Me soltó las cuerdas que ataban mis delgadas muñecas y salí a correr en dirección a la puerta, pero él me cogió de la cintura y me alzó colgándome en su hombro. Yo no paraba de patalear hasta que me tumbó en la cama boca abajo y me ató las manos y los pies en cada esquina de la cama con las cuerdas. No paraba de gritar como loca, y entonces el miedo me recorrió de pies a cabeza al sentir como me quitaba la camiseta.
Pensé que iba a violarme, pero no fue así. Se sacó el cinturón y empezó a darme latigazos en la espalda. Yo gritaba de dolor y vi como christian agachaba la cabeza y cerraba los ojos con fuerza para intentar no ver lo que estaba pasando.
Tras unos minutos de sufrimiento, se volvió a atar el cinturón, soltó a Christian y se fue cerrando la puerta de un golpe. Suspiré aliviada. Tenía la cara cubierta de lágrimas y la espalda me dolía muchísimo. No paraba de sollozar.De pronto noto que alguien me soltaba de los agarres de las cuerdas. Apenas podía girar el cuello del dolor.
-¡Oh por dios...!- Oí decir a alguien.- ¿Te...te duele m...mucho?- Dijo Christian, ya que por su voz pude reconocerlo.
-¿Christian?- Logré susurrar mientras las lágrimas no paraban de caer de mis ojos.
-Sí, soy yo. Tranquilízate, ¿si? No te muevas.- Dijo y se alejó. Tardó unos minutos en volver. Y encima de la cama, al lado mío colocó unas vendas, alcohol y otras cosas para curarme.
-¿De dónde sacaste esas cosas?- Le pregunté.
-El señor siempre deja estas cosas en el baño para que te cure el otro compañero con el que estés en la habitación.-Me respondió él cogiendo un algodón y echando un poco de alcohol en él.
-¿Por qué haría eso?- Pregunté confundida.
-Después de torturar a alguien se siente culpable y nos deja eso para remediar lo que hizo.
-¡Maldito psicópata!- Refunfuñé.
-¡Shhh! Te dije que no gritarás, el señor oye todo lo que decimos por cámaras y micrófonos y se irrita con facilidad. Te lo advertí, te dije que no gritaras, y mira lo que te pasó por no hacerme caso.-
-Lo...lo siento, Christian. ¿Sabes? ¡No estoy acostumbrada a que me secuestre un psicópata!- Dije enfadada.
-El sarcasmo y ese carácter no te va a servir de nada aquí, así que mejor ahórratelo.-Dijo Christian.
-Eso no es asunto tuyo, Christian. No pedí tu opinión-Le dije. Sentí cómo desabrochó mi sujetador (o brasier, corpiño o como se diga en su país). Enseguida me sujeté la parte delantera del corpiño para taparme los pechos.- ¿¡Pero qué demonios haces!?- Le grité.
ESTÁS LEYENDO
Secuestrada
عاطفيةNora, una chica corriente, de 17 años, pelo negro, ojos verdes intensos y piel blanca. Tan inocente en un mundo como este, nunca había tenido ningún tipo de relación, ni sentimental ni sexual. En su instituto sacaba notas normales, ni muy altas ni b...