CAPITULO 11

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DE LA BITÁCORA DE PETYR NORTHMAN

3 DE ABRIL DEL 2013

Tengo ya algunos días sin dormir. Desde que tuve ese sueño de la mujer con cabeza de águila se me empezó a dificultar conciliar el sueño, pero algunas veces simplemente no puedo concentrarme para dormir.

La ventaja de ser un médico psiquiatra es que puedo automedicarme sin problemas, bueno, me refiero a conseguir los medicamentos.

Tengo frente a mí un frasco de píldoras, unas benzodiacepinas ligeras, no sé si tomarlas o no. Si las tomo sé que dormiré, pero mañana tendré una leve resaca y las consultas no perdonan, pero si no las tomo mi apariencia será fatal...

La mujer con cabeza de águila... el hombre al cual solo vi de espaldas, esos sueños donde fornico con Victoria, no sé porque me afectan, debo pensar con lógica, son solo expresiones de un cerebro cansado.

¡Ya está decidido, tomaré una sola píldora y dormiré toda la noche! Los sueños no me afectarán nunca más.

Petyr se despertó con la boca amarga y seca, su cuerpo le parecía entumecido. Esperó sentirse bien antes de salir de casa, le pesó más que nunca levantarse de la cama, se metió a la regadera y abrió directamente la llave del agua fría, esperando que esta lo hiciera despertar. Al salir de la ducha se miró en el espejo, el cual había tenido que reemplazar a escondidas de Suzzane, ya que el anterior lo había roto en un arranque de desesperación. Tocó con las yemas de los dedos el frío vidrio, miró directo a los verdes ojos de su gemelo del espejo y negó con la cabeza. Estaba arrepentido por sus exabruptos y avergonzado, pensaba que si un día alguien se enteraba de aquellas terribles conversaciones con el mismo, lo despreciarían, que su carrera se arruinaría y que perdería a los pocos seres queridos que le quedaban.

—Pequeño Petyr, tan inseguro y tan torturado.

—No quiero hablar contigo —respondió cansado a su reflejo, como si este fuera el que le hablara, poniendo las manos en las orillas del blanco y reluciente lavabo, recargando su peso en este.

—Petyr, habla conmigo, antes lo hacíamos siempre, ¿recuerdas? ¡Yo te cuidaba!

—¡No, no lo recuerdo! ¡Tú solo eres problemas!

—¿Por qué Petyr? ¿Por qué soy solo problemas? ¿Ni siquiera recuerdas eso o sí?

—¡Calla de una buena vez!

—¿Te esforzaste tanto por olvidar que me olvidaste también a mí? ¡Eres un desconsiderado!

Petyr estuvo a punto de volver a romper el espejo nuevo, pero se contuvo y salió del baño. Rápidamente se secó el cabello y se vistió, tomó una bata blanca limpia y entró a su coche, condujo directo al sanatorio. Buscó una estación en la radio y encontró una estruendosa canción que desconocía, pero no le importó, solo quería dejar de oír sus propios pensamientos.

Al llegar a su oficina, Anna le dijo que lo estaban esperando dentro.

—Buenos días, doctor Northman —dijo la enfermera Lucy a la vez que se ponía de pie en una posición recta y rígida cuando vio a Petyr entrar a la oficina.

—Buenos días, Lucy. ¿En qué puedo ayudarla?

—A eso vengo exactamente, a que me ayude. Necesito que deje de alterar a mis chicas.

—¿Alterarlas? Explíquese por favor —pidió sintiendo que la paciencia lo traicionaría.

—Usted sacó a las chicas y las hizo que se enfrentaran las unas a las otras. Desde entonces están ansiosas, mienten, desobedecen y Lilian dejó de hablar por un par de días. Doctor Northman, honestamente dudo mucho que usted sepa qué es lo que está haciendo.

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