlo.

Pasadas ya unas cuatro horas, Nora me miró. En todo ese tiempo que llevábamos caminando, ninguno de los dos habíamos dicho nada. Pero en el ambiente no abundaba ningún silencio incómodo, sino uno agradable.

- ¿Has descansado? ¿Sigues teniendo frío? ¿Estás bien? - Le pregunté, quizá un poco desesperado.

- Tranquilo, te agradecería que hicieras pregunta por pregunta la próxima vez. Sí, he descansado. No, no tengo frío. Al menos no tanto como ayer. Y estoy bien, aunque un poco hambrienta. ¿Y tú?- Me contestó sonriendo.

- Perdón. Yo también tengo hambre. Llevamos horas caminando, seguro que estás molida. ¿Te duelen mucho los pies?

- Sí, me duelen bastante. Si no fuera por la nieve, me quitaría los tacones. - Dijo haciendo una mueca.

- Bueno, siempre queda la posibilidad de que Christian te coja en brazos y te lleve, ¿no? - Le respondí sonriendo.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora