CAPITULO 15

245 30 6
                                    


—Victoria, no puedo negar que siento algo vibrante por ti, casi salvaje, pero no puedo, no podemos darle rienda suelta a ese impulso, no mientras estés aquí —dijo Petyr con evidente decepción y agachando la cabeza, tratando de ignorar que Victoria seguía sentada sobre él.

—Mientras esté aquí... —Meditativa, Victoria se levantó del regazo de Petyr y caminó hacia la ventana, cuando llegó ahí, alzó la mirada al cielo y se perdió por largos instantes—. ¿Quieres decir que, si me propongo salir de aquí, si mejoro de verdad, sin trampas, tú estarás conmigo? ¿Me aceptarás si soy declarada sana?

—Victoria, no debo ser yo tu motivación, ya te lo he dicho antes. Debes esforzarte por sanar, pero no por mí, sino solo por ti.

—¿Y qué hay de su novia, doctor? —preguntó Victoria, girándose de nuevo hacia Petyr e ignorando olímpicamente sus últimas palabras.

—¿Qué hay con ella?

—¿Cuando salga de aquí la dejará para estar conmigo? ¿O cómo procederá en ese aspecto, doctor Northman?

—Victoria, eso es lo que quería decirte. Yo... yo no dejaré a Alice, no dejaré a mi novia, están pasando cosas entre nosotros, cosas que me hacen no desear perderla jamás. No bases tus esperanzas en mí.

—No dejarás a tu novia; pero vienes, aceptas que sientes cosas por mí, aceptas mi beso y me hablas de esfuerzos, pero ni remotamente piensas abandonarla. Eso sí es una locura... no, rectifico, ¡eso es cinismo!

—No te pongas así, esto no debió de ser de esta manera. Yo soy tu doctor. No debiste verme de otro modo, tú eres mi paciente.

—Tú sabes que para ti soy más que tu paciente, pero está bien, pretendamos que todo está bien, pretendamos que nada pasó. —Victoria respiró profundo y se dirigió a la puerta, ya con la mano en la perilla y sin voltear a ver a Petyr para que este no viera sus ojos inundados en lágrimas—. Nos vemos en la próxima sesión, doctor.

Victoria salió del cuarto de consultas, fue directo a su habitación, la que compartía ahora con las otras tres chicas y se sumergió de nuevo en su habitual lectura, desasociándose del mundo y entrando en el de Las flores del mal, ese mundo de Baudelaire que ella tan bien conocía. Mientras Petyr se maldecía a sí mismo por dejar que todo llegara tan lejos y a la vez por no poder llegar aún más lejos, solo una idea le daba vueltas por la cabeza... ¿Qué hubiera pasado si hubiera conocido a Victoria en otras circunstancias?... Esta interrogante lo enloquecía.

Esa tarde Petyr salió lo más pronto que pudo del sanatorio, debía ir a prepararse para su cita con Suzzane. Al llegar a su departamento se dirigió rápidamente a la ducha, estaba logrando con éxito no pensar en Victoria, la prisa por estar listo le ayudaba. Salió de la regadera escurriendo agua, con una toalla se envolvió las caderas, mientras que con otra se comenzó a secar el cabello frente al espejo. En algún momento, no se dio cuenta exactamente cuándo, se perdió en el verde de los ojos del hombre que lo miraba a través del cristal y por unos instantes, dejó de entender que era él mismo.

—¡Estás jodido, amigo! —le dijo su reflejo en el espejo, a cual rápidamente le contestó.

—Estoy más que jodido, creo que ahora sí debería de regresar a New York o quizá debería ir unos días a Virginia, debo de aclarar mi mente.

—¿Virginia? ¿De qué hablas?

—¡Sí, Virginia, hablo de ir con mamá!

—¿Estás loco o solamente estúpido? ¿Qué diablos hay en Old Dominion?

—Ya sé que mi padre me odia, pero hablar con mamá me ayudaría, ella sabría qué decirme en un momento como este, sabrá aconsejarme.

—¡Ya basta! ¡En Virginia no hay nada! ¡En Virginia no hay nadie! Entre más rápido recuerdes (o mejor dicho, aceptes) todo será mejor. Deja de esconderte, pequeño Petyr. ¡Para de una buena vez de negarlo todo!

InsanityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora