Capítulo 51

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Un médico me sentó en la camilla de la ambulancia y comenzó a revisarme.

- Tu peso es más bajo de lo normal y tienes la tensión baja, pero por lo demás estás bien. Tendrás que acudir a un psicólogo cuando vuelvas a casa para que te examine y también tendrás que ir a un hospital para que te traten el peso y la tensión, ¿De acuerdo? - Me explicó el doctor y yo me limité a asentir.
Se acercó un policía y me dirigió hacia su coche patrulla. Me subí y emprendimos el viaje. Duró horas pero al fin nos bajamos. No estaba en mi casa. Estaba frente a un enorme edificio moderno. Subimos hasta la sexta planta y me dirigió a una oscura sala. En la habitación había un cristal tintado, una mesa y unas cuantas sillas. Claramente era una sala de interrogatorio. Me senté y esperé en silencio hasta que un par de hombres entraron. Uno de ellos se sentó mientras el otro quedó de pie.

- Hola, Nora. Me alegro de verte y saber que estás bien. Soy el agente Morrison y él es mi compañero Gael. Vamos a hacerte unas preguntas, ¿vale? - Dijo y yo asentí. - Bien, empecemos. Según tenemos entendido, el día domingo 13 de septiembre después de la medianoche. Estabas saliendo de la biblioteca y tu hermano no te pudo ir a buscar, por lo que volviste a casa sola. Después de eso, ¿qué ocurrió?

- Bueno... iba volviendo a casa y de repente oí como una furgoneta negra se paraba cerca y un hombre salió de ella. Caminé más deprisa pero ese hombre corrió hacia mí y me introdujo en el coche.

- ¿No opusiste resistencia?

- ¡Claro que lo hice! Pero él me tapó la boca con un pañuelo y... me dormí. - Respondí furiosa. ¿¡Cómo demonios podía hacerme semejante estúpida pregunta!?

- Vale... cuando despertaste, ¿dónde te encontrabas?

- En una habitación oscura.

- Dime todos los detalles que recuerdes, por favor. - Me pidió el agente.

- Había una puerta de hierro. Yo estaba atada a una silla de madera. A mi lado estaba Christian, amarrado a otra silla. Él seguía dormido.

- ¿Ningún detalle más? ¿Qué había en esa habitación, Nora?

- Había una cama grande y en las columnas de la cama había cinturones de cuero. - Dije intentando no llorar al recordar cómo había comprobado para qué servían esas cuerdas...

- ¿Qué pasó después?

- Yo... empecé a gritar pidiendo ayuda pero El Señor entró y... - No pude continuar, al pensar en aquellos horrorosos recuerdos me puse a llorar.

- Vamos, Nora, dime qué pasó.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora