Después de aquella 'pequeña confesión' me tumbé en la cama, llorando sin parar. Me impresionó bastante el hecho de que Christian no corriera a abrazarme como solía hacer. Solamente lo notaba tenso y en el aire de la habitación en la que nos encontrábamos habitaba un incómodo momento. Cuando pasaron minutos, tal vez una hora, me limpié las lágrimas y me encaminé al baño. Justo cuando iba a atravesar la puerta, escuché la voz que tanto ansiaba oír, su voz.
- Lo siento...
Paré de caminar y me di la vuelta para mirarlo de frente. Su rostro mostraba una expresión de decepción, de tristeza.- ¿Qué? - Pregunté acercándome más a él, hasta que solamente nos separaban centímetros - ¿Qué es lo que sientes, Christian?
- Siento mucho todo lo que te está pasando, porque sé que es culpa mía.- No, Christian. Nada de lo que pasa es culpa tuya, y no quiero que pienses eso.
- Entonces, ¿por qué me has ignorado todo este tiempo? Sé que tienes cierto rencor hacia mí.
- Christian, sinceramente, no tengo ni idea de cómo me he comportado ni por qué. Lo que pasó aquel día me ha marcado. Me ha cambiado mucho. Y todo lo que está pasando no es más que culpa mía, porque yo estoy permitiéndolo.
- Vamos, Nora, sabes perfectamente cómo te estás comportando, como también sabes por qué me has ignorado. No lo niegues. Sé que en estos momentos me debes de odiar, y no te culpo por ello. De hecho, es todo lo contrario, me odio a mí mismo por no evitar lo que sucedió.
- Sí te tengo cierto rencor, y eso hace que me avergüence de mí misma, porque sé que no fue culpa tuya. Estabas inconsciente. Pero supongo que debo culpar a alguien. Y como no puedo hacerle nada a Ángel, lo pagué con el que tengo cerca. Tú. - Le expliqué llorando.
- Oh, vamos, Nora, no llores. - Me contestó abrazándome con fuerza.
- Siento mucho haberte hecho pasar por todo esto. Estaba dolida. - Susurré entrecortadamente.
- Y yo el no haber detenido a ese cabrón. Pero te juro que llegará un día que me las pagará todas. Lo juro. Y ahora, señorita, va usted a comerse un delicioso desayuno, completo.
Christian me sentó en la cama y me dio de comer. El desayuno estaba delicioso, y me lo comí encantada. ¿Quién puede negarse a que un chico tan guapo como Christian le dé de comer? Yo desde luego no podía. Estuvimos riendo y hablando durante todo el desayuno. Amaba a ese chico moreno. Christian era capaz de sacarte una sonrisa hasta en el peor momento, igual que podía hacerte sonrojar sonriendo.
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Secuestrada
RomanceNora, una chica corriente, de 17 años, pelo negro, ojos verdes intensos y piel blanca. Tan inocente en un mundo como este, nunca había tenido ningún tipo de relación, ni sentimental ni sexual. En su instituto sacaba notas normales, ni muy altas ni b...